POLÍTICA EXTERIOR  >   NÚMERO 120

Putin pone a prueba a Bruselas

José Enrique de Ayala
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Las relaciones entre la Unión Europea y la Federación Rusa pasan por uno de sus peores momentos desde el final de la guerra fría. Los problemas actuales entre Bruselas y Moscú abarcan numerosos aspectos: políticos, por las críticas europeas a la falta de respeto de los derechos humanos en Rusia y sus difíciles relaciones con los países bálticos y con Polonia; económicos, centrados en el suministro energético y la participación en empresas de distribución; internacionales, por las diferencias en los asuntos de Irán y Kosovo; y de seguridad y defensa, provocados especialmente por el proyecto de despliegue de parte del escudo antimisiles de Estados Unidos en en el este de Europa.

Durante más de una década, después de la extinción de la Unión Soviética, en diciembre de 1991, Rusia ha estado postrada por sucesivas crisis políticas y económicas que le hicieron perder su papel en la primera línea de la comunidad internacional. En ese periodo, el gran país euro-asiático ha asistido impotente a la expansión de la OTAN a países antaño dentro de su área de influencia –o incluso pertenecientes a la URSS como las repúblicas bálticas– y a cambios importantes en Europa, como la disolución de Yugoslavia, en los que su papel ha sido claramente secundario. Ahora, una vez asegurada la estabilidad política interna bajo la presidencia de Vladimir Putin, y recuperada la economía gracias a los elevados precios de los hidrocarburos –su principal fuente de ingresos–, Moscú quiere un nuevo reparto de cartas que le devuelva al primer plano económico, político y militar, incluyendo una cierta dosis de influencia sobre Europa –que depende de su suministro energético– para contrarrestar la creciente presencia de Estados Unidos, especialmente en el este del continente.

La base de la asociación estratégica entre la UE y Rusia es el Tratado de Asociación y…

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