Imagen obtenida de la cuenta de Twitter de Jair Bolsonaro.

Brasil a un paso del abismo

Juan Vicente Bachiller
 |  8 de octubre de 2018

La primera vuelta de las elecciones presidenciales brasileñas ha dejado como claro vencedor al candidato de la extrema derecha populista y líder del Partido Social Liberal (PSL), Jair Bolsonaro, con un 46% de los votos, disputando el segundo turno con Fernando Haddad, del Partido de los Trabajadores (PT), que obtuvo el 29%. El resultado, que en gran medida era esperado –Bolsonaro siempre fue líder en todas las encuestas electorales y en la última semana había mostrado una tendencia al alza– no deja de ser sorprendente por lo abultado de sus cifras. El líder ultraderechista estuvo a punto de vencer en la primera vuelta, lo cual no se producía desde 1998.

La incontenible marea autoritaria inaugura una nueva fase de la prolongada crisis política brasileña, sumiendo a su hoy en día fragilizada democracia en las profundidades de un clima de polarización, odio y latente violencia política. Esto deja una serie de cuestiones a analizar sobre sus causas inmediatas y abre una serie de interrogantes para el futuro inmediato de Brasil.

Comenzando por los factores que permiten explicar la ascensión, aparentemente imparable, de Bolsonaro al poder, cabe mencionar que en gran medida son similares a los de cualquiera de los líderes populistas que hoy amenazan nuestras democracias liberales. El antiguo coronel del ejército, que lleva más de 30 años como diputado federal, ha conseguido presentarse, a través de una intensa campaña de desinformación e intoxicación como el candidato en contra de las élites y el poder establecido, y como un moralizador de la vida política nacional. Antipolítica, soluciones simplistas a problemas complejos como la corrupción o la inseguridad ciudadana, patriotismo excluyente y odio a mujeres, negros, indígenas y LGTB’s son los ingredientes principales de su programa político. Como no podía ser de otra forma, el principal medio de diseminación de sus ideas son las redes sociales, en este caso con especial protagonismo de los grupos de WhatsApp, a través de la difusión masiva de fake news. Como ingrediente propiamente brasileño, audios y vídeos de casquería pura, relacionados con los crecientes conflictos entre narcotraficantes y fuerzas públicas de seguridad.

Como factores idiosincráticos, cabe destacar precisamente la crisis de seguridad ciudadana, agravada por las políticas de contención del gasto público, que han hecho que las autoridades se muestren incapaces de detener el avance del crimen organizado, con el resultado de que en el último año se registraron más de 60.000 asesinatos en el país. Por otro lado, las investigaciones de la operación Lava Jato, conducidas en gran medida de forma politizada como forma de apartar del poder al PT a través de cualquier medio, han agriado la vida política acabando con la tradicional alternancia en las elecciones presidenciales entre el centroizquierda, representado por este partido, y el centroderecha, representado por el Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB). Ha sido precisamente este último el que, curiosamente, más ha sufrido la ascensión de Bolsonaro; después de ser ellos los principales agitadores del odio a la izquierda como estrategia política, la mayoría de sus electores han preferido la versión más radicalizada que representa el excoronel, habiendo obtenido apenas el 4% de los votos en la primera vuelta.

 

La escalada de tensión en la opinión pública, irresponsablemente agitada por los líderes políticos, no habría sido posible sin el sustrato de determinadas versiones del neopentecostalismo, que cada vez permean más a la sociedad brasileña

 

Inseguridad ciudadana, y también inseguridad económica, son los elementos que fomentan el miedo entre la población, y que encuentra en las estrategias de confrontación política el catalizador para que se convierta directamente en odio visceral ante el adversario político, que pasa a convertirse en un enemigo. Esta escalada de tensión en la opinión pública, irresponsablemente agitada por los líderes políticos, no habría sido posible sin el sustrato de determinadas versiones del neopentecostalismo, que cada vez permean más a la sociedad brasileña. Esta peculiar interpretación de la doctrina cristiana sustituye el “amaos los unos a los otros como yo os he amado” por el “ojo por ojo, diente por diente”, como principio rector de la moral del creyente. Al proyectarse esta visión a la cultura política cotidiana del ciudadano brasileño, hace florecer actitudes favorables a un punitivismo moralista y a entender la justicia como venganza, y no como respeto a las reglas básicas del Estado de Derecho.

Estos son los factores que, a grandes rasgos, ayudan a entender la ascensión del populismo de extrema derecha en Brasil, y que permiten vislumbrar una serie de escenarios prospectivos, en el caso de que al final la candidatura de Haddad no logre revertir la situación en la segunda vuelta que se celebrará el 28 de octubre. Bolsonaro es una gran incógnita para el futuro político de Brasil, y no solamente por lo peligroso de sus ideas, sino por su dudosa capacidad política. En su ya larga trayectoria como político profesional, apenas consiguió destacar más allá de sus bravuconadas y defensa de los intereses corporativos del ejército, pero poco se conoce de sus logros como gestor o tan siquiera como negociador. A pesar de que los mercados han saludado con un cierto optimismo su más que probable presidencia, por las expectativas de establecer un amplio programa de recorte del gasto público y privatizaciones, se trata más bien de una ilusión a corto plazo. La viabilidad de esas reformas con las que sueña el sector privado dependerá de su capacidad de establecer unas mínimas condiciones de gobernabilidad, y para eso se necesita algo más que lanzar discursos incendiarios para fanáticos.

En este sentido, es posible que la nueva composición del legislativo, con mayoría de representantes conservadores, facilite la relación con este poder, aunque podrían darse tensiones con un poder judicial cada vez más protagonista de la vida política nacional. En cualquier caso, no es descartable que si consigue una movilización amplia y masiva de sus seguidores más allá de los comicios, Bolsonaro intente valerse del apoyo popular y de la amenaza militar para pasar por encima de cualquier mecanismo de control, y pervertir las instituciones para hacerse un traje a medida.

Los escenarios varían desde el más lúgubre, en el que Brasil iría camino de convertirse en una Venezuela de derechas, hasta el más benevolente dentro de la crisis, en el que el país experimentaría un amplio retroceso en sus conquistas sociales y políticas, con amplios sectores apoyando sus impopulares medidas, anestesiados por el apelo identitario a los instintos más primarios. En cualquier caso, lo que es cierto es que el bolsonarismo consolida una nueva etapa en la vida política brasileña, en la que lejos quedan ya las esperanzas por construir un país más incluyente y gobernado por instituciones democráticas sólidas.

1 comentario en “Brasil a un paso del abismo

  1. 1-Contención del gasto público.
    2-Inseguridad ciudadana real, con más de 60.000 asesinatos/año.
    3-Escalada de tensión política.
    4-Inseguridad económica.
    5-Lider mesiánico que ofrece soluciones simples a problemas muy complejos
    Tormenta Perfecta: 1+2+3+4+5
    Pero, pero tienen que pronunciarse aún los brasileños.
    Solo podemos decir, que en la historia europea han sucedido hechos muy parecidos, y siempre sin excepción, ocurrió un poco más tarde, lo peor.
    Gracias.

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