Los últimos 35 años de la vida política de Nepal se han caracterizado por la búsqueda infructuosa de un sistema estable e inclusivo que supiera encauzar las grandes brechas políticas y sociales del país. Nepal recuperó la democracia en 1990 en uno de los raros momentos en los que las fuerzas políticas y sociales estuvieron unidas. Las manifestaciones ciudadanas más la presión del partido del Congreso Nepalí que las promovió, y la del Partido Comunista de Nepal (Marxista–Leninista) que le apoyó, forzaron al rey Birendra a aceptar sus demandas. La democracia no fue la panacea que muchos habían esperado y no resolvió los problemas de fondo del país.
Entre 1991 y 2000 se sucedieron siete primeros ministros. Las fuerzas políticas en liza eran el Congreso Nepalí y el Partido Comunista de Nepal. Como tercero en discordia estaba el más minoritario Rastriya Prajatantra Party (RPP), un partido conservador y monárquico, cuyo apoyo solía ser clave para que el Congreso Nepalí pudiera formar gobierno.
En 1996 comenzó la guerra civil cuando el Partido Comunista de Nepal (Maoísta), aprovechando el malestar que existía en las zonas rurales, empobrecidas y siempre desdeñadas por Katmandú, lanzó una insurgencia. En 2001 se produjo el extraño episodio en el cual el príncipe heredero Dipendra asesinó a su padre y a buena parte de la familia real. El hermano del rey, el impopular Gyanendra, subió al trono y trató de resolver el conflicto civil volviendo a la monarquía absoluta y utilizando una política de mano dura contra los maoístas. Las acciones del rey lograron algo muy raro en la política nepalí: la unidad de las fuerzas políticas. El objetivo era derrocar al rey. Los siete partidos principales, uno socialdemócrata, otro federalista de centroizquierda, el monárquico RPP y cuatro partidos comunistas de diferentes denominaciones formaron una alianza con ese…

Nepal, de crisis en crisis