Vladímir Putin y Xi Jinping, durante el Foro Económico Internacional SPIEF 2022 de San Petersburgo (17 de junio de 2022). GETTY

China busca llenar el vacío dejado por las sanciones a Rusia (pero a su manera)

Seis meses después del inicio de la guerra en Ucrania y de la imposición de sanciones a Moscú, China no ha dudado en llenar el vacío dejado por la desvinculación entre Rusia y la OCDE, pero con cuidado de no comprometer sus propios intereses económicos en el proceso.
François Chimits y Antonia Hmaidi
 |  6 de septiembre de 2022

Desde el comienzo de la guerra en Ucrania, China se ha cuidado de mantener oficialmente una “neutralidad prorrusa”. Sin embargo, la maquinaria propagandística de Pekín trabaja sin descanso para amplificar las narrativas rusas en línea con su reciente “amistad sin límites”. Pekín se ha negado a imponer ninguna sanción a Moscú y, tras un periodo inicial de ajuste marcado por la desvinculación económica, no ha dejado de profundizar en sus lazos económicos con Rusia. Al mismo tiempo, China pretende minimizar su exposición a las sanciones de la OCDE y exige altos precios de exportación a su vecino del norte, especialmente para productos de importancia estratégica como los semiconductores.

 

Exportación de semiconductores de China a Rusia

Las importaciones chinas procedentes de Rusia –compuestas casi en su totalidad por materias primas– experimentaron un breve descenso tras el 24 de febrero, pero luego se recuperaron, primero por la subida de precios provocada por la guerra y luego por el crecimiento de los niveles de importación, en contraste con la fuerte caída de las importaciones del G7. Los temores a las sanciones que primero limitaron los volúmenes de importación —especialmente de petróleo, respaldado por grandes acuerdos financieros potencialmente expuestos a sanciones secundarias— se han desvanecido a todas luces. Los bajos precios del petróleo y el gas rusos han contribuido a atraer más compras de China, quien ahora ha superado a Alemania como mayor comprador individual de energía rusa. Además, otras grandes economías emergentes se están acercando rápidamente. En comparación con el auge de abril-mayo, los volúmenes de importación en junio se ralentizaron un poco; esto puede deberse a la escasa demanda de una economía china en desaceleración y a algunas limitaciones en la producción y el suministro debido a las sanciones.

 

 

Las exportaciones chinas a Rusia cayeron en picado tras el estallido de la guerra, pero desde entonces se han recuperado. A diferencia de las exportaciones de la Unión Europea y Estados Unidos, esta desaceleración inicial se debió probablemente a la debilidad de la economía rusa. No obstante, China superó a todos sus pares del G20 no pertenecientes a la OCDE, incluidos Brasil e India, aunque se sospecha que Turquía eludió las sanciones. Solo las exportaciones de productos químicos, plásticos y semiconductores se libraron de la tendencia a la baja. Sin embargo, China ha sido selectiva a la hora de satisfacer las necesidades tecnológicas de Rusia para evitar verse afectada por las sanciones de la OCDE.

Los semiconductores son un buen ejemplo de lo que ocurre cuando la elevada demanda rusa se une a la capacidad china y a la confianza legal respecto a las sanciones. Tras un breve declive, las entregas chinas de circuitos integrados y otros productos de semiconductores se han disparado desde abril, cuando China intervino para llenar el vacío dejado por la caída del 90% de las exportaciones mundiales a Rusia, probablemente impulsada por la mayor claridad sobre las sanciones del G7. Los valores de las exportaciones han experimentado un crecimiento asombroso, que refleja en parte el bajo punto de partida anterior a la guerra. El hecho de que esto no se haya plasmado totalmente en los volúmenes de exportación refleja probablemente la exportación de productos más sofisticados por parte de China para compensar la retirada de los países de la OCDE, así como el hecho de que los productores chinos hayan aprovechado su mayor poder de mercado y hayan aumentado los precios como consecuencia de ello. La inflación general y el aumento de precios en el mercado de los semiconductores también han desempeñado un papel.

Después de que las peticiones rusas de chips chinos para las tarjetas bancarias vinculadas al sistema de pago Mir a principios de abril fueran recibidas con algunas dudas iniciales, China subrayó repetidamente su firme apoyo a la Federación Rusa. Mientras que los fabricantes de chips chinos —como SMIC— que dependen directamente de los equipos de EEUU y la UE se han mostrado reacios a participar, las empresas que empaquetan los chips y que no están expuestas a los mercados de EEUU y la UE han tomado el relevo. Los fabricantes rusos de placas base han modificado sus productos para adaptarlos a los chips de fabricación china (que aún se fabrican con equipos de TSMC). Aunque son más lentos y consumen más energía que sus homólogos de Intel y AMD, estos chips son suficientes para la navegación básica por Internet y el trabajo de oficina. Sin embargo, las exportaciones chinas no llegan a cubrir las necesidades rusas, lo que lleva a Moscú a abastecerse de microchips de electrodomésticos y otras tecnologías comerciales para reutilizarlos en sistemas de armamento.

 

Precaución entre las empresas e inversores chinos; aumento del comercio en yuanes

Aunque China comenzó vendiendo drones de doble uso a Ucrania, el fabricante de drones más importante del país, DJI, decidió posteriormente suspender sus operaciones tanto en Ucrania como en Rusia por temor a que sus productos se adaptaran para uso militar. La empresa de viajes compartidos DiDi también anunció su intención de retirarse de Rusia por motivos comerciales justo antes del estallido de la guerra, pero se vio obligada a dar marcha atrás debido a las reacciones públicas en China. En general, sin embargo, las empresas tecnológicas chinas han escuchado las fuerzas del mercado sin desvincularse completamente de Rusia. Huawei, por ejemplo, aunque sigue prestando servicios en Rusia, ha cerrado cuatro de sus diecinueve puntos de venta oficiales en ciudades rusas. Aunque muy pocas empresas tecnológicas chinas han abandonado por completo el mercado ruso como sus equivalentes occidentales, el comercio aquí también parece estar sujeto a consideraciones económicas, ya que el decreciente poder adquisitivo de los consumidores rusos frena las ventas.

En el ámbito financiero, sobre el que los datos actuales son más escasos, los indicios apuntan a una moderación por parte de los inversores chinos. Cabe señalar que las masivas entradas de divisas procedentes de Europa por el petróleo y el gas han satisfecho con creces las necesidades financieras externas de Rusia por ahora, con un superávit por cuenta corriente que va camino de superar el 10% del PIB. La información detallada sobre los proyectos de infraestructuras y su financiación sugiere que se han suspendido por completo, y no ha habido ningún indicio de préstamos bancarios adicionales por parte de China. Numerosos proveedores de servicios financieros chinos han anunciado su retirada del mercado ruso en medio de una gran incertidumbre jurídica y económica y los servicios financieros chinos no se han generalizado en Rusia a pesar del respaldo de Moscú. El comercio en yuanes y rublos ha aumentado significativamente en la capital rusa, lo que probablemente refleje el abandono de las monedas del G7. A pesar de algunos sucesos anecdóticos y del interés manifestado por varios países, no ha habido indicios de un uso más amplio del yuan a nivel internacional en otros mercados de divisas o en los sistemas de pago internacionales.

 

Más cerca de Rusia, más lejos de la comunidad internacional

Las relaciones entre China y Rusia se han caracterizado tradicionalmente por la competencia, pero con la guerra de Rusia contra Ucrania y el ascenso de China en la política mundial, han pasado a tener un enemigo común: Estados Unidos y la OTAN. A pesar de la frustración rusa por la prioridad que da China a sus intereses económicos, Pekín ha intensificado sus esfuerzos por profundizar en los intercambios bilaterales desde que comenzó la guerra. Los funcionarios chinos y rusos no han rehuido los intercambios, ha habido múltiples conversaciones telefónicas entre Xi y Putin, y en la reunión de mediados de junio del principal foro económico de Rusia se hizo un fuerte llamamiento a la cooperación económica. Se han firmado nuevos acuerdos de cooperación en sectores clave como el energético, el espacial y el agroalimentario. En la cumbre de los BRICS de junio, Xi propuso una cooperación específica en materia de pagos transfronterizos y cadenas de valor industrial, al tiempo que criticó duramente las sanciones como causa de la mayoría de los trastornos actuales del mundo, lo que coincide con los argumentos de Putin.

Mientras tanto, Pekín no ha contribuido de forma significativa a suavizar las sombrías repercusiones humanitarias de la guerra, incluso en los mercados internacionales de alimentos y materias primas. Se cree que China es el mayor poseedor de reservas para la mayoría de los productos agrícolas y las materias primas, pero, sin embargo, ha hecho oídos sordos a cualquier contribución proactiva para limitar los precios de compra de las materias primas o para facilitar las exportaciones de alimentos. Y lo que es peor, no ha aliviado su restricción sigilosa a la exportación de fertilizantes ni ha ampliado sus cuotas de exportación de petróleo refinado, a pesar de contar con las mayores capacidades del mundo en ambas industrias. Incluso cuando se trata de refugiados, es difícil identificar una contribución sustancial de China.

Aunque ni su gobierno ni sus empresas han prestado un apoyo total a la economía rusa, China no ha dejado de prestar un apoyo económico y diplomático vital a un Estado rebelde, desafiando sin tapujos los intereses fundamentales de la UE. Es difícil concebir una mejor llamada de atención para que Europa acelere sus esfuerzos por desarrollarse como actor geopolítico y reduzca su dependencia económica de Estados autocráticos.

Artículo publicado originalmente en inglés en la web de MERICS y en The Diplomat.

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