El futuro de Alphabet

Jorge Tamames
 |  24 de febrero de 2016

¿A qué se dedica la mayor empresa del mundo? Hasta 2011, la compañía que ostentaba el título era la petrolera estadounidense Exxon Mobil, seguida de cerca por la anglo-holandesa Royal Dutch Shell. Ese año, Apple, impulsada por sus iPhones y iPads, se hacía con la corona. Desde febrero de 2016, sin embargo, el primer puesto corresponde a Alphabet, el holding que, desde agosto de 2015, sirve como paraguas de las diferentes iniciativas de Google. Tras anunciar su cuenta de resultados a principio de mes, la compañía desbancó a Apple, reafirmando la importancia de Silicon Valley en el entramado empresarial estadounidense. El indio Sundar Pichai, al frente de Google desde mediados de 2015, se ha embolsado una suma récord de 199 millones de dólares en acciones de la compañía.

En su momento, la decisión de reestructurar Google bajo un nuevo nombre fue acogida con optimismo generalizado. En realidad, el buscador que inauguraron en 1998 Larry Page y Sergey Brin destacaba cada vez menos en el conjunto diversificado que es la compañía, y que incluye el navegador Google Chrome y YouTube, pero también una serie de proyectos futuristas, como coches sin conductores, globos aerostáticos capaces de proveer internet en áreas remotas, e incluso innovaciones en el campo de la medicina. En una entrevista con Financial Times, realizada en 2014, Page mencionó que se inspiraba en Warren Bufffet y su famoso holding, Berkshire Hathaway. Con Pichai al frente de Google, Page ha pasado a dirigir Alphabet.

Entre los escépticos de la reestructuración de Google está el pensador y especialista en tecnología Evgeny Morozov, que ha descrito Alphabet como “un buen ejemplo de cirugía plástica en el sector corporativo”. Morozov señala que el motor de ingresos del holding siguen siendo la publicidad, y que Google, a pesar de su aparente sofisticación, no es más que “una compañía de anuncios que, de paso, da trabajo a muchos informáticos”.

Aunque la mayoría de los observadores no se muestran tan escépticos, existe la percepción de que la base de ingresos de Google la proporciona un servicio bastante estático. Las apuestas tecnológicas de la compañía, por tanto, serían una forma de dar con un campo en el que Google, a la cabeza de la innovación, tenga la oportunidad de reinventarse. Alphabet es, precisamente, un juego de palabrasbet, que en inglés significa “apuesta”, y alpha, término que se usa para ideas con potencial para sobrepasar las inversiones tradicionales en los mercados. En vez de dormirse en los laureles, Alphabet está intentando gestionar un éxito que podría ser pasajero, y que, desperdiciado, le dejaría nadando a contracorriente, como le ha sucedido a tantas compañías de Silicon Valley.

Una de las dudas que suscita Alphabet en este intento es su escasa transparencia. Por el momento, se sabe que su apuesta por la innovación ha costado 3.600 millones de dólares a lo largo de 2015. Proyectos como Google Plus o Google Glass, por ejemplo, se anunciaron como rompedores pero se estrellaron al poco de lanzarse. Lo mismo le ha ocurrido, de forma literal, a uno de los primeros globos aerostáticos.

El derroche de Alphabet en innovación, por otra parte, no tiene por qué ser malo. Que la empresa esté destinando sumas tan grandes sin obtener réditos es, entre otras cosas, una muestra del margen de maniobra que le otorga su motor económico.

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