POLÍTICA EXTERIOR  >   NÚMERO 207

Soldados españoles (izquierda) y búlgaros (derecha) durante la misión conjunta de la Policía Aérea de la OTAN llevada a cabo en Graf Ignatievo, Bulgaria (17/02/2022). HRISTO RUSEV/GETTY

Una alianza por la paz, la seguridad y la democracia

La Cumbre de Madrid llega en una coyuntura estratégica que nos recuerda la centralidad de la OTAN para la defensa de España y Europa.
José Manuel Albares
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Las fosas comunes en Bucha, Ucrania, durante una guerra ilegal, injusta e injustificable en Europa y el uso de los flujos energéticos o de los movimientos migratorios irregulares como instrumentos de presión sobre nuestros países son amenazas y ataques que rompen los paradigmas geoestratégicos asumidos por la comunidad internacional desde hace décadas. La OTAN, una alianza de democracias en la que España es un actor destacado desde su ingreso hace 40 años, mira ahora hacia su futuro queriendo hacer frente a esos desafíos y a quienes tratan de minar las bases sobre las que se asientan nuestra seguridad y prosperidad. La defensa del orden internacional basado en reglas, el cumplimiento del Derecho Internacional y la necesidad de repensar nuestra defensa para afrontar antiguas y nuevas amenazas marcan el futuro inmediato de la organización. Y en este contexto, la celebración de la Cumbre de la OTAN en Madrid en junio de este año es sin duda una oportunidad única y un momento de referencia para España y sus aliados.

 

Entre Ucrania y las nuevas amenazas

La posición de la OTAN sobre la seguridad de los próximos años se definirá en la Cumbre de Madrid, con el nuevo Concepto Estratégico. El nuevo concepto se adoptará en un contexto de seguridad muy distinto al que sirvió de base al Concepto Estratégico de Lisboa en 2010. La Alianza había entrado entonces en operaciones de gestión de crisis e iniciativas de seguridad cooperativa no solo en las inmediaciones del espacio euroatlántico, como los Balcanes, sino también más allá. Ejemplo de ello son las operaciones en Libia o Afganistán.

La misión de la OTAN en este último país ilustra mejor que ninguna otra el paradigma que culmina en Lisboa. A principios de los años noventa y hasta mediados de la pasada década, la defensa colectiva y la disuasión, que habían monopolizado los esfuerzos de la OTAN durante la guerra fría, fueron adquiriendo progresivamente un papel secundario.

La anexión de Crimea en 2014, que marca el inicio del intento sistemático de subvertir la arquitectura de seguridad europea, y la acción de ciertos países contra las bases que sostienen el orden internacional basado en normas, habían empezado a sentar los términos del debate, más centrado en adaptar la Alianza a esta nueva ola de competición entre potencias. Esto requería darle un enfoque más global, dada la importancia que ha adquirido la región del Indo-Pacífico.

Es justo en este contexto en el que se produce la agresión rusa a Ucrania. Esta invasión injustificada ancla nuestra reflexión en elementos muy concretos que afectan al día a día de nuestras sociedades y supone un salto cualitativo inaceptable, pasando de la amenaza a la coerción y la violencia. El retorno de la guerra como instrumento de política exterior obliga a Europa y a sus aliados a replantear toda la arquitectura de seguridad desarrollada en el continente y conduce a un cambio de postura de la organización.

La respuesta de la OTAN y de los aliados marca el contexto de la Cumbre de Madrid, dotando de una importancia aún mayor a una cita que de por sí supone un hito. El eje de esa respuesta tiene que ser la unidad. Este es el concepto fundamental sobre el que España quiere celebrar la cumbre, el elemento sobre el que fijar objetivos y gestionar acuerdos. Unidad y cohesión. España quiere una aproximación positiva a las cuestiones clave en la agenda de la cumbre: la definición de las amenazas y riesgos, el enfoque con visión de medio y largo plazo del Concepto Estratégico y las tareas fundamentales que de este van a derivarse, cómo asumir su coste y articular en ellas la relación con nuestros socios.

Esta nueva proyección abordará los desafíos actuales y un concepto de seguridad que abarque las amenazas híbridas, las nuevas asociaciones necesarias para nuestra seguridad y elementos como la lucha contra el cambio climático o la agenda de mujeres, paz y seguridad.

 

El flanco sur y la OTAN de 360 grados

Precisamente, en este nuevo contexto y aunque la atención esté hoy centrada en el este y la agresión rusa a Ucrania, no podemos olvidar la importancia del flanco sur para nuestra seguridad. Una región en la que Rusia está cada vez más presente.

Los esfuerzos y recursos de la organización en los últimos años se han centrado más en reforzar las capacidades en el flanco oriental, foco tradicional para la OTAN, que en promover la seguridad y la estabilidad en los países de nuestra vecindad sureña, región que no se incluyó hasta hace pocos años en la agenda de la Alianza. España seguirá siendo uno de los principales impulsores de dotar de mayor visibilidad y protagonismo al sur en la agenda, equilibrando así la tendencia natural de la Alianza hacia el Este. De la región del Sahel también depende la seguridad europea; la inestabilidad en el flanco sur redunda inevitablemente en amenazas a la seguridad de la OTAN.

Así lo reconocieron los jefes de Estado y de gobierno de la OTAN, que incluyeron el Sahel en el comunicado de la Cumbre de Bruselas de 2021, reconociendo que el deterioro de la seguridad es relevante para la seguridad colectiva de la OTAN. Y lo es aún más en este momento, cuando Rusia consolida su presencia en países como Malí y República Centroafricana, tan importantes para la seguridad de la OTAN, de Europa y de España. Como respuesta, la organización debe profundizar en sus alianzas con socios del sur, como es el caso de Mauritania. Nuestro compromiso y trabajo conjunto, como alianza, con las estructuras del G5 Sahel y de otros actores como la Unión Europea son claves en la definición de un concepto de organización que se adapte a la realidad. España impulsa esta dimensión, no solo por su geografía, sino también por su presencia en la región, como muestra el liderazgo que ejerce actualmente en la Alianza Sahel. Somos un referente en cualquier debate sobre el sur en la OTAN y nuestra preocupación debe encontrar reflejo en la Cumbre de Madrid.

 

Nuevas amenazas y amenazas híbridas

La Alianza no solo deberá centrarse en sus flancos geográficos, sino dar respuesta también a las evoluciones tecnológicas globales, adaptándose con flexibilidad y celeridad a las tecnologías disruptivas emergentes, sus implicaciones estratégicas, sus incidencias operativas y sus aplicaciones militares. La gestión de los datos, la computación cuántica, la robótica, la nanotecnología, el Internet de las cosas o la inteligencia artificial abren una nueva era de oportunidades pero también de amenazas. La actual revolución tecnológica exigirá a todos los aliados un esfuerzo sostenido para transitar desde las capacidades tradicionales propias de la era de la industrialización, centradas en grandes plataformas militares (platform-centric), a nuevas capacidades configuradas en torno a las tecnologías de la información y la comunicación, los sistemas integrados no tripulados de combate o los sistemas de armas autónomos (system-centric).

Todo ello necesita que la Alianza y los aliados procedamos a una adaptación y modernización de nuestras capacidades, de los procesos de toma de decisiones y de las estructuras de mando y control, así como a los necesarios reajustes y reasignaciones presupuestarias.

 

«No podemos olvidar la importancia del flanco sur para nuestra seguridad. Una región en la que Rusia está cada vez más presente»

 

En la Cumbre de Madrid endosaremos el acelerador de innovación en materia de defensa cibernética (DIANA), un impulso en la búsqueda de soluciones comunes a los nuevos desafíos de seguridad. Vivimos una época en la que las fronteras entre paz, crisis y conflicto se difuminan a consecuencia de la pluralidad de actores, la versatilidad de tecnologías y la emergencia de unas amenazas híbridas que, aunque desestabilizan nuestras sociedades y economías, no llegan a provocar una respuesta militar colectiva. La OTAN deberá disponer de una autonomía de inteligencia e información que le permita anticiparse a cualquier escenario híbrido. A ello dará respuesta también el Concepto Estratégico de Madrid.

La desinformación y las fake news constituyen una de las amenazas híbridas más insidiosas y peligrosas de nuestro tiempo. Así lo reconocimos españoles y estadounidenses con ocasión del reciente seminario bilateral sobre ciberseguridad celebrado en Madrid el 7 de marzo, y así lo reflejará igualmente la Alianza en el Concepto Estratégico.

Consciente de ello, la OTAN ya designó la ciberseguridad como un dominio operativo, creando un Centro de Excelencia de Ciberdefensa en Tallin y el Centro de Excelencia para la Comunicación Estratégica de Riga, al que España se ha sumado recientemente. Este ámbito se une en pie de igualdad a los de tierra, mar, aire y espacio y ha comenzado a dotarse de las políticas, estructuras y mecanismos que aseguren, por un lado, una ventaja comparativa tecnológica respecto a posibles rivales y, por otro, una adecuada resiliencia y capacidad de respuesta a ataques cibernéticos o de naturaleza híbrida.

Otros desafíos con creciente potencial desestabilizador, que sin duda los aliados identificaremos como tales en Madrid, son las amenazas contra la seguridad energética y la manipulación de los flujos migratorios. El acceso a una energía garantizada y a precios asequibles es ya una precondición esencial de nuestra seguridad individual y colectiva; la interrupción de su suministro puede convertirse en una herramienta de presión permanente que los aliados de la OTAN debemos rechazar con firmeza. Por otro lado, la inaceptable instrumentalización de los movimientos migratorios contra nuestra seguridad territorial y la integridad de las fronteras exteriores es una herramienta desestabilizadora de primer orden. Los ciudadanos esperan de la Alianza respuestas adecuadas a dichos retos.

La relación con China será también parte de la reflexión de la Cumbre de Madrid. En la de Bruselas la aproximación se materializó en la definición de China como “rival sistémico”, en parámetros muy similares a los que se manejan en la UE, con amplias referencias a los desafíos que presenta tanto su desarrollo militar como su doctrina, desde el aspecto cíber hasta el nuclear. Se señaló, sin embargo, que la OTAN no debe renunciar a un diálogo con China siempre que sea posible, en función de nuestros intereses, de la posición de Pekín y de las oportunidades de colaboración.

 

La Unión Europea y la OTAN: un diálogo imprescindible

El refuerzo de las capacidades conecta el debate aliado con el europeo. Y este con el del futuro entre la UE y la OTAN, que España impulsa como miembro de ambas organizaciones. La respuesta a la agresión rusa ha revelado con claridad las posibilidades reales de alcanzar “sinergias estratégicas” entre las dos organizaciones. La OTAN, como alianza defensiva, ha reforzado su disuasión y la UE, además de responder con las sanciones, se ha servido del Instrumento Europeo para la Paz para canalizar en un marco multilateral el suministro de material militar a Ucrania. La Unión también puede contribuir a la acción de la Alianza, como ha hecho con la imposición de una batería de sanciones sin precedentes tras la agresión rusa contra Ucrania. Sin ellas, los esfuerzos de disuasión de la OTAN no serían tan efectivos.

Las líneas de esa nueva visión de la UE se detallan en la Brújula Estratégica, que el Consejo Europeo endosó en marzo, y en la que España desempeñó un importante papel. Este documento busca establecer objetivos y acciones dirigidas a convertir la Unión en un verdadero actor global de seguridad. En este empeño, Europa debe contar con la OTAN, tanto por la comunidad de miembros y espacio geográfico de actuación como por las amenazas, desafíos, principios y valores que comparten ambas organizaciones. La Brújula también brinda a los aliados la posibilidad de buscar líneas comunes y sinergias en la elaboración del nuevo Concepto Estratégico, dado que 21 miembros de la UE deben a su vez compartir con la OTAN su gasto en defensa, innovación y promoción de la resiliencia.

Con la invasión de Crimea en 2014 cae la idea de la ausencia de amenazas externas a la seguridad europea, así como el de la estabilidad relativa en el vecindario sur después de las sucesivas crisis en Siria, Libia y Malí. Para hacerles frente es necesario contar con una disuasión nacional y, por tanto, reforzar las capacidades de nuestras fuerzas armadas en el contexto de sus compromisos con la OTAN y ahora también con la UE.

 

España en la OTAN: solidarios con el este, fundamentales en el sur

El 30 de mayo, España cumplirá 40 años en el seno de la OTAN, trabajando en la construcción de consenso y de diálogo con aliados y socios. La celebración de la Cumbre de Madrid coincide con un momento crucial: la unidad y relevancia de la OTAN nunca han sido mayores.

España ha estado a la altura de las circunstancias como miembro fiable de la OTAN, de la UE y como país defensor de la legalidad internacional. Nos hemos situado a la vanguardia de los países que han pedido una respuesta contundente a la agresión rusa, hemos aprobado el envío de material militar y apoyo humanitario a Ucrania y mostramos, día a día, una total solidaridad con nuestros aliados, a través del compromiso de recepción de refugiados y reforzando nuestra presencia en las misiones de la OTAN en el Báltico. El paquete humanitario para Ucrania y sus vecinos por valor de 31 millones de euros, la acogida de más de 125.000 refugiados procedentes de Ucrania, el Fondo España-UNESCO para salvaguardar el patrimonio cultural ucraniano y la reapertura de nuestra embajada en Kiev son los ejemplos más recientes.

La contribución de España a la organización es reflejo de nuestro compromiso con sus objetivos y con nuestros aliados. Con casi un millar de efectivos, las fuerzas armadas españolas participan en las principales operaciones de la OTAN, tanto de carácter permanente como en las de carácter rotatorio. De este modo, la participación y despliegues de España en el marco de la Alianza cubren tanto su flanco este con nuestras contribuciones al Battle Group en Letonia y a la Policía Aérea del Báltico, ahora en Lituania, como también la seguridad en la región mediterránea y la lucha contra el terrorismo. Sin olvidar, por último, nuestra importante participación en la cobertura del dominio marítimo a través de las Fuerzas Navales Permanentes.

Formar parte de la OTAN es, además de un posicionamiento claro respecto a la democracia –el preámbulo del Tratado de Washington se refiere expresamente a la defensa de la democracia, las libertades individuales y el imperio de la ley– y, por supuesto, a la seguridad, un compromiso que implica a todas las administraciones públicas e instituciones de España. Para ello, necesitamos unas fuerzas armadas modernas y capaces, como son las de España, cuya labor es reconocida por todos nuestros aliados y socios, y de una contribución financiera sostenible y acorde con este compromiso.

 

La centralidad de una Alianza

La Cumbre de Madrid llega en una coyuntura estratégica y política que nos recuerda la centralidad del vínculo transatlántico en nuestra defensa y en la de Europa. La defensa de la democracia, el Estado de Derecho y los derechos humanos dentro y fuera del espacio euroatlántico así lo requiere. España está a la altura en estos tiempos tan complejos y lo estará en la cumbre. Nos jugamos mucho y nuestro liderazgo, en defensa de nuestros valores e intereses y los de nuestros aliados, se plasmará en nuestra calidad de país anfitrión de la Cumbre de la OTAN de Madrid. Y también, en 2023, como presidencia del Consejo de la Unión Europea durante el segundo semestre. España pondrá a disposición todas sus capacidades de liderazgo como un verdadero actor global, para garantizar que la OTAN se refuerce como organización garante de la seguridad y la democracia y que Europa siga siendo una tierra de paz y prosperidad. ●