Autor: Matt Taibbi
Editorial: Penguin Random House
Fecha: 2017
Páginas: 322
Lugar: EE UU

Vida y muerte de Eric Garner

Jorge Tamames
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El mundo entero pudo presenciar la muerte de Eric Garner, el 17 de julio de 2014, en el distrito neoyorquino de Staten Island. El vídeo grabado por uno de sus compañeros muestra cómo la policía local le acosa hasta que dos agentes se abalanzan sobre él y uno de ellos, vestido de paisano, le hace una llave de estrangulamiento. “I can’t breathe”, repite mientras los policías continúan apretando. “No puedo respirar. No puedo respirar. No puedo respirar”. Garner moría una hora después. Su homicidio y el de otro afroamericano, Michael Brown, en la ciudad de Ferguson, impulsaron el movimiento por las vidas negras (Black Lives Matter) en Estados Unidos. La frase que Garner repetía mientras le arrancaban la vida se convirtió en una de sus consignas más impactantes.

El 2 de abril, coincidiendo con el 50 aniversario del asesinato de Martin Luther King, han abundado las reflexiones sobre la persistencia del racismo en la sociedad estadounidense. Autoras como Keeanga Yamahtta-Taylor y Michelle Alexander han publicado estudios excelentes sobre el movimiento BLM y la opresión sistémica –brutalidad policial, encarcelamiento masivo, discriminación laboral– a la que aún hacen frente las comunidades negras en EEUU. El reto que se propone I Can’t Breathe es diferente: contar la historia de Garner a través del testimonio de sus seres queridos y los activistas que lucharon, sin éxito, por obtener justicia tras su muerte.

La trayectoria del autor ya indica que el libro no es solo una biografía. Matt Taibbi, columnista en la revista Rolling Stone, es una de las plumas más mordaces e incisivas del país. Su versatilidad ha quedado plasmado en libros como Cleptopia (sobre Goldman Sachs y la crisis de 2008), Insane Clown President (crónica de la campaña presidencial de Donald Trump) y La Brecha, un análisis brillante sobre cómo la desigualdad está desfigurando EEUU en ámbitos tan variados como la justicia, la política migratoria, la discriminación racial o el sistema financiero.

Al terminar este libro, en 2014, Taibbi se planteó escribir un artículo sobre el homicidio neoyorquino para su revista. A medida que comenzó a entender la historia quedó cautivado con Garner y decidió escribir un libro sobre su vida. La de un hombre inmenso (metro noventa, 160 kilos) que se ganaba la vida vendiendo cigarrillos sin licencia en el parque donde murió estrangulado. Garner había sido camello de crack, pero abandonó la venta de droga para poder mantener a su familia con una actividad que, si bien estaba en los márgenes de la ley, no molestaba a nadie. I Can’t Breathe cuenta la historia de un hombre imperfecto, comprometido con sus seres queridos y amado por sus amigos, que se ve atrapado en un mundo cada vez más hostil.

Taibbi tiene un talento considerable para explicar dinámicas complejas de manera accesible, y entrelaza la historia de Garner con la de la evolución los cuerpos policiales estadounidenses, sobre los que ha escrito en multitud de ocasiones. Describe con rigor los efectos devastadores que produjo la teoría de las ventanas rotas de George Kelling, según la cual la policía debía centrarse en erradicar pequeñas ofensas y desperfectos para establecer una imagen de orden en las ciudades del país. Aunque Kelling no lo planeara así, la estrategia tomó vida propia y, con Nueva York a la cabeza, EEUU se volcó en una cruzada para vigilar y acosar barrios latinos o negros, cuyos habitantes son frecuentemente percibidos como delincuentes en potencia. El toque de gracia lo dio la cuantificación de la actividad policial a través de sistemas como CompStat –fantásticamente ilustrado en la serie The Wire–, que presionan a los propios policías a realizar arrestos constantes para dar fe de su “competencia”. Garner, un hombre inofensivo, cayó en esta red y comenzó a sufrir un acoso constante. Hasta el día en que, por dignidad personal, se negó a ser detenido.

 

 

Otra dinámica detrás de su muerte fue el proceso de gentrificación del vecindario donde vendía cigarrillos. Con unos condominios de lujo a punto de inaugurarse en la acera de enfrente, las idas y venidas de un afroamericano grande y desaliñado iban a resultar incómodas para el vecindario. “Medio siglo después del movimiento por los derechos civiles, los americanos blancos no quieren conocer a este hombre”, escribe Taibbi. “No le quieren andando por su barrio”. Salvando las diferencias –especialmente las que conciernen a la brutalidad policial–, nos encontramos con una dinámica común a muchas ciudades en España, como atestigua la muerte reciente del mantero Mame Mbaye.

A lo largo de su trayectoria profesional, Taibbi se ha dado a conocer por su estilo gonzo y su prosa cáustica e irreverente, que en ocasiones le ha traído problemas. En I Can’t Breathe adopta un tono más grave, si bien no escatima a la hora de criticar a los diferentes personajes que, de una forma u otra, usaron la muerte de Garner con oportunismo. El peor de ellos fue Dan Donovan, el fiscal encargado de juzgar al agente que le mató. Donovan optó por absolverle para después presentarse a unas elecciones al Congreso con una campaña indisimuladamente racista (que ganó). Pero tampoco la izquierda neoyorquina sale bien parada. Bill de Blasio, un alcalde pretendidamente progresista, queda retratado como un absoluto incompetente. El activista afroamericano Al Sharpton tampoco se muestra a la altura de las circunstancias.

Quien destaca en el relato de Taibbi, además de un Garner que resulta querible, es su hija Erica. Tomó la muerte de su padre como un punto de inflexión, que le llevó a adquirir un compromiso político tenaz y conmovedor (protagonizó el anuncio de campaña más emotivo de las elecciones presidenciales, en el que daba su apoyo al socialista Bernie Sanders). Erica Garner murió el 30 de diciembre de 2017, a la edad de 27, tras sufrir un paro cardíaco. Un final triste a una historia que también lo es, y que Taibbi ha logrado transmitir con gran belleza.