Un efecto secundario inesperado de la guerra de Rusia contra Ucrania ha sido revelar, en las Naciones Unidas, las tensiones de fondo entre los países occidentales y el llamado Sur Global. En los días posteriores a la ofensiva de Moscú, en febrero de 2022, diplomáticos estadounidenses y europeos pidieron a sus homólogos de África, Asia y América Latina que condenaran la agresión rusa en los foros multilaterales. La respuesta inicial fue positiva. El 2 de marzo de ese año, 141 de los 193 miembros de la ONU –incluidas mayorías de todas las regiones– respaldaron una resolución de la Asamblea General en apoyo a Ucrania. Mayorías similares han apoyado votaciones más recientes de la ONU en las que se criticaba a Rusia. Pero a medida que la guerra se prolongaba, los diplomáticos no occidentales comenzaron a mostrarse más críticos, quejándose de que Occidente exigía su solidaridad con Ucrania, mientras no ofrecía el mismo nivel de solidaridad con el resto del mundo en cuestiones como el cambio climático, las repercusiones del Covid-19 y el aumento de los precios de los alimentos.

Así, aunque la guerra de Rusia contra Ucrania ha reavivado las tensiones Este-Oeste de la guerra fría, también ha resucitado algunas de las divisiones Norte-Sur que caracterizaron la diplomacia multilateral entre los años sesenta y ochenta del siglo XX. En la ONU se ha hablado mucho de la revitalización del Movimiento de Países No Alineados, el bloque político formado por Estados poscoloniales en la guerra fría. Los diplomáticos europeos en Nueva York temen que, si no encuentran la manera de facilitar las relaciones con el Sur Global, la organización volverá a caer en un modelo de diplomacia de confrontación entre bloques, lo que dificultará cada vez más la cooperación multilateral. Uno de los posibles beneficiarios de este giro de los acontecimientos…