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Orbán, durante una rueda de prensa tras firmar un acuerdo de cooperación fronteriza con el primer ministro esloveno, Janez Jansa, el 21 de febrero de 2022 en Liubliana, Eslovenia. LUKA DAKSKOBLER/GETTY

Los dilemas húngaros de la UE

¿Debe Bruselas hacer la vista gorda ante los excesos de Orbán en aras de la unidad frente a Rusia? ¿Se romperá la alianza entre Polonia y Hungría? ¿Acabará distanciándose Budapest de Moscú? La rotunda victoria de Orbán ha plagado de dudas el seno de la UE.
Ricard González
 |  6 de abril de 2022

Si alguien creía que Viktor Orbán optaría por una posición más conciliadora hacia Bruselas una vez pasadas las elecciones legislativas en Hungría, el ultraconservador primer ministro húngaro solo tardó unos minutos en demostrar que la idea era un espejismo. En su victorioso discurso poselectoral, no se olvidó de lanzar un dardo a la Unión Europea: “Esta es una victoria tan grande que quizás se puede ver desde la Luna, ciertamente se puede ver desde Bruselas”. Orbán no tardará en poner a prueba a la unidad europea ante el desafío lanzado por Vladímir Putin.

El líder húngaro no solo revalidó el 3 de abril su “supermayoría”, logrando 135 escaños de los 199 que componen el Parlamento húngaro, sino que también aumentó su apoyo en cerca de ocho puntos. En unas elecciones marcadas por la guerra de Ucrania, su calculada ambigüedad respecto al Kremlin –aprobó las sanciones de la UE, pero rechaza enviar armas al ejército ucraniano– recibió la aprobación de una amplia mayoría en las primeras elecciones europeas celebradas después de la agresión rusa.

Putin se ha apresurado a felicitar a Orbán por el triunfo y le ha invitado a continuar “desarrollando la cooperación” entre ambos países. Budapest podría bloquear en el futuro una ampliación de las sanciones de la UE a Rusia que, como todo asunto de política exterior, requiere la unanimidad. Hasta ahora, Orbán no ha estado solo, porque en Berlín y Viena también se han resistido a prohibir la compra de gas y petróleo ruso, pero la presión que están recibiendo para cambiar de posición es fuerte, sobre todo tras trascender la matanza contra civiles de las afueras de Kiev. Los tres países son muy dependientes de Moscú en el ámbito energético.

 

«Hungría es muy dependiente del gas ruso, que Orbán presume de obtener con un precio de descuento»

 

En 2014, Orbán rompió un tabú del nacionalismo húngaro, que desde hace un siglo ha buscado su espacio natural de alianzas en el mundo germánico, y buscó como socio principal Moscú. El viraje se debió tanto a una afinidad ideológica, pues Putin y Orbán comparten el desdén por la democracia liberal y posiciones muy conservadoras, como por interés económico. Hungría es muy dependiente del gas ruso, que Orbán presume de obtener con un precio de descuento. Además, su gobierno firmó un acuerdo valorado en 10.000 millones de euros para que la compañía rusa Rosatom ampliara y modernizara la central nuclear de Paks.

Desde entonces, las relaciones entre Putin y Orbán se han consolidado hasta el punto de que el actual ministro de Exteriores húngaro, Péter Szijjártó, recibió a finales del año pasado la Medalla del Orden de la Amistad rusa en Moscú. A la luz de la actual guerra en Ucrania, todavía resulta más embarazosa la revelación, hecha por un medio crítico húngaro, de que los servicios secretos rusos tendrían pirateado desde hace tiempo el servidor del ministerio de Exteriores húngaro. De ser cierta la información, basada en el testimonio de exmiembros de los servicios secretos húngaros, pero negada por el gobierno, el Kremlin habría tenido acceso a los debates en el seno de la UE y la OTAN. “Esto es muy grave y peligroso. Nuestros aliados podrían dejar de enviarnos información clasificada”, lamentaba un alto diplomático húngaro que prefiere guardar el anonimato.

El grado de imbricación entre Moscú y Budapest hace dudar de la capacidad de Orbán de romper con Moscú, incluso si escala la guerra en Ucrania y se agudiza todavía más el conflicto entre Occidente y el Kremlin. Tras conocerse la masacre de civiles en Bucha, Alemania y Austria podrían finalmente aceptar prohibir la compra de combustibles fósiles a Rusia, dejando solo a Orbán. En ese escenario, no está claro si el primer ministro húngaro podría resistir la presión y continuar bloqueando nuevas sanciones en el seno de la Unión.

 

«Tras la masacre de Bucha, Alemania y Austria podrían finalmente aceptar prohibir la compra de combustibles fósiles a Rusia, dejando solo a Orbán»

 

Un posible escenario es que Orbán condicione sumarse al consenso europeo a cambio de que Bruselas levante la congelación de los fondos decretada por la Comisión Europea como castigo a su deriva autoritaria. Hungría se enfrenta a una seria crisis económica, y necesitará fondos para frenar un déficit creciente. Si esta es la apuesta del dirigente ultraconservador, Bruselas se enfrentaría a un verdadero dilema moral. Las urnas han reforzado a Orbán, por lo que nada hace pensar que vaya a desistir en seguir con su proyecto político iliberal, plegándose a la voluntad de sus socios europeos en materia de derechos y libertades. ¿Debe la Comisión hacer la vista gorda a los excesos de Orbán en aras de la unidad frente a Rusia?

Junto con Polonia, la Hungría de Orbán ha planteado un pulso a Bruselas con sus violaciones al Estado de Derecho, que han incluido ataques a la independencia de la justicia y de la prensa, así como el acoso a las minorías, sobre todo a la comunidad LGBTIQ. Por eso, la Comisión ha suspendido el envío a estos dos países de los fondos de recuperación pospandemia, y podría adoptar nuevas sanciones en breve.

Por su parte, el Parlamento Europeo puso en marcha el procedimiento para aplicar a ambos países el artículo 7 del Tratado de Lisboa, que prevé retirar el derecho de voto en los consejos europeos a los Estados que violan los principios democráticos de la Unión. Para hacerse efectivo, es necesario que todos los Estados menos el acusado estén de acuerdo. De momento, esto no ha sido posible porque Polonia y Hungría se protegen mutuamente.

 

«El daño al eje iliberal Varsovia-Budapest causado por la guerra de Ucrania dependerá de cuánto dure esta y de cómo acabe»

 

Sin embargo, la posición antagónica respecto a la guerra de Ucrania ha tensionado las costuras de la alianza entre Varsovia y Budapest. El presidente de Polonia, Andrej Duda, declaró hace algunos días que la posición de Orbán tendría “un elevado coste” para Hungría. La semana pasada, Polonia y República Checa cancelaron una cumbre del grupo de Visegrado que debía tener lugar en la capital húngara.

Probablemente, el daño al eje iliberal Varsovia-Budapest dependerá de cuánto dure la guerra y de cómo acabe. El papel clave de Polonia –principal vía de entrada de las armas que Occidente envía al ejército ucraniano– ha hecho crecer su peso estratégico, y sus relaciones con Bruselas viven una especie de luna de miel. Por eso, algunos analistas han sugerido retirar las sanciones contra Varsovia a cambio de que apoye frenar a Orbán. No está claro si los líderes europeos han considerado seriamente esta opción, ni si el gobierno polaco se atrevería a dar un paso que deterioraría durante muchos años las relaciones con un vecino y socio natural. En todo caso, lo más probable es que durante los próximos meses se acentúen las tensiones entre Budapest y Bruselas.

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