INFORME SEMANAL DE POLÍTICA EXTERIOR  >   NÚMERO 924

#ISPE 924. 2 febrero 2015

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El ataque del 24 de enero con cohetes rusos Grad contra la ciudad ucraniana de Mariupol, que costó la vida al menos a 30 civiles, en una nueva ofensiva de los separatistas prorrusos armados por Moscú, ha puesto el último clavo en el ataúd del acuerdo de alto el fuego firmado en Minsk el 5 de septiembre de 2014.

Según la OTAN y el SBU, el servicio de inteligencia ucraniano, Rusia ha enviado a las llamadas “repúblicas populares” de Donetsk y Lugansk lanzaderas de cohetes, misiles antiaéreos, tanques, vehículos blindados y otros avanzados equipos militares para capturar ciudades y enclaves estratégicos en el sur y el este de Ucrania, como el nudo ferroviario de Debaltseve y la ciudad portuaria de Mariupol, a orillas del mar de Azov, presumiblemente con el fin último de crear un corredor terrestre entre Rusia y la península de Crimea.

Mariupol alberga además dos de las tres mayores plantas siderúrgicas de Ucrania, lo que parece indicar que Vladimir Putin está decidido a crear un protectorado ruso económicamente viable –la llamada “Novorossiya”– en las regiones rusófonas, lo que consumaría el desmembramiento de Ucrania.

El pasado verano ya ocurrió algo similar, cuando las fuerzas rebeldes, muy debilitadas por la ofensiva militar de Kiev, recibieron un masivo apoyo ruso que les permitió recuperar posiciones y negociar en Minsk un alto el fuego.

Barack Obama ha sido claro al respecto: la agresión contra Ucrania “tiene apoyo, armamento, financiación, entrenamiento militar y tropas rusas”. No parece casual, por otra parte, que el ataque contra Mariupol y la captura del aeropuerto de Donetsk se haya producido tras las visitas a Kiev del general Ben Hodges, comandante de las fuerzas de Estados Unidos en Europa, y del secretario del Tesoro, Jacob Lew, que prometió que Washington destinará este…

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