POLÍTICA EXTERIOR  >   NÚMERO 216

Vista aérea de una zona residencial de Evergrande en Suqian, provincia oriental china de Jiangsu (18 de octubre de 2023). GETTY

Sobre el declive económico de China

Se ha escrito mucho sobre el poder geopolítico de China pero se ha pasado por alto su capacidad para financiar toda esa ascendencia. Ambas cuestiones son caras de una misma moneda, ya que sin prestar atención al futuro de la economía china no se puede entender su futuro geopolítico.
Ignacio de la Torre
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Polibio escribe que, durante la toma definitiva de Cartago en el 146 a. C. por parte de las tropas romanas, su general, Escipión Emiliano, se puso a llorar al contemplar la ciudad enemiga consumida por las llamas. Polibio, amigo de Escipión, le preguntó: “¿por qué lloras si la victoria es tuya?”, a lo que el romano respondió: “porque algún día esto le pasará a Roma”. Más de cinco siglos y medio después, en el 395 d. C. Teodosio “el Grande”, emperador nacido en Hispania, fallecía, dividiendo el imperio entre sus ineptos hijos, Honorio y Arcadio. A su muerte, nadie podía imaginar que en tan solo quince años la milenaria ciudad de Roma sería conquistada por los godos de Alarico, cumpliéndose la profecía de Escipión.

El historiador tunecino Ibn Jaldún ya planteó una filosofía de la historia que exponía cómo las civilizaciones avanzadas perdían su cohesión, y eran derribadas por pueblos más atrasados, pero de mayor cohesión (asabiyyah), algo que en su opinión explicaba la caída del Imperio romano, y el auge y declive de otras civilizaciones. Se ha debatido también mucho otra ley de la historia: la de que las potencias que intentan proyectar un poder geopolítico no acorde con su poder económico acaban gestando su decadencia. Entre otros ejemplos, podemos destacar la desastrosa expedición a Sicilia de la ya empobrecida Atenas, casi al final de las guerras del Peloponeso; el Imperio romano de los siglos III y IV; el bizantino del siglo VII o de los siglos XI y XII; la España imperial, desde 1550 hasta 1643; la Unión Soviética de los años 70; y más recientemente, la Rusia de 2022.

Son más raras las ocasiones en las que una potencia reconoce este riesgo, y asume una retirada geopolítica para ser coherente con su precaria situación económica. La decisión del presidente Obama de retirar una parte importante de la presencia estadounidense de Oriente Medio pudo generar efectos nocivos en esta región a medio plazo, pero era totalmente consecuente con la dificilísima coyuntura macroeconómica que atravesaba la primera potencia mundial. Posiblemente se trató de una decisión relacionada con el aludido principio de equilibrar poder económico y geopolítico.

 

Riqueza y poder

El poder geopolítico está íntimamente relacionado con la capacidad para financiarlo, lo que nos lleva al PIB. Se ha escrito mucho sobre el ascenso económico de China y sus importantes implicaciones geopolíticas. En ocasiones se ha pasado muy por encima sobre su situación económica. Me parece un error porque ambas son caras de una misma moneda. En este artículo expongo mi visión en varios puntos sobre el futuro de la economía china para que, a partir de ahí, el lector pueda extraer diferentes escenarios geopolíticos.

 

«La población activa china pasará de los actuales 1.000 millones de trabajadores a 300 millones en el año 2100»

 

Primero, en economía no es correcto proyectar crecimientos económicos pasados hacia el futuro. Es una nimiedad. Existe un crecimiento “fácil”, como el que conseguía la Unión Soviética en la década de los cincuenta. Kruschev llegó a amenazar a Occidente con un famoso “os vamos a enterrar”, refiriéndose no a sus tanques, sino al hecho de que la URSS prosperaba más rápidamente que Occidente, algo que el mandatario ruso extrapoló a futuro, y por supuesto, se equivocó.

Existe un crecimiento más difícil, una vez que una economía está algo más optimizada tras la incorporación de la mujer a la población laboral, la mecanización agrícola, la mejora de stock de capital, la mejora de formación de los trabajadores, o el desarrollo del sector servicios. Las proyecciones sobre la expansión futura de la economía china basadas en el pasado no sirven. A medio plazo una economía solo crece de dos formas: por horas trabajadas o por productividad por hora trabajada. Si un político nos anuncia que, de llegar al poder, conseguirá que una economía crezca sosteniblemente al 4% y, sin embargo, las horas trabajadas suben al 0,3% y la productividad al 1,5% (caso de Estados Unidos), nos estará mintiendo. La economía crecerá al 1,8%. La matemática es inexorable.

Segundo, las horas trabajadas dependen sobre todo de cuánta población joven se incorpora al mercado de trabajo, frente a cuánta se jubila. Las proyecciones sobre el futuro demográfico chino son preocupantes, con descensos continuos que pueden alcanzar en unos años declives de la población de entre el 0,5% y el 1% anual. Según la ONU, de no mejorar la natalidad china (múltiples ejemplos nos muestran que cuando la natalidad baja, difícilmente vuelve a subir), la población activa china pasará de los actuales 1.000 millones de trabajadores a 300 millones el año 2100.

En otras palabras, desaparecería un 70% de las horas trabajadas de no conseguir subir la tasa actual de nacimientos por mujer (1,3) o de no admitir cuantiosa inmigración. Este último factor no invita al optimismo. China ha observado emigración neta de 17 millones los últimos cincuenta años, y el volumen de inmigrantes actual representa un 0,1% de su población, frente a tasas más cercanas al 15% en Occidente. Las cosas podrían cambiar a futuro, pero observando los precedentes de Japón y de Corea del Sur (natalidades al 1,3 y 0,8, respectivamente, sin flujos migratorios relevantes) no se puede ser muy optimista al respecto.

 

Inversión y deuda

Tercero, la productividad depende a su vez de dos factores: del stock de capital disponible para que un trabajador produzca bienes y servicios, y de obtener más producción con la utilización del stock de capital existente. Si nos centramos en el primero, cuando un país apenas dispone de stock de capital y comienza a recibir inversiones, la productividad se dispara. Piénsese en un agricultor que sustituye su azadón por un tractor. Sin embargo, un exceso de inversiones acaba conllevando incrementos marginales cada vez más pequeños en productividad (si sigo añadiendo tractores, cada unidad adicional aporta menores incrementos relativos en la cantidad de producto final). En economía, este efecto se llama ICOR (Incremental Capital Output Ratio); mide la variación del stock de capital invertido versus la variación de PIB. Cuanto más bajo sea el ICOR, más subirá el PIB con poca inversión, y viceversa. Si el ICOR es muy alto indica que una economía está sobre invertida, de lo que se anticipa que el crecimiento vía aumento de inversiones futuro será muy limitado. El ICOR de China ha pasado de 2 a 7 entre 2007 y 2022, mostrando justo este efecto. Un país normal invierte un 20% de su PIB.

China invierte más de un 40%, algo que ha ocurrido muy pocas veces en la economía mundial, y cuando lo ha hecho (Corea, Japón) este porcentaje ha tendido a decrecer. Por una parte, la sobreinversión china está asociada a la actual burbuja inmobiliaria (millones de casas vacías) y, por otra, a la proliferación de infraestructuras físicas de cuestionable rentabilidad, impulsadas por los gobiernos provinciales o por sus empresas pantalla (llamadas Local Government Financing Vehicles). Mucha de esta inversión se ha financiado con deuda, y su escasa rentabilidad no parece hacer frente al repago de dicha deuda. Por eso, se gesta una relevante inestabilidad financiera. Del total de inversiones de China, dos tercios corresponden a inversiones inmobiliarias y de infraestructuras. Los abultados incrementos pasados en ambas partidas explican cerca de un tercio del crecimiento de la economía china. Lo razonable es esperar aumentos o descensos casi nulos en las dos, lo que se traducirá, solo por este concepto, en un futuro crecimiento económico chino mucho más reducido.

 

Formación e innovación

Cuarto, un segundo indicador de productividad es la llamada productividad total de los factores PTF, ya que tiene en cuenta la eficiencia con la que se utilizan de forma conjunta el trabajo y el capital (hacer más con lo mismo). La PTF depende, por un lado, de la formación de los trabajadores, y por otro, de la innovación y la mejora de procesos. Es muy relevante ya que es la más recurrente fuente de crecimiento sostenible. La PTF crece cada vez menos en China durante los últimos años. Según el Conference Board, el crecimiento de la PTF ha pasado de un 3% entre 2000 y 2008, a un 1,5% durante la siguiente década, y a un 1% en la actualidad. Las cifras son razonables. La formación del trabajador chino ha mejorado mucho en las últimas décadas, lo que ha contribuido a mejoras de productividad en el pasado, pero a medida que la educación se generaliza, incrementos potenciales disminuyen; además, una población laboral envejecida suele también conllevar menores niveles de productividad.

Si nos atenemos a la innovación y a la mejora de procesos, el dibujo es también desalentador. La innovación está muy ligada a la capacidad de generar patentes internacionales, a un sector empresarial privado relevante, a un sector tecnológico que disfrute de libertad de empresa y a las mejoras de procesos introducidas vía inversión directa extranjera. En estas dimensiones China parece apuntar dificultades. El dominio de Estados Unidos en patentes internacionales sigue siendo abrumador, el peso del sector público chino está aumentando (y existe bastante evidencia de que las empresas públicas son menos productivas que las privadas), el sector tecnológico ha sido sometido a hostigamiento, y la inversión directa extranjera retrocede un 80%, situándose a niveles de 2004. No es de extrañar que, como hemos visto, el crecimiento de la PTF en China se haya reducido en dos tercios. Por los factores aludidos en este párrafo, y a tenor de las proyecciones del Asian Development Bank, se espera que sus crecimientos futuros estarán más cerca del 1%, con lo que apenas compensará las pérdidas de horas trabajadas por demografía.

Quinto, la suma horas trabajadas y PTF otorgará una expansión neta cercana al 0,5% lo que nos dejará solo el menguante aumento de inversiones aludido en el párrafo anterior como fuente última de crecimiento marginal. Hablamos de una economía que puede pasar a crecer al 3% esta década, y cerca del 2% desde 2030, eso asumiendo que el país no experimente una crisis bancaria como la acaecida en España tras el estallido de su burbuja inmobiliaria. Además, un bajo crecimiento resulta peligroso si se tiene en cuenta el enorme endeudamiento del país (deuda total de más de 3,2 veces el PIB según el FMI). Los intereses de la deuda se pagan con el crecimiento del PIB, si el crecimiento es muy bajo frente a los intereses a pagar, entonces se gesta inestabilidad financiera.

 

Burbuja Inmobiliaria

Sexto, la burbuja inmobiliaria china comenzó a estallar en verano de 2021. La burbuja atañe no solo a ratios de construcción de casas nuevas totalmente sobredimensionados, sino también a precios de las casas inconsistentes con los fundamentales económicos. Como sabemos en España, digerir una enorme burbuja inmobiliaria lleva mucho tiempo de sacrificios. El sector inmobiliario-constructor chino está sobredimensionado en hasta un 10% de su PIB. Los próximos años veremos cómo desaparece este exceso de actividad, algo que cimentará la desaceleración económica de China y podría generar tensiones en su sistema financiero.

Séptimo, el sector exterior chino pesa aproximadamente una quinta parte de su PIB. Coyunturalmente, las exportaciones están cayendo intensamente debido a la migración del consumo occidental desde bienes hacia servicios, consistente con un comportamiento post pandémico. Estructuralmente, los costes laborales chinos han crecido mucho más que la productividad durante los últimos quince años, lo que ha restado competitividad al sector exterior. Este factor, unido a tendencias conducentes a reducir riesgos asociados a cadenas de suministros, lo que supone deslocalizar una parte de los centros fabriles, está afectando negativamente a las exportaciones chinas. No es de extrañar que México sea ya el primer socio comercial de Estados Unidos: las fábricas de empresas norteamericanas que se relocalizan lo hacen en México y en el Sudeste Asiático.

No hay que negar los enormes logros conseguidos por la economía china durante los últimos cuarenta años. Enmarcan la historia económica. Entre otros, China ha sido capaz de eliminar la pobreza extrema, ha generado un nivel de renta per cápita aceptable (similar a la de Rumanía o Bulgaria en términos de dólares corrientes), y ha superado a la zona euro como segunda economía del mundo. Con todo, en mi opinión (fuera de consenso), si se tienen en cuenta los factores expuestos en este artículo, la economía china probablemente no supere a la de Estados Unidos.

 

Decisiones difíciles

Existen crisis coyunturales, y otras más estructurales. Los problemas que afronta China son principalmente estructurales, lo que requiere decisiones valientes en política económica. Una economía endeble genera cicatrices sociales (en España, el desempleo llegó al 27% en 2012). EEUU superó su crisis de 2007-2008 con decisiones muy difíciles, que supusieron reconocer las pérdidas de su sector inmobiliario y financiero, y la recapitalización rápida de este último, lo que permitió que volviera a actuar como pulmón financiero de la economía. La imagen interna y externa del país se deterioró, pero recuperó el PIB perdido en cinco trimestres. España hizo lo contrario, negar la mayor, dejar que las promotoras quebradas contagiaran el balance de los bancos, no reconocer la realidad del sistema bancario, y permitir que este contagio afectara a la parte sana de la economía en forma de una gran restricción de crédito. España tardó diez años en recuperar el PIB perdido.

Las preguntas que surgen son: primera, ¿cuál de las dos políticas aplicará China?, y segunda, cuando afronte la crisis económica y social, ¿aumentará el Partido Comunista Chino la exposición de poder geopolítico buscando aglutinar a la población frente a un “enemigo” exterior?

Si esta última se resuelve con un signo afirmativo, volveremos a plantearnos la paradoja anticipada por Escipión.