POLÍTICA EXTERIOR nº 176 - marzo-abril 2017
Carta de Europa: Visión europea de Alemania
Los alemanes han mostrado su determinación para proteger a la Unión Europea. Sin embargo, Berlín es consciente de que no es el momento de los ideales, sino del pragmatismo y la flexibilidad.
Ante la perspectiva de salida de Reino Unido de la Unión Europea y la incertidumbre sobre el compromiso de Estados Unidos con Europa y en Europa, la prioridad de Berlín en los últimos meses ha sido mantener la unión de los 27. Para el gobierno federal de Alemania, la UE sigue siendo el principal marco de cooperación europea en términos económicos y políticos, y un área importante para abordar de forma colectiva los desafíos de seguridad. La determinación entre la clase política alemana de proteger a la Unión frente a un número creciente de amenazas, tanto dentro como fuera, ha demostrado solidez durante la última década, e incluso se ha fortalecido ante el riesgo real de desintegración.
La canciller Angela Merkel y su gobierno han invertido gran cantidad de energía para mantener unida a la UE durante las crisis de los últimos años, pero Berlín no alberga ilusiones con el estado de la cohesión europea. La debilidad de la Unión frente a un número cada vez mayor de desafíos es una verdadera preocupación para el gobierno alemán. Por ahora, Berlín ha decidido no abandonar sus ambiciones europeas. ¿Cuál es la visión de Alemania para reforzar la vitalidad de la Unión?
Pocas semanas antes del 60 aniversario de la firma del Tratado de Roma, la visión de Berlín es más bien pragmática, lo que representa un cierto cambio de trayectoria. En las últimas cuatro décadas, Alemania ha estado entre los miembros de la UE que han participado activamente en los debates constitucionales de la Unión, incluyendo la Constitución Europea. Los alemanes han tenido un fuerte vínculo mental con la construcción de la Comunidad Europea y la UE. Ahora la actitud general se ha hecho más transaccional, y la cuestión clave del debate en Berlín se ha vuelto bastante simple: ¿Cómo podemos, nosotros, europeos, demostrar de nuevo a los ciudadanos que vale la pena cooperar y que, de hecho, logramos mejores resultados trabajando juntos?
El gobierno alemán cree que este no es el momento para una visión ideal o para más lírica sobre el concepto de una “unión cada vez más estrecha”, sino más bien el tiempo para hacer cosas. Volver a defender una cooperación europea que dé resultados se ha convertido en el lema diario en Berlín. Esto puede sonar banal, pero los observadores de la UE saben muy bien lo difícil que se ha convertido en muchos Estados miembros defender Europa ante la oleada de nacionalismo y proteccionismo.
La razón por la cual Alemania sigue participando en la cohesión europea es que la UE continúa siendo un marco favorable para el interés alemán. Su modelo económico y político se beneficia enormemente de la Unión, y Berlín sigue creyendo que con ella puede contribuir mejor a dar forma a un orden mundial que sirva al interés alemán y europeo en general. Solo que este orden mundial tampoco está en buena forma, y el nuevo presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha generado razones para la preocupación en Alemania, al anunciar una agenda proteccionista e introspectiva. Parece que Berlín está dispuesto a coger el guante.
Cuando estos días se dirige a la opinión pública alemana, Merkel elige mirar al exterior. La pregunta central de la canciller en varias ocasiones ha sido cómo los alemanes y los europeos pueden seguir apoyando y dando un rostro humano a la globalización, en un momento en que existe un creciente reflejo de retirada entre los ciudadanos, de introspección y de anhelo de la estabilidad más que el cambio. La respuesta de Merkel es clara: no hay que cerrarse al mundo, sino abrazar la oportunidad de darle forma. Con la confianza de un líder que sabe que es importante que Alemania tenga un asiento en la mesa, Merkel quiere preparar a los alemanes para estar ahí fuera y no temer lo desconocido. En lugar de prometer protección, Merkel aboga por la amplitud de miras. Este ha sido el patrón en sus discursos desde hace bastante tiempo, y es un mensaje cuidadosamente elaborado por sus asesores, y probado por su impacto en el público, en particular por los votantes de Merkel.
En año electoral, la canciller es consciente de que tal enfoque conlleva riesgos. Ha habido una creciente sensación entre el público de que el gobierno federal ha estado haciendo muchas cosas por “otros” (“los griegos”, “los refugiados”) pero ¿qué pasa con “nosotros”, los alemanes? “Poner Alemania primero” no es algo desconocido para los alemanes. Merkel se encarga de aliviar los temores de quienes siguen esta línea de pensamiento, explicando que ya no hay una demarcación clara entre “dentro” y “fuera”, y que comprometerse con Europa y el mundo significa, de hecho, estar trabajando por el interés del pueblo alemán. Para equilibrar su mensaje de apertura, a menudo argumenta que los intereses y la seguridad de los alemanes han sido de suma importancia para el gobierno. Por ahora, el discurso sobre la apertura para el interés alemán goza de amplio atractivo para los ciudadanos y permite al gobierno invertir en soluciones europeas. Ante la elección más difícil a que se va a enfrentar durante su mandato, Merkel siente que necesita luchar más por los alemanes para abrazar la cooperación europea y el mundo en general. Después de la elección de Trump y la imprevisibilidad que conlleva, este será un trabajo aún más exigente para Alemania y para la propia canciller.
En este contexto, la opción de invertir en la UE es natural. Pero Berlín debe asumir su parte de culpa por la actual falta de influencia de la Unión. A pesar de sus importantes elementos de poder, Alemania no ha logrado crear la suficiente tracción entre sus socios de la UE en políticas fundamentales como la futura gobernanza de la zona euro o la gestión de la crisis de refugiados desde 2015. Berlín a veces se ha alejado de otros miembros de la Unión, tanto en términos de política como de estilo. Sin embargo, ante la amenaza existencial de desintegración, los miembros de la Unión son ahora capaces de reconocer lo que perderían si la UE fracasara. El escenario más probable no sería un gran estallido, sino una pérdida progresiva de relevancia, hasta el punto de que la UE y sus instituciones se convertirían en una sombra de su existencia.
En Alemania, hay una nueva reflexión sobre la premisa de que invertir en la UE significa invertir en coaliciones rejuvenecedoras. En esta búsqueda de socios, los políticos alemanes tienen claro que cualquier cálculo de coaliciones y colaboración en la Unión tendrá inevitablemente que involucrar a Francia. El eje franco-alemán ha gozado de poco ímpetu en esta etapa, pero ha recuperado energía en los últimos meses. Si bien la colaboración franco-alemana era vista hasta hace poco como demasiado débil para impulsar la política de toda la UE, lo urgente ahora no es toda la UE sino “salvar lo que se pueda salvar”. Francia, en este contexto, es un socio indispensable para Alemania, compartiendo la misma reflexión europea. Por tanto, la atención y la devoción de Berlín se han vuelto cada vez más hacia París, con la esperanza de encontrar ideas afines en el Eliseo.
Berlín está preocupado por el futuro de Francia ante las elecciones presidenciales de esta primavera. Para Alemania, Marine Le Pen como presidenta sería una grave amenaza existencial para la UE, de un modo que el Brexit nunca podrá ser. De hecho, el enorme interés de la clase política alemana por las elecciones francesas ejemplifica su deseo de retener a Francia como socio y mantener su longeva relación. Tanto Emmanuel Macron como François Fillon visitaron Berlín en enero, buscando reafirmar su fe en el potencial creativo del eje franco-alemán. Ambos, a su manera, tranquilizaron a la clase política de Berlín asegurando que Francia encontrará nueva fuerza y compromiso para dar forma al futuro de Europa.
Mientras que el gobierno alemán ha encontrado una nueva confianza en su papel e influencia en Europa, Berlín necesita que otros miembros de la UE cooperen y den un nuevo empuje. No hay ninguna razón por la que Alemania no pueda encontrar socios fuera de París.
En cuestión de modos de cooperación, la flexibilidad ha vuelto últimamente a la agenda alemana. Sin embargo, es importante comprender que la última ronda de discusión sobre la cooperación flexible y las diferentes velocidades difiere de los debates más académicos de los años noventa y principios de 2000 (el ensayo de Wolfgang Schäuble y Karl Lamers de 1994 o el discurso en 2000 en la Universidad Humboldt de Joschka Fischer, entonces ministro de Relaciones Exteriores).
Hasta hace poco, los sucesivos gobiernos alemanes se habían mostrado reticentes a adoptar modos flexibles de cooperación. Se consideraba que el peligro de desintegración de un entorno jurídico y político cada vez más complejo superaba cualquier beneficio derivado de la flexibilidad. Dicho esto, Alemania ha sido uno de los países que de hecho más han contribuido a crear una mayor flexibilidad, por ejemplo, con la creación del euro y el espacio Schengen. La visión general, sin embargo, siempre ha sido la de un Rechtsgemeinschaft o espacio de derecho homogéneo.
En el entorno actual, en Berlín hay pues un replanteamiento del valor añadido de modos flexibles de cooperación. El argumento parece en cierta forma invertido: la flexibilidad que muestra resultados tangibles de los beneficios de la cooperación es una forma de evitar que la Unión se desintegre.
Entre funcionarios y expertos alemanes existe, no obstante, un amplio espectro de puntos de vista sobre los tipos y modos de cooperación flexible. Sin embargo, el actual debate sobre flexibilidad está impulsado por la necesidad pragmática de lograr mejores resultados políticos y de hacer frente a desafíos urgentes. En general, refleja un cambio en el pensamiento alemán sobre la integración: durante mucho tiempo, las cuestiones de la UE han sido consideradas en gran medida institucionales y jurídicas, como se refleja en las conferencias intergubernamentales desde el Acta Única Europea de 1986. En la última década, sin embargo, el carácter eminentemente político de estas cuestiones vuelve a estar sobre la mesa.
La próxima ronda de cooperación para una reforma europea y, posiblemente, para una mayor integración será impulsada por una lógica política. Dar forma a las mayorías en Europa se ha convertido en un asunto complicado, pues ya no se requiere solo la construcción de coaliciones entre gobiernos y sus funcionarios. Los gobiernos representan a ciudadanos cada vez más decididos a que su opinión cuente. Es una oportunidad para construir una forma más sostenible de cooperación europea, que Alemania y otros deberían adoptar más que temer ante el 60 aniversario del Tratado de Roma.
-
01 / NOV / 2017BARRY EICHENGREENEmmanuel Macron y Angela Merkel comparten el objetivo de reformar la zona euro. El camino que cada uno plantea es, sin embargo, diferente. ¿Hay una senda in...
-
01 / JUL / 2010
'El rapto de Europa': la crisis desde Alemania
ULRIKE GUÉROT¿Está renegando Alemania del proyecto europeo? La dureza de la crisis ha destapado las frustraciones alemanas con sus vecinos del sur y su cansancio por lid...
Sin comentarios