Burkina Faso: sankarismo contra el olvido

Myriam Redondo
 |  26 de marzo de 2015

En octubre de 2014 un movimiento popular derrocó al presidente de la antigua colonia francesa conocida como República del Alto Volta. El nuevo gobierno avanza entre las asperezas con el Ejército, la indiferencia internacional y la atención renovada hacia un gran activo de su imagen-país: Thomas Sankara.

El anterior presidente, Blaise Compaoré, intentó enmendar la Constitución para perpetuarse en el poder después de 27 años ocupándolo. Eso dio cuerpo a una ira popular que llevaba tiempo amasándose y terminó provocando su caída. El actual presidente interino, el ex representante ante la ONU Michel Kafando, vadea como puede los choques con los miembros militares de su gabinete y sobre todo con la poderosa guardia presidencial, que disparó a los ciudadanos durante las protestas. Kafando ha apoyado una medida importante: investigar la muerte de Thomas Sankara.

Sankara, militar de afiliación marxista, solo gobernó el país durante cuatro años (1983-1987) pero cambió su fisonomía con uno de los programas políticos más ambiciosos que ha conocido África. Panafricanista, internacionalista, admirador de Nelson Mandela y Gandhi, procedió a la devolución de tierras a los campesinos, la emancipación de la mujer (prohibiendo los matrimonios forzosos y la ablación genital), el aumento de los índices de alfabetización, la extensión de los servicios sanitarios y el fomento de la cultura y el cine.

Joven, con buena presencia y labia (algunos discursos míticos están disponibles en YouTube), se le conoce como el “Che Guevara de África” o el “Che Negro”. El sociólogo boliviano Roberto Fernández Esquicia recuerda en una web consagrada al líder algunas de sus frases más conocidas, entre las que se encuentran “Un militar sin cultura ni compromiso histórico es un asesino en potencia” o “Aunque los revolucionarios, como los individuos, puedan ser asesinados, nunca se podrán matar sus ideas”, pronunciada poco antes de morir.

La cobertura de Burkina Faso se detiene en la mayoría de las grandes cabeceras internacionales (como The New York Times) en noviembre. «Mediáticamente el país recibe el mismo desprecio que el resto de la región», apunta a politicaexterior.com la periodista española Gemma ParrelladaGoogle Trends muestra que las búsquedas sobre Thomas Sankara se dispararon durante el levantamiento y conocen ahora una pequeña remontada. «Yo me atrevería a decir que el sankarismo nunca ha muerto. Ha habido movimientos y partidos que han recogido el testigo y, pese a estar reprimido en cierto momento, el sankarismo o cierta interpretación de él ha sabido llegar hasta hoy», nos explica el corresponsal español experto en África José Naranjo. “El regreso del sankarismo en el nuevo Burkina Faso sería una excelente noticia, pero la división entre los partidos políticos sankaristas y la ausencia de un líder carismático que los aglutine puede ser un serio inconveniente”, dice Antonio Lozano, autor de El caso Sankara, en el blog de El País Planeta Futuro.

Algunas de las batallas de Sankara recuerdan melodías actuales: peleó contra la deuda externa, prohibió los coches de gama alta para los altos cargos, se empeñó contra la corrupción, defendió la ecología y la autosuficiencia alimentaria (“Comamos burkinés” es uno de sus lemas más conocidos). Demasiado para un siglo XX en el que los líderes que apoyaban una descolonización y la independencia real de África desaparecían en circunstancias extrañas.

El capitán fue asesinado junto a 12 hombres y su cuerpo fue desmembrado y enterrado. La familia siempre ha pedido exhumar sus restos, algo que se hará ahora. Con relación al crimen, muchos dedos acusatorios viran hacia Francia, Costa de Mafil y Togo, países que en la época tenían intereses enfrentados a los de Sankara, así como a la CIA, pero sobre todo hacia el hombre que le sustituyó, su antiguo aliado Compaoré. El pase de la película Capitán Thomas Sankara, del realizador suizo Cristophe Cupelin, se convirtió en un gran evento político-social en el reciente Festival Panafricano de Cine y Televisión (FESPACO), celebrado en marzo en la capital del país, Ouagadougou. Durante el encuentro se entregó además el Primer Premio Thomas Sankara, destinado a celebrar la “esperanza y la creatividad panafricana” en el campo del cortometraje.

La revuelta de 2014 fue muy apoyada por el mundo cultural y artístico y en particular por el rapero Sams K Le Jah, ya represaliado por el gobierno por participar en los actos del XX aniversario de la muerte de Sankara en 2007. Para Naranjo, el sankarismo está presente como idea más o menos difusa en muchos burkineses pero no ha jugado un papel tan importante en la revolución, que responde a circunstancias más actuales y en particular «al hartazgo de los jóvenes y de la oposición, que no veían otra vía de acceso al poder». «Puede ser que esa idea nostálgica fuera un telón de fondo, pero no más», añade el reportero. La nostalgia será exhumada ahora en Burkina Faso, que significa literalmente “Tierra de las personas íntegras”.

 

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