Acción exterior española en un mundo en cambio: Willy Meyer, Izquierda Unida

 |  3 de noviembre de 2011

 

Willy Meyer Pleite (Madrid, 1952) es eurodiputado por España por parte del grupo de Izquierda Unida Europea en el Parlamento Europeo. Ocupa el cargo de vicepresidente de la Comisión de Peticiones y de la Delegación de la Asamblea Euro-Latinoamericana. Es miembro del Comité Ejecutivo del PCE y de la dirección federal de Izquierda Unida (IU). Como experto en temas de seguridad y defensa, ocupó la secretaría de Relaciones Internacionales de IU. Actualmente, ocupa la secretaría de Política Internacional del partido.

 

¿Cómo percibe el momento que está atravesando la Unión Europea, atacada por una crisis que no termina de gobernarse?

La UE vive un momento crítico, está en una encrucijada, porque el proyecto que nosotros compartimos en origen –un espacio regional y político con un objetivo claro, que era la cohesión social y territorial para contribuir a un mundo en paz– está totalmente en entredicho. La orientación económica que tiene en estos momentos la UE, pactada por socialdemócratas, liberales y los conservadores, está poniendo en riesgo este proyecto, que ya no es común. El objetivo de la cohesión social y territorial es hoy imposible de alcanzar. En el momento que desde el Tratado de Maastricht hasta el de Lisboa lo que se blinda es una Europa que traslade el Consenso de Washington a Bruselas, renunciando la socialdemocracia a sus señas de identidad (intervención de la economía, política fiscal progresiva…), el objetivo pasa a ser que el libre mercado se encargue de organizarnos la vida, que los Estados no tengan capacidad de intervenir en los mercados… Con las consecuencias que todos conocemos.

Existe cierto consenso en torno al eslogan que dice que, para salir de la crisis, necesitamos más Europa. Pero parece que este eslogan, según quien lo pronuncie, significa una cosa u otra, tiene o no un mayor alcance. ¿Qué significa para usted ese “más Europa”?

Esta es una crisis que no tiene límite y la decisión última del Consejo Europeo, hablando de poner más de un billón de euros encima de la mesa, no va a resolver el problema. Desde nuestro punto de vista lo que habría que hacer es tomar nota de que la crisis es una crisis sistémica y como tal necesita de una alternativa en profundidad. Esa alternativa pasa por un rescate de parte del sector financiero para que sea público, es decir, una banca pública europea sobre la base de que el Banco Central Europeo no sea un satélite descontrolado, sino bajo control para que tanto los Estados nacionales como la Comisión, el Parlamento y el Consejo tengan capacidad de intervención en la economía. Eso requiere una política fiscal común, un tesoro europeo y una orientación económica que incentive el rescate de sectores estratégicos de producción que han sido privatizados. El paquete energético: gas, electricidad, derivados del petróleo, deben ser públicos, y rescatar transportes, telecomunicaciones, correos, el sector naval, la siderurgia… para que mediante consorcios europeos se pueda planificar la economía con el objetivo de crear empleo. No se trata por supuesto de eliminar el mercado, pero sí de poner filtros para que el mercado no sea depredador.

Con una mayoría conservadora en la Unión Europea, ¿qué posibilidades hay de tomar el camino que usted indica?

Nos dejan solo un espacio, porque es verdad que la correlación de fuerzas es la que es. No solamente son los conservadores, es que la socialdemocracia, desgraciadamente, ahora es cuando empiezan a rescatar el viejo discurso socialdemócrata. Lo que nos queda es la movilización y la protesta. Nuestra obligación como fuerza política es estar con la gente en la calle.

La crisis ha puesto de manifiesto un cambio en el modo de actuar alemán. ¿Cómo ha de relacionarse España con esta nueva Alemania?

La crisis lo que ha puesto de manifiesto es la ficción de la arquitectura política europea. Solo hay que ver las últimas reuniones, uno insultando al otro; Merkel y Sarkozy se reúnen primero, deciden y después informan… Nosotros nunca hemos compartido la idea de una relación de vasallaje. Merkel ha ido marcando lo que tenía que hacer el gobierno español. Recuerdo su última visita, cuando nada más llegar dijo que la subida salarial hay que aplicarla en función de la productividad, etcétera. No compartimos eso por una cuestión de soberanía nacional, igual que no compartimos que el Banco Central Europeo nos diga que reformemos la Constitución.

 

Primavera árabe y Mediterráneo

España ha participado en la intervención en Libia con una fragata, cuatro cazabombarderos y otras fuerzas de apoyo. Otros países de menor tamaño y más alejados de la zona de conflicto han prestado una mayor ayuda, como es el caso de Noruega o Dinamarca. ¿Cree suficiente el papel desempeñado por España? ¿Cuál puede ser nuestra aportación para el futuro del país?

Yo creo que es incompatible ser  de izquierdas y progresista con la cultura de la sangre, y lo digo así con rotundidad. Lo que hemos visto en Libia es una resolución del Consejo de Seguridad que implantaba una zona de exclusión aérea y que autorizaba a proteger a la ciudadanía, dejando claro que Gadafi no era un objetivo. Esto ha derivado en la OTAN, siendo cómplice de una ejecución extrajudicial, tortura y asesinato. Esas imágenes que todos hemos visto son repugnantes. No compartimos nada de lo que se ha hecho en Libia. Nos posicionamos con la Unión Africana y con todos los países del mundo que reclamaban que la negociación debía evitar un baño de sangre. La inteligencia norteamericana advertía al principio del conflicto: “Cuidado, que hay una parte armada que son fundamentalistas islámicos relacionados con Al Qaeda”. Cuando a esta parte se le da armamento, tenemos un problema.

Saludamos la “primavera árabe” porque eran revoluciones con una misma lengua, con reivindicaciones universales de derechos, donde no entraba el fenómeno sectario de la religión. Pero ¿qué ocurre? Que las potencias occidentales prefieren en ocasiones apoyar a los fundamentalistas con tal de lograr determinados objetivos. Lo vimos en Afganistán con Bin Laden y ahora lo vemos en Libia. En cualquier caso, nosotros siempre hemos dicho que en Libia, en el caso de Siria, en el de Marruecos, Arabia Saudí o Israel, se necesitan soluciones por la vía diplomática, por la vía de la presión, nunca por esta vía que nos deja un país devastado desde el cinismo más absoluto de potencias que han sido amigas y colaboradoras. Y ahora vamos a ver las consecuencias. Vamos a tener una constitución con la Sharia islámica, vamos a ver cómo se desarma todo lo que se ha armado y vamos a ver en qué acaba Libia.

Bachar el Asad no va a abandonar el poder de manera voluntaria y, según lo visto, seguirá reprimiendo las protestas a sangre y fuego. ¿Cómo debe reaccionar España y la Unión Europea ante una crisis que ya no tiene marcha atrás?

Como hace con Israel y Palestina. Con paciencia, negociación, diplomacia y diálogo. Y mucha cooperación. Yo no me imagino una acción de la ONU contra Israel a pesar de que incumple las resoluciones del Consejo de Seguridad.

¿No cree que las sanciones sean la vía ahora que se van a empezar a aplicar las que tocan el sector de los hidrocarburos, que podrían debilitar al régimen?

El problema de las sanciones es si afectan o no a la población. Hay otras vías. En Siria se inició un proceso de reformas que en principio pareció que el régimen las iba a aceptar, luego se vio que no. Lo que hay que hacer es que la oposición y el régimen se pongan de acuerdo para que las reformas lleguen e iniciar un proceso de transición para que el pueblo sirio decida en libertad.

¿Cree que El Asad podría ser un interlocutor válido? ¿Un actor en pro de la reforma?

Eso dependerá de su actuación. Ahora mismo lo tiene muy difícil, pero para nosotros lo fundamental es que se permita un debate con todas las garantías. Observadores internacionales, libertad de expresión e información… Pero nosotros le damos tanta importancia a Siria como a Arabia Saudí, Bahréin o Yemen. No tenemos la capacidad que tienen los gobiernos de distinguir. Es decir, se centran en Siria pero con la dinastía saudí hacen negocios, intentando competir para el plan de modernización de sus carros de combate, en una pugna comercial entre España, Francia y Estados Unidos. Eso no nos cabe en la cabeza. Para nosotros es tan importante promocionar la democracia en Siria como en Arabia Saudí.

La adhesión de Turquía a la UE ha quedado paralizada, sin visos de continuidad. La Turquía de Erdogan, mientras tanto, ha seguido su camino, convirtiéndose en un actor clave en Oriente Próximo. España ha defendido la adhesión de Turquía a la Unión, pero sin resultados visibles. ¿Debe alzar su voz en una UE donde Turquía no parece ser una prioridad? ¿España podría liderar en este campo junto a otros socios, Reino Unido por ejemplo?

Estamos a favor de la incorporación, siempre y cuando Turquía cumpla con los criterios de Copenhague. Ahora bien, Turquía tiene un problema muy serio y lo tiene que resolver, si no nunca formará parte de la Unión Europea: está ocupando la parte norte de la República de Chipre con 40.000 soldados. Además, Ankara tiene un programa de colonización a través de los turcos. Estamos justo en el momento crítico de las negociaciones a alto nivel entre las comunidades turco-chipriota y greco-chipriota. Si Turquía no abandona la ocupación militar y pone fin a la colonización, nunca va a poder estar en la UE. Por desgracia, Ankara está trabajando en el sentido contrario. Por ejemplo en la cuestión de las reservas de gas en torno a la isla, cuya extracción está dificultando mediante provocaciones.

El rey de Marruecos, Mohamed VI, ha iniciado la senda de la reforma presionado por la “primavera árabe”. Esta reforma no conllevará cambios estructurales a corto plazo, pero sí que puede abrir las puertas a una transición tutelada y gradual. ¿Cómo percibe los últimos movimientos reformistas en Marruecos?

A mí me sorprendió la celeridad, una vez que se conoció el resultado del referéndum, de la Comisión Europea y la señora Ashton para decir que era una situación magnífica y que ya teníamos una Constitución democrática. Yo creo que es una tomadura de pelo. Es verdad que se han eliminado algunos poderes feudales, que siempre se agradece en el siglo XXI, pero es una Constitución que sanciona un poder fundamental al rey. Además se silencia la oposición que está habiendo en Marruecos, con manifestaciones de miles de personas.

¿Cómo puede España desempeñar un papel activo y acompañar una posible transición marroquí?

La relación de España con Marruecos debe tener el cuenta que somos el país que tiene la obligación de garantizar el proceso de administración colonial, con todas sus consecuencias. No puede mirar para otro lado. No puede, ante la crisis del campamento de la dignidad [noviembre de 2010], cumplir un papel de “aquí no ha pasado nada”. El papel español tiene que ser exigente, porque la descolonización no es cualquier cosa. Europa cometió crímenes durante el siglo XIX y XX en África, crímenes contra la humanidad, y tenemos una obligación con ese continente: que la descolonización sea una realidad. España ha jugado el papel contrario. Su planteamiento es el siguiente: “Ceuta y Melilla son sagradas, así que lo que nos digan. Que ocupan el Sahara, qué le vamos a hacer; que reprimen a la gente, bueno”. Es decir, una relación de entrega absoluta.

En estos momentos, Marruecos está inmerso en un proceso que Mohamed VI ha calificado de “regionalización avanzada”, diseñada en un principio para incorporar el Sahara occidental a Marruecos. El tiempo corre en contra de los saharauis. ¿Debe España presionar más a Marruecos para que acepte una solución mediada al conflicto del Sahara?

La ocupación del Sahara occidental es un asunto de España, que afecta al Estado español. España es el gobierno que debía garantizar el proceso administrativo de descolonización conforme al Derecho Internacional. Al no hacerlo abandona al pueblo saharaui y Marruecos se hace de hecho con la propiedad del Sahara Occidental, con sus recursos, a pesar de que hay sentencias de tribunales que niegan la propiedad a Marruecos. Es decir, es un territorio no autónomo que está protegido por el Consejo de Seguridad de la ONU hasta que finalice su proceso de descolonización, y que tiene que ejercer su derecho a la autodeterminación. Por todo ello, nosotros no estuvimos de acuerdo durante la presidencia española del Consejo de la UE de otorgar el Estatuto Avanzado a Marruecos. La diplomacia marroquí nos quiso hacer creer que la solución al conflicto del Sahara sería una administración del Estado parecida a la española, descentralizada. Eso es desconocer cómo es el país. Marruecos no tiene nada que ver con España. Nos querían hacer creer que si se le daba un estatuto de autonomía al Sahara, se salva la autodeterminación y resolvemos el problema.

Miguel Ángel Moratinos ha señalado que existen todavía muchos estereotipos en la sociedad española que no se han superado con respecto a Marruecos. Y reconoce que la acción gubernamental del anterior gobierno no permeó en la sociedad española en parte por culpa de esos estereotipos. ¿Comparte esta percepción?

En España hay una gran solidaridad con el pueblo saharaui y esa solidaridad lo distorsiona todo. Se trata de una solidaridad transversal, no sólo de Izquierda Unida; del PSOE, del PP… de la sociedad en general. Recordemos que aquello fue una provincia: cuando en el colegio nos enseñaban el mapa con las provincias, una de ellas era el Sahara. En la cultura española siempre se nos ha quedado la idea de que aquello lo hicimos mal, de que los abandonamos, y que efectivamente hay una deuda.

El presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmud Abbas, ha solicitado ante la ONU el reconocimiento de Palestina como Estado de pleno derecho. España ha apoyado dicha reivindicación. ¿Cree que son necesarios pasos como este para desatascar un proceso de paz enquistado desde hace décadas?

Aprovecho la ocasión para hablar de un tema importante: el rediseño de Naciones Unidas. Es insostenible que una organización internacional adopte resoluciones en su Asamblea General por inmensas mayorías, casi por unanimidad, y que el veto de un Estado no permita su cumplimiento. Necesitamos una arquitectura que permita un verdadero gobierno democrático. Sobre Palestina, aquí tenemos un problema de la comunidad internacional en relación al nivel de exigencia con el gobierno de Israel. A Israel le sale gratis todo: puede bombardear y ocupar Líbano, puede destrozar Gaza, cometer crímenes… y le sale gratis. Tan gratis que cuando firma acuerdos internacionales como el de Annapolis, en 2010, una hoja de ruta para conseguir una configuración del Estado palestino, el nuevo gobierno con Netanyahu y Lieberman rechaza esos acuerdos. En Derecho Internacional eso no se puede hacer. Además, los asentamientos siguen. Creo que el gesto que ha adoptado la Autoridad Nacional Palestina pone a los pies de los caballos a Israel. El problema es que el lobby judío en Estados Unidos es tan fuerte que el presidente de los EE UU, Barack Obama, dijo hace unos meses que estaba a favor de un Estado palestino, con la capital en Jerusalén este y las fronteras de 1967; a los pocos días llegó Netanyahu, dijo que ni hablar y ya está.

 

América Latina

América Latina es hoy una región transformada política y económicamente. Esta nueva realidad ofrece para España nuevas oportunidades de relación, pero también supone dificultades, retos, a la hora de defender nuestros intereses. Ante esta transformación, y ante la evidente pérdida de relevancia del sistema de Cumbres Iberoamericanas, ¿cómo deberíamos reorientar la política hacia la región para seguir defendiendo los intereses y nuestra posición?

España debe de jugar un papel importante en las relaciones de la Unión Europea con América Latina y el Caribe. Nosotros estamos de acuerdo con lo que se aprobó en la cumbre de Viena de establecer una relación estratégica birregional entre la UE y América Latina. Lo que nos preocupa es que detrás de esa relación estratégica la UE lo que persigue es intentar imponer su modelo de integración regional. La diplomacia europea tiene que ser absolutamente respetuosa con el proceso de integración regional latinoamericano. El modelo Europa empezó poniendo la economía al servicio del interés general, como se está haciendo ahora en América Latina y el Caribe, salvando las distancias en cada gobierno. El proceso de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) es así: busca espacios públicos comunes para que esa integración regional sea una realidad. El problema es que las multinacionales europeas, de la mano de la UE, quieren tener una relación comercial sin tener en cuenta las asimetrías, vía tratados de libre comercio. Estamos en contra de este tipo de relaciones comerciales que no tienen en cuenta las asimetrías, la complementariedad y el comercio justo. América Latina no está en condiciones para que se acabe con su débil tejido productivo. Los españoles debemos ser los máximos defensores de la integración regional, evitar injerencias, malos consejos o actuaciones de tutelaje.

Cuba está inmersa en un tímido proceso de reformas económicas y políticas, cuyos resultados aún no son visibles. En las últimas dos legislaturas, España ha abogado sin descanso por eliminar la posición común sobre Cuba de la Unión Europea. ¿Cree que se cumplen las condiciones para dar ese paso?

Estamos en contra de la posición común de la Unión Europea, un trato de excepción que no tiene con ningún otro país del mundo. Ni con China ni con Vietnam. No lo tenía ni con Ben Alí ni con Mubarak. Nos parece inadmisible. Tiene que haber un trato de igual a igual y discutir agendas, todas: política penitenciaria, derechos humanos… lo que sea preciso. Estamos en contra del bloqueo norteamericano, un acto de guerra tipificado así por el Derecho Internacional; el bloqueo lo distorsiona todo. Creo que las reformas económicas van por el buen camino, están suponiendo una verdadera revolución interna dentro de lo que es la economía cubana que va a facilitar el bienestar de los cubanos.

 

Misiones internacionales

¿Cómo valora la década de intervenciones en Irak y Afganistán?

Muy mal, nosotros no compartimos esas intervenciones de las guerras preventivas. Decía Bush primero que había armas de destrucción masiva y que Husein estaba con Al Qaeda. Y aparte de esas mentiras interesadas, decía también que la guerra de Irak iba a ser un factor de estabilidad en Oriente Próximo y que bajaría el crudo. Así se nos presentó el producto. Yo creo que esas intervenciones han sido una tragedia. Afganistán es ahora más talibán y los señores de la guerra y el opio campean a sus anchas. Afganistán e Irak nos deberían enseñar que ese no es el camino, igual que Libia. No es tiempo de tambores de guerra, es tiempo de ramos de paz. Necesitamos una arquitectura de seguridad que dé respuesta a lo que realmente crea inseguridad en el mundo. No se trata de garantizar los pasillos de energía; lo que crea inseguridad son esas 70.000 personas que mueren a diario por falta de alimentación.

Kosovo ha sido reconocido como Estado independiente por una gran mayoría de países de la comunidad internacional y goza de un estatus de Estado observador en la ONU. ¿Debe España reconocer ya a Kosovo?

No. A Kosovo no se le puede reconocer como Estado. Si se le reconoce como Estado, volvemos al siglo XII. Es decir, a la aparición de Estados a partir de actos de guerra ilegales. Es como si nos intentarán hacer creer que Cataluña o Castilla-La Mancha es un Estado, por no decir Euskadi. Además, ahora en Kosovo hay un problema añadido y es que el informe elaborado por Martii Ahtisaari señala a toda la dirigencia de Kosovo como criminales de la UCK (Ejército de Liberación de Kosovo).

¿No habría que adoptar algún tipo de actitud mirando al futuro?

Por encima de cualquier corriente de opinión está la posición de dignidad y ética de cada uno. Para mí el tema de Kosovo es innegociable: no existe como Estado.

 

Cooperación al desarrollo

España se situó en 2008 a la cabeza de los países donantes, escalando hasta el sexto puesto al año siguiente. Los Presupuestos Generales para 2011 han reducido la ayuda al desarrollo en más de 918 millones, lo que sitúa a la cooperación española en cifras inferiores a las de 2007. ¿Habrá que seguir reduciendo las partidas para la cooperación? ¿Cómo seguir haciendo más con menos?

Primero, nuestro homenaje a los cooperantes secuestrados. La cooperación y los cooperantes intentan curar las heridas que los países desarrollados abren. La hambruna no es un fenómeno meteorológico adverso, es el resultado de que en la bolsa de Chicago se juegue con los precios de la alimentación. Incluso desde la ONU hay quien ha tipificado cada muerte de hambre como un asesinato. Estamos de acuerdo. Se deberían crear tribunales internacional especiales para sentar en el banquillo de los acusados a los responsables de estos asesinatos, que son quienes especulan con el precio de los alimentos.

Creo que hay que tomar opciones en política internacional. Los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) no son cualquier cosa. Es lo que más inseguridad crea en el mundo, son armas de destrucción masiva. A esa inseguridad no se le puede anteponer una organización militar armada, como la OTAN, o los 1,63 billones de euros al año en gasto de defensa, de los cuales 268.000 millones son de Europa occidental, donde hemos aumentado el 5,5% en diez años. Al ritmo que se están dando las ayudas, los ODM no se cumplirán en 2015 sino en 2150. Eso es insostenible para el conjunto de la humanidad.

Creemos que ha llegado el momento de plantearse un objetivo fundamental en política exterior: el desarme total. Eso requiere políticas pragmáticas de todos los Estados, que cada paso que se dé vaya en el sentido del desarme. Lo que se ahorre debe invertirse en cooperación y en sostener el Estado del bienestar. La decisión que ha tomado Zapatero, de despedida, de meternos en el escudo antimisiles, va en el sentido contrario. La OTAN no descarta el uso del armamento nuclear. Si renunciásemos a ese uso, se podría entender lo del escudo defensivo. Mientras no se renuncia a atacar, es una tomadura de pelo. Supone la invitación al desorden internacional y al rearme. Todos conocemos la dinámica de la industria militar. Si tú sacas un misil que es capaz de alcanzar los 7.000 kilómetros de distancia, automáticamente el posible adversario tiene que inventar un artefacto que sea capaz de derribar ese misil, y ya tenemos una espiral ascendente que nos lleva al infinito. La eliminación de todos los arsenales sería la mejor noticia del siglo XXI.

¿No se trata de un objetivo utópico?

En plena guerra fría Olof Palme lo tenía claro: la humanidad tiene que trabajar para el objetivo del desarme. La carta de la ONU, después de la experiencia de la Primera y la Segunda Guerra mundiales, plantea avanzar en ese sentido. En Nueva York podemos ver la estatua del revólver con su cañón retorcido. Esa es la filosofía de la ONU, el aprendizaje de las guerras mundiales. Ahora vamos en sentido contrario. Los bárbaros están entre nosotros. El juez Charles Lynch, de Virginia, Estados Unidos, siglo XVIII, ha regresado. Lo hemos visto con las ejecuciones extrajudiciales de Bin Laden y Gadafi. No se les ha puesto frente a un juez porque sus testimonios sacarían a la superficie todas las cloacas de la inteligencia occidental.

Entrevista realizada por Pablo Colomer y Áurea Moltó.


1 comentario en “Acción exterior española en un mundo en cambio: Willy Meyer, Izquierda Unida

  1. Sorprendente lo que opina este senor de Marruecos!! su odio archiconocido hacia este pais le impide sostener una reflexion minimamente objetiva en relacion a este tema. Como se presume ser de izquierdas y defender unas posturas tan marcadamente neocolonialistas! A este senor solo se le oye la gente de su parroquia porque su discurso es absoleto, anacronico y tontament alienado a las tesis de una banda mafiosa de tinte separatista que desde 35 anos mantiene secuestrada a una parte del pueblo sahraui en el sur de la socialista Argelia. Que sepa este senor que Marruecos es un pais soberano, con una historia milenaria y un afan propio de llavar su proceso modernizador y democratico de la manera que mas corresponde a la voluntad de su pueblo y sus gobernantes!! ultimo dato qu el sahara es marroqui tanto que extremadura respecto a Espana. En cuanto a la deuda o responsabilidad historica de Espagna, la tendra el senor Willy muy repartida en muchos paises que tuvieron desgraciadamente que soportar el torpe colonialiso espanol. Pues, mejor no abrir este tema ya teneis los espanoles bastante con la deuda financiera!!

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