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Los elementos de tierras raras son materias primas indispensables para muchas tecnologías clave de productos electrónicos. Los mayores depósitos se encuentran en China. GETTY

El impacto de la guerra de Ucrania en el suministro de minerales críticos y tierras raras

La descarbonización y la digitalización siguen siendo los grandes proyectos industriales del siglo XXI. Los reveses producidos primero por la pandemia y ahora por la guerra en Ucrania, que han interrumpido las cadenas de suministro, acentuarán la competencia estratégica por recursos clave.
Sophia Kalantzakos
 |  7 de abril de 2022

Antes de que el mundo pudiera recuperarse del Covid-19, la invasión rusa de Ucrania y la tragedia que se está produciendo en aquel país complican aún más un panorama geopolítico ya de por sí conflictivo. Además, la respuesta a la crisis climática ha pasado a un segundo plano. Aunque cabe esperar que el horror en Ucrania sea efímero, ha inclinado la balanza hacia valoraciones más de seguridad de la interdependencia mundial. Los precios de los combustibles fósiles se han disparado, los precios de los alimentos están subiendo con rapidez y con ellos la inflación y la inseguridad mundial. El transporte por ferrocarril y por camión se ha interrumpido, y los barcos están siendo desviados.

Las interrupciones de las cadenas de suministro continúan y los debates sobre la diversificación para crear resiliencia contra los choques exógenos se perciben como urgentes e inevitables a la luz de la “interdependencia armada”. No cabe duda de que la política económica se ha convertido en un arma potente.

¿El campo minado que es hoy la política mundial es un mal presagio para el proyecto de descarbonización y digitalización? ¿Se han visto afectadas las cadenas de suministro de minerales críticos? ¿Se han dejado de lado los compromisos del pacto verde? Hay buenas y malas noticias y los resultados se evaluarán mejor en los próximos meses.

 

«A medio y largo plazo, reducir la dependencia del petróleo y el gas rusos ayudará a profundizar en el compromiso de descarbonización de la economía europea»

 

En primer lugar, a diferencia de la pandemia, la guerra ha dado un nuevo impulso a los combustibles fósiles. Los precios de la energía se han disparado, tanto del petróleo como del gas, y siguen siendo muy volátiles. La Unión Europea, por ejemplo, que ha impuesto sanciones económicas sin precedentes a Rusia, ha tenido que reconocer que no puede cortar el suministro energético proveniente de la Federación. Pero se ha comprometido a reducir la dependencia de las importaciones de gas ruso en dos tercios para finales de 2002. De manera significativa, la UE ha recurrido a cualquier fuente de energía disponible –incluidas la nuclear y el carbón– para mantener la economía en movimiento y las luces encendidas. A corto plazo, esto constituye una bofetada a las ambiciones climáticas europeas. A medio y largo plazo, sin embargo, profundiza en el compromiso de descarbonización de la economía comunitaria. Hasta el momento de escribir estas líneas, los fabricantes de equipos originales –producidos directamente por el fabricante del vehículo– siguen decididos a la electrificación del transporte, a pesar de que los precios de las tierras raras, el cobalto y el litio se habían disparado considerablemente incluso antes de la guerra. La escasez en el suministro mundial de semiconductores se agravará, afectando al sector del automóvil y la electrónica de consumo. Una de las razones es la interrupción de la producción de gases que son consumibles críticos para la producción de semiconductores. El neón, por ejemplo, se produce en Ucrania y es vital para la fabricación de chips avanzados. La interrupción de la producción de níquel aumentará aún más los costes de las baterías de los vehículos eléctricos. Aun así, la industria, Bruselas y los distintos Estados miembros de la UE siguen impulsando una mayor resistencia y diversificación de sus cadenas de suministro, con el objetivo de que la UE logre un 30% de cuota global en la producción de baterías. La UE y Canadá, además, han firmado una asociación estratégica para producir tanto los materiales como las aplicaciones necesarias para la descarbonización. Bruselas y los Estados miembros, a través de la Alianza Europea de las Materias Primas (ERMA, por sus siglas en inglés) y la Alianza Europea de Baterías (EBA), buscan nuevas fuentes de materiales y apoyan activamente las infraestructuras de transformación existentes en el territorio de la UE. Aunque puede haber algún retraso, la UE sigue comprometida con la estrategia de la Global Gateway para financiar de forma transparente nuevas infraestructuras de conectividad en el mundo en desarrollo que sean inteligentes, sostenibles y de “buena calidad”.

 

«El neón, producido en Ucrania, es vital para la fabricación de chips avanzados»

 

Con respecto al actual dominio de China de las cadenas de suministro de minerales críticos, Europa apoya la diversificación y no la desvinculación de China, a pesar de que Estados Unidos ha declarado su intención de construir una mayor autonomía con respecto a Pekín. Hoy, todos los grandes actores industriales, y en especial EEUU y China, se disputan el control del imperio de la tecnología a medida que avanza la digitalización de la economía mundial.

Para el mundo en desarrollo, las secuelas de la guerra en Ucrania y la aparentemente interminable espiral de Covid-19 agravan las dificultades socioeconómicas actuales y repercuten negativamente en los frágiles sistemas de gobernanza. Mientras los precios de sus valiosos recursos se disparan, el aumento de los costes de la energía y los alimentos asesta otro golpe a sus economías.

Por el momento, la descarbonización y la digitalización siguen siendo los grandes proyectos industriales del siglo XXI. Aunque son importantes, no son suficientes para evitar que el planeta se caliente por encima de 1,5 grados, y 2030 está a la vuelta de la esquina. Si las mentes más frías se imponen y el actual golpe a la cooperación mundial es efímero y manejable, tal vez aún podamos centrar nuestras energías en la protección de los bienes comunes mundiales y en la transición a una economía baja en carbono de forma inclusiva y equitativa, tanto en las naciones desarrolladas como en las que están en vías de desarrollo.

Artículo publicado originalmente en inglés en The International Spectator, la revista del Istituto Affari Internazionali (IAI).

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