POLÍTICA EXTERIOR  >   NÚMERO 195

Trump, durante una visita a la factoría de Honeywell International en Phoenix, Arizona, encargada de producir mascarillas N95 (5/5/2020). BRENDAN SMIALOWSKI/AFP/GETTY

Virus en un país en retirada

Con la crisis sanitaria Donald Trump está consiguiendo mantener y solidificar su apoyo electoral, pero también enardecer y unir a todos sus opositores.
Jaime de Ojeda
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Dos tremendos virus atacan a Estados Unidos: el SARS-CoV-2 y Donald Trump. El primero está diezmando al cuerpo de la población; el segundo corroe su mente con no menos fuerza. Parece que el primero amaina; desgraciadamente, el segundo prevalece y no hay antídoto ni vacuna que lo detenga.

Ha sido desastrosa la gestión del gobierno de Trump para prevenir y después controlar la pandemia del coronavirus. No quiso escuchar la alarma de los científicos desde diciembre de 2019; al contrario, el año pasado la administración Trump eliminó el departamento de Gestión de Epidemias que existía en el Consejo de Seguridad Nacional y ha despedido de manera sistemática a los científicos epidemiólogos en las demás agencias, incluso en la secretaría de Salud Pública. Aun así, es ­inexplicable el caos, la inacción, el increíble desorden con que el gobierno ha reaccionado cuando el elevado número de víctimas le obligó a reconocer la pandemia.

Por desgracia, lo único que motiva a Trump es su interés. Tiene un instinto animal para olfatear cualquier peligro que aceche su imagen y cualquier oportunidad que la realce; y amenaza como un jabalí con sus colmillos a quienes lo acosan. Su lema es nunca reconocer un error, menos aún pedir perdón, y siempre contraatacar sabiendo que la calumnia corre como un fuego que la lentitud de la judicatura no puede parar.

El presidente no quería admitir la pandemia y menos aún dictar medidas cautelares que habrían sido impopulares. Al ser preguntado uno de sus seguidores por la razón de su apoyo contestó: “me gusta porque dice siempre lo que quiero oír”. Y, en efecto, nadie quiere escuchar que una pandemia pueda afectarle personalmente, ni que las medidas cautelares puedan cerrar la economía, arrojarlo al paro y sufrir un sinnúmero de molestias en su vida cotidiana.

Cuando la realidad…

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