POLÍTICA EXTERIOR  >   NÚMERO 193

Fotograma de '2001, una odisea en el espacio' (Stanley Kubrik, 1968) con HAL 9000, el ordenador a bordo de la nave espacial Discovery que utiliza la inteligencia artificial. WALLPAPERSAFARI

Orden Tecnológico

No es posible comprender el orden internacional que emerge sin entender de qué modo la tecnología transforma la estructura económica, la gobernanza y la política.
Editorial
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Comenzamos 2020 con la certeza de que la tecnología está cambiándolo todo (de nuevo), aunque (por ahora) son decisiones humanas las que determinan la velocidad y el rumbo. El siglo XXI no es como se imaginaba en 2001, una odisea en el espacio o en Blade Runner, películas míticas de ciencia ficción que intuyeron la presencia perturbadora de una inteligencia no humana. La incapacidad para rectificar y aprender llevó a la destrucción de HAL 9000, la computadora de 2001 que saluda desde la portada de Política Exterior.

Hoy el autoaprendizaje ilimitado y la anticipación son posibles gracias al procesamiento instantáneo de los datos de un mundo híperconectado. Esta es la naturaleza de la inteligencia artificial que ya está aquí, convertida en un campo de batalla geopolítico con dos polos: Estados Unidos y China, entre los que la Unión Europea teme verse atrapada. Nicolas Miailhe y su equipo en The Future Society analizan en estas páginas las consecuencias de lo que denominan “cibercolonización”.

No es posible comprender el orden internacional que emerge sin entender de qué modo la tecnología transforma la estructura económica, la gobernanza y la política. Para Manuel Muñiz, estos cambios plantean dificultades a nivel nacional, al tiempo que desbordan esa dimensión y se convierten en fuerzas determinantes de las relaciones entre Estados.

La rivalidad tecnológica y geopolítica entre China y EEUU pone en riesgo la aspiración de un internet global, abierto y libre. Christoph Steck advierte: “Estamos ante un proceso donde gobiernos y políticas revisan el mundo globalizado de la tecnología y fragmentan internet, no solo en su capa social sino también en su base tecnológica”. Este decoupling multiplica las posibilidades de una ciberguerra y hace al mundo menos libre.

Un mundo donde las fronteras entre la ciencia y la tecnología son cada vez más difusas, según José Manuel Sánchez Ron, y lo público y lo privado compiten entre sí, con gigantes tecnológicos involucrados en proyectos tecnocientíficos antes solo al alcance de las naciones más poderosas.

¿Son buenas, malas noticias? Aún depende de nosotros. Para Geoff Mulgan, la revolución tecnológica, aliada a las ciencias sociales, ofrece herramientas para entendernos mejor y progresar. Una mayor inteligencia colectiva, artificial y también muy humana, nos saluda desde el otro lado.