POLÍTICA EXTERIOR  >   NÚMERO 196

Juan Guaidó pronuncia un discurso ante sus seguidores durante una reunión en Socopo, estado de Barinas, Venezuela, el 1 de junio de 2019. GETTY

Venezuela, la desintegración de la integración

La crisis venezolana se lidia fuera de los límites de América Latina y ha desvelado la debilidad del entramado institucional del regionalismo, víctima de la polarización y la fragmentación.
Anna Ayuso
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A comienzos del siglo XXI, la visión revolucionaria del entonces presidente de Venezuela, Hugo Chávez, junto al liderazgo asertivo en Brasil de Luiz Inácio Lula de Silva y el regionalismo autonomista de los gobiernos kirchneristas en Argentina impulsaron el surgimiento de un regionalismo “posliberal o poshegemónico”, según lo denominaron académicos como Diana Tussie y Pía Riggirozzi. Este regionalismo se basaba en los postulados del Socialismo del siglo XXI de Chávez y se contraponía a los del regionalismo liberal que había dominado América Latina en la década anterior. Surgieron entonces numerosas iniciativas de integración que se sumaron a las ya existentes, configurando una estructura multilateral multidimensional con diferentes espacios regionales que van desde el ámbito hemisférico a espacios subregionales. Este entramado de capas superpuestas de proyectos ideológicamente dispares generó colisiones entre distintos foros con competencias también superpuestas.

Chávez no dudó en usar generosamente la “diplomacia petrolera” de chequera para promocionar una integración regional alternativa a los acuerdos de libre comercio, y en contraposición a la hegemonía estadounidense tradicionalmente ejercida a través de la Organización de Estados Americanos (OEA). El proyecto emblemático fue la Alianza Bolivariana para los pueblos de Nuestra América-Tratado de Comercio de los Pueblos (ALBA-TCP), que, liderado por Venezuela y Cuba, reunió al núcleo duro de los países de la izquierda bolivariana al que se sumaron Nicaragua, Surinam, Bolivia y Ecuador, junto a países insulares del Caribe. Este proyecto nunca llegó a convencer a las potencias regionales, que permanecieron al margen, creando sus propios espacios de influencia.

Sin embargo, la ALBA llegó a constituirse en un grupo de presión con incidencia en otras instituciones regionales, condicionando la toma de decisiones. Su poder se fue resquebrajando con los cambios políticos en Ecuador y luego Bolivia, que abandonaron la iniciativa, y a los que probablemente seguirá Surinam tras las elecciones de…

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