POLÍTICA EXTERIOR  >   NÚMERO 219

Las hondas raíces de la América iliberal

Illiberal America cuestiona el discurso oficial de la historia de Estados Unidos, pero ¿quién se creía ese discurso a pies juntillas?
Carlos Hernández-Echevarría
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Las identidades nacionales y los mitos que las sustentan son, por definición, imperfectos: la Francia republicana nace de la Ilustración y la ciudadanía, pero también de las matanzas de La Vendée y el expansionismo napoleónico. La legendaria flema británica ante la adversidad se consagra con la resistencia al nazismo, pero no se comprende sin el supremacismo y la explotación colonial. En el centro del relato que los grandes países hacen de sí mismos está esa distinción interesada entre la norma y la excepción, en cómo determinados sucesos históricos inconvenientes para la narrativa general son rebajados a la categoría de notas al pie, anécdotas, excepciones.


Illiberal America: A History
Steven Hahn
W.W. Norton & Company, NY, 2024
464 págs.


En el caso de Estados Unidos, ningún otro país ha sido tan exitoso al difundir sus mitos, apoyado en una industria cultural sin parangón en la historia. El relato épico del nacimiento y evolución de la primera democracia liberal como un experimento audaz y excepcional es conocido en todo el mundo, aunque también por eso sus aristas más oscuras están espléndidamente documentadas. Pero Illiberal America va un paso más allá: no es el enésimo recordatorio de los momentos menos inspirados de la historia de EEUU (o no sólo), sino un intento de ofrecer una narrativa alternativa.

Steve Hahn no niega el relato tradicional de Estados Unidos como experimento liberal, pero considera que los numerosos ejemplos de iliberalismo en su historia (la esclavitud y la segregación, la discriminación a los católicos, la violencia política o las veleidades fascistas de los años 20) no son acontecimientos aislados, sino parte de una ideología “profundamente enraizada” que “rara vez ha estado lejos de los resortes del poder”. Sus señas de identidad, dice Hahn, han permanecido y permanecen tan presentes como las del liberalismo: “Jerarquías asignadas, poder de las élites, influencia política popular restringida, militarismo y señalamiento de enemigos internos y externos”.

Aunque Hahn hace un relato convincente y detallado de la extensión de esas corrientes iliberales en la historia de Estados Unidos, la gran revelación que pretende no parece tal: las identidades y los mitos son siempre relatos edulcorados de conveniencia que sirven propósitos que van más allá de la historiografía, y ningún estudiante de la historia estadounidense se sorprenderá del papel principal que la exclusión y el autoritarismo han jugado en la formación del país. Ni las 13 colonias eran una arcadia de libertades, ni los padres fundadores un ejemplo de inclusión, ni faltan lados oscuros en iconos liberales como los presidentes Abraham Lincoln, Woodrow Wilson o Franklin D. Roosevelt; pero nada de eso es nuevo.

Quizás la parte más interesante del libro es la relación de cómo nació durante la Guerra Fría esa narrativa preponderante de Estados Unidos como proyecto liberal y cómo sigue tan presente en la cultura a pesar de las revisiones críticas de los historiadores. Probablemente un ejemplo de esas “tradiciones inventadas” de las que hablaba Eric Hobsbawn que vertebran nuestra visión de nosotros mismos, en este caso la que tienen muchos del país como un experimento excepcional de democracia y libre mercado. También brilla el análisis del papel que han jugado los críticos del liberalismo, a izquierda y a derecha, en cimentar esa visión.

Illiberal America ilustra cómo la fantasía autoritaria de una sociedad homogénea no nace en 2016. Durante siglos, la Constitución y la Declaración de Derechos que han servido como base del relato histórico liberal, también se han usado para justificar políticas absolutamente iliberales de discriminación y exclusión. Fuera de eso, lo fundamental ya es sabido: el mismo Lincoln que liberó a los esclavos y les dio el voto, reprimió a los nativos estadounidenses; los años 60 del pacifismo y la contracultura son también los de Vietnam y el racismo rancio de George Wallace. Los grandes países tienen relatos simples e historias complicadas.