El G-20 y los alimentos: ideas desde Latinoamérica

 |  2 de noviembre de 2011

Por Áurea Moltó.

En medio del escepticismo sobre sus logros en el gobierno económico mundial, los países del G-20 se reúnen el 3 y 4 de noviembre en Cannes. Desde la reactivación del grupo en 2008, los objetivos de coordinación macroeconómica y regulación financiera se han cumplido a medias, y hoy no solo persisten los desequilibrios externos revelados entonces por la crisis, sino que han surgido dos crisis nuevas. Una en la Unión Europea, donde varios países miembros atraviesan una crisis de deuda soberana que amenaza al propio euro. La otra crisis es alimentaria y afecta a los países más pobres, en los que las familias destinan la mayor parte de sus escasos ingresos a comprar alimentos básicos.

Según el Banco Mundial estamos ante la segunda crisis alimentaria desde 2008. Solo el trigo subió un 80% en 2010, en una escalada que ha continuado a lo largo de este año. Para el presidente del banco, Robert Zoellick, la situación es “peligrosa” y pide a los líderes del G-20 que consideren los alimentos como cuestión “fundamental” en la agenda. Francia, que tiene la presidencia del grupo en 2011, ha incorporado a sus objetivos estudiar el problema de la volatilidad de los precios de las materias primas. El presidente, Nicolas Sarkozy, ha acusado a los especuladores en los mercados de materias primas de “extorsión y pillaje” y se ha comprometido a adoptar medidas al respecto.

¿Pero qué medidas? Desde América Latina están llegando ideas concretas. Hay que tener en cuenta que, pese a la resistencia económica ante la crisis de 2008 y el crecimiento sostenido del PIB en la mayoría de los países de la región –consecuencia en parte del aumento de la demanda de materias primas y sus altos precios–, los centroamericanos son importadores netos de alimentos. El presidente de República Dominicana, Leonel Fernández, lleva meses defendiendo una propuesta clara: sacar los alimentos y el petróleo de los mercados de futuros y regular de forma estricta los mercados de materias primas. “Es imprescindible fijar un límite al volumen de transacciones que puedan realizar en los mercados de futuros aquellos participantes que nada tengan que ver con la operación física del producto: compañías de seguros, bancos de inversiones o fondos de pensiones”, sostuvo Fernández en la Asamblea General de las Naciones Unidas el pasado septiembre.

El mismo llamamiento se escuchó a mediados de octubre en Santo Domingo, que acogió la edición de este año del Foro de Biarritz, encuentro anual entre políticos, intelectuales y empresarios de América Latina y Europa. El presidente dominicano dio un paso más en su propuesta y solicitó a los países latinoamericanos miembros del G-20 –Argentina, Brasil y México– que pusieran sobre la mesa en Cannes el problema de la especulación financiera sobre los alimentos. Entre los que respaldaron la iniciativa estaba expresidente del Congreso español y hoy presidente de la Fundación Iberdrola, Manuel Marín, para quien es “indecente e inmoral» que los alimentos estén los mercados de futuro porque «no se puede especular con un kilo de arroz».

Las causas de la actual crisis alimentaria son, no obstante, múltiples y están interrelacionadas. Tienen que ver sin duda con la especulación, pero también con el aumento de la población mundial, las malas cosechas debido a sequías, la acaparación de tierras en los países en desarrollo, el uso de los cereales para biocombustibles, una política agrícola orientada a la exportación y no a la seguridad alimentaria, las deficiencias en las redes de transporte y el aumento del precio del petróleo, el abandono de la agricultura y la disminución de las inversiones agrícolas, etcétera. Una compleja cascada de causas y consecuencias. Como explica Kattya Cascante, garantizar la seguridad alimentaria no solo requiere precios adecuados sino estables, y esta volatilidad está directamente relacionada con la actividad especuladora, ya que en medio de la crisis financiera muchos inversores han buscado refugio en los mercados de futuros de materias primas.

Por todo ello, es razonable exigir al G-20 una actuación en ese sentido, y Argentina, Brasil y México tienen una responsabilidad a la hora de demostrar que el nuevo gobierno económico mundial toma decisiones verdaderamente relevantes para el mundo en desarrollo. El investigador del Instituto Elcano Federico Steinberg aseguraba ya a finales de 2010 que “el principal reto al que se enfrentará el G-20 es el de poder seguir siendo relevante. Para ello, tiene que demostrar que es útil”. México asumirá la presidencia del grupo en 2012 y hasta la fecha no se ha visto nada parecido a un liderazgo específico o una coordinación de los miembros latinoamericanos. Pocos asuntos ofrecen tantas posibilidades de consenso como la necesidad de garantizar la seguridad alimentaria.

Para más información:

«Alimentos, precios». Economía Exterior núm. 45, dedicado a las causas y consecuencias de la subida de los precios de los alimentos.

 

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