El velo a debate

 |  22 de abril de 2010

¿Es el velo símbolo de fe o de coerción y opresión? ¿De diversidad o de pertenencia nacional? ¿O más bien un desafío identitario poscolonial? Sobre todo, ¿lo prescribe el Corán o no? Entre obsesión y afirmación de principios, el debate sobre el velo está abierto.

Reproducimos a continuación un artículo de Ghania Kelifi, Perrine Delangle, Stefanella Campana, Eman. S. Morsi, de la red Babelmed, publicado en Afkar/ideas 20 (invierno 2008/2009) sobre el uso del velo en el Magreb y en Europa.

Argelia: un poco de historia

Cuesta mucho trabajo creer que hasta los años ochenta la mayoría de las transeúntes de las calles argelinas se vestían al estilo occidental o con el velo tradicional, el jaique blanco en la región de Argel y en el Oeste, la melaya negra en el Este y la estampada en el Sur. Actualmente, basta con alejarse unos kilómetros de las grandes ciudades para que el velo “islámico” sea general. Obviamente, las mujeres lo llevan de distinta forma en función de su edad, de su condición social o de su compromiso ideológico. Incluso el chador o el yilbab, aunque minoritarios a pesar de todo, se han estandarizado. El atuendo con guantes, calcetines y burka negros, importado de Irán y Afganistán, ha merecido todo tipo de apelativos por parte de los ocurrentes jóvenes argelinos: “las bolsas negras”, en referencia a las bolsas de basura utilizadas en Argelia, “los cuervos” y, recientemente, el “Kinder sorpresa”, ya que no se sabe quién se oculta bajo el velo negro.

Al margen de esta clasificación, las argelinas llevan con el velo todo lo que les gusta. Maquilladas, con pantalones y prendas superiores ajustadas, tacones de aguja y una estela de perfumes parisinos, reducen el velo a su mínima expresión, a saber, un pañuelo en la cabeza. Incluso este fular, el jimar, se presta a todas las fantasías del strass y otros adornos de los colores más vivos. Tiendas regentadas por oriundos de Oriente Próximo ofrecen vestidos, pantalones y faldas “islámicas” muy elegantes. En todos los sectores de actividad, excepto en el ejército y en los cuerpos de seguridad, el velo se ha convertido en la norma. Las prostitutas que captan clientes en los grandes cruces y en los aparcamientos no se quedan a la zaga y han contribuido, a su manera, a desmitificar el velo que los islamistas impusieron como prueba de pudor y buenas costumbres. Al menos ése era su razonamiento para fundir a las argelinas en su molde ideológico. El velo, o más concretamente el hiyab, no siempre ha tenido este carácter trivial. Hizo irrupción en el país con la violencia y el terror.

El 13 de mayo de 1958, en la Plaza del Gobierno de Argel, las argelinas se arrancaban sus velos blancos ante las aclamaciones de los pieds noirs. Los medios de comunicación coloniales repetirán continuamente, estas imágenes de “musulmanas” que se emancipaban y que pedían a sus correligionarios que se integren en “la civilización francesa”. No hablarían de esas mujeres argelinas que se pusieron el velo después de este episodio. En cualquier caso, el velo volvía a entrar en la historia del movimiento de liberación nacional. Sin embargo, perdería su aura tras la independencia y, en los años setenta, tendría una gran competencia en la vestimenta occidental cifilize (civilizada), como se decía entonces. Las minifaldas, los pantalones de pata de elefante y el pelo corto invadieron las calles, codeándose con el velo tradicional.

En las zonas rurales, las cosas van mucho más despacio. Era inaceptable que una mujer, y menos aún una joven en edad de casarse, cruzara el pueblo “desnuda”, es decir, sin velo. Pocas estudiaban más allá de la educación primaria y que una mujer trabajara seguía siendo una característica urbana. Todo cambió con la revolución islámica iraní. El movimiento islamista empezó a organizarse. Los sermones y la literatura islamista exhortaban a las argelinas a recobrar su fe y, por tanto, a cubrirse con el velo. Los primeros pañuelos aparecen a principios de los años ochenta entre las militantes del movimiento islamista, en la universidad y en los barrios populares. La embajada de Irán distribuye discretamente el hiyab en Argel y en las mezquitas. Cuando se legalizan los partidos islamistas, el velo está ya muy implantado. La esposa del entonces presidente de la República se presenta con un pañuelo al estilo de Benazir Bhutto y una destacada presentadora aparece con velo. Fue despedida rápidamente.

Durante la década de los noventa, el chador es la máxima expresión de esta conformidad con la ley coránica. Las militantes o las mujeres de los islamistas radicales lo adoptan. Tras la fase inicial de seducción, los islamistas pasan a la amenaza en los años noventa. El velo se convierte en obligatorio so pena de muerte. Katia Bengana, una estudiante de instituto que se niega a usar velo, es asesinada. Es imposible ir a algunas ciudades y barrios con la cabeza sin cubrir.

En la actualidad, el velo ya no necesita apóstoles. La mayoría de las argelinas lo llevan y gana adeptos a diario, con picos en los terremotos, acontecimientos propicios al discurso religioso e islamista. No obstante, las consideraciones prácticas priman a menudo sobre el fervor religioso. Las jóvenes del interior del país han hecho de él una especie de protección contra las agresiones y los chismorreos, para desplazarse, estudiar y trabajar con total libertad. Por otra parte, muchos maridos se lo exigen a sus esposas para trabajar. Es un ocultamiserias, al ser más económico que la vestimenta occidental y permite a las mujeres salir y llevar bajo el velo la vieja ropa de casa. La práctica del rezo, que también se ha generalizado, está más ceñida a los ritmos y la frecuentación de la mezquita.

Curiosamente, el mundo oficial sigue estando a salvo del velo. Ninguna mujer ministra o presentadora de televisión aparece con velo. En cambio, las diputadas y algunos otros cargos electos, y las responsables de organizaciones lo llevan con más frecuencia. Sin embargo, el velo no ha podido deshacerse de su connotación popular o incluso pobre. Las empresas extranjeras prefieren emplear a jóvenes guapas, vestidas a la última moda, mientras que en las reuniones de los ricos y de los poderosos el velo está casi ausente. Otro desfase de una sociedad que ha pasado de la minifalda al chador en 20 años.

España: el velo al desnudo

Después de Argelia, la obsesión por el velo va viento en popa en España, al igual que en el resto de Europa. Hay medio millón de musulmanas en España, la mayoría marroquíes. Ya sea por elección propia, por obligación o por tradición, es difícil para ellas llevar velo en la España actual. Las jóvenes entrevistadas por Jesús Rodríguez  para su artículo Más allá del velo declaran: “Nos sentimos observadas, juzgadas, siempre obligadas a justificarnos, marginadas en el mercado laboral”. Es el caso de Yamam. Lleva velo y trabaja en una empresa de diseño, donde sus superiores la tienen escondida, sin ponerla nunca en contacto con los clientes. Las distintas maneras de llevar el velo tampoco se reconocen. Salam, de 23 años, que hace un doctorado en Pedagogía en la Universidad Complutense de Madrid, explica que “cuando te ven con el velo, automáticamente piensan que eres inmigrante, analfabeta, que no conoces la lengua y que tu marido te maltrata”.

Por otra parte, este tipo de confusión prosperó en la última campaña electoral de marzo de 2008, donde la cuestión del velo se vio mezclada con la inmigración. ¿Qué ocurre entonces con las centenares de españolas convertidas al Islam? Son las primeras que quieren acabar con esta confusión, como Ndeye Andújar, catalana convertida al Islam y vicepresidenta de la Junta Islámica Catalana. Por supuesto, no todas las mujeres en España eligen libremente llevar velo y a veces se lo impone un ambiente que practica un Islam rigorista o incluso oscurantista. Pero, en la actualidad, el velo ya no es exclusivo de las “mujeres sumisas” y, para algunas, se ha convertido en un símbolo de afirmación de su identidad y sobre todo político. Intelectuales, jóvenes musulmanas progresistas o feministas, lo llevan con el fin de expresar su fe o destacar su identidad. Predican entonces el respeto a la libertad, como hace Yonaida Anlad, presidenta de la asociación Intercultura: “Es necesario respetar a todas las que deciden llevar libremente el velo, de la misma forma que yo he decidido no llevarlo”. Ndeye va más lejos: opina que la causa del recrudecimiento actual de la cuestión del velo es la propia prohibición.

Aquí, como en el resto de Europa, y aunque llegue mucho más tarde, el debate está abierto desde hace varios años y especialmente desde la ley de igualdad. Pero a pesar de la contribución que hacen las conversas al debate, desgraciadamente éste sigue siendo superficial, puesto que sólo existe en función de las campañas electorales y de casos exagerados por los medios de comunicación. Estas instrumentaciones no ayudan pero, en cualquier caso, es difícil legislar en un país como España al que, a diferencia de Francia, las especificidades constitucionales lo declaran aconfesional más que laico (artículo 16 de la Constitución Española de 1978).

Italia: velo sí, velo no

El velo, del que hace gala un número cada vez mayor de mujeres musulmanas en Italia, ha sido al centro de encendidos debates en un país en el que, hasta los años sesenta, no pocas mujeres ancianas del Sur llevaban la cabeza cubierta con un chal. Entre las fieles católicas de la península, estaba incluso más difundida la costumbre de cubrirse la cabeza con un velo al entrar en una iglesia. Por otra parte, está acreditada la obsesión de todas las religiones por cubrir el cuerpo de la mujer, una de las muchas represiones de las que las italianas se han liberado en su duro recorrido para conseguir la autonomía. Por tanto, no sorprenden reacciones como las de la periodista Giuliana Sgrena, que en su último libro El precio del velo (Ed. Feltrinelli), en el que critica el relativismo cultural, ve el velo como un símbolo de regresión, algo no elegido por las mujeres, que no disfrutan de los mismos derechos que el hombre: “Lo que se está difundiendo en estos últimos años no es el velo tradicional, sino el de los integristas islámicos”, afirma.

Hace unos años, la página de Internet de Islamitalia recordaba que el hiyab es una obligación de las fieles hacia Dios, además de una forma de protección frente a las posibles consecuencias “de la excitación masculina al ver las formas de una mujer”. Recordaba también que la ley italiana autoriza a los ciudadanos que profesan cultos religiosos diferentes del católico a llevar sombrero en las fotografías de los carnés de identidad. Además señala que el hiyab se desaconsejaba en la realidad occidental “en cuanto a que esta forma de vestir es motivo de atracción para los hombres, pero también es un signo de falta de integración en el tejido social occidental y no permite encontrar trabajo fácilmente a las mujeres que se cubren la cabeza”.

¿Qué valor tienen hoy estos consejos? Siham y Buchra, dos jóvenes marroquíes musulmanas dejaron Casablanca hace unos años para trabajar en Italia como cuidadoras. Siham, de 23 años, con unos vaqueros que lleva con mucha soltura sobre un cuerpo esbelto, exhibe su bonita melena castaña. Buchra, de 30 años, elegante con falda y jersey blanco, lleva la cabeza cubierta con un gracioso fular de color violeta pálido. Son simpáticas y abiertas, graciosas y seguras de sí mismas y explican, en un buen italiano, sus distintas formas de vivir la fe islámica y sus signos externos. Siham nunca llevó el velo en su país. “Mi familia no me lo impuso y, por eso tampoco lo uso aquí, en Italia”. Jura que no se lo pondría ni siquiera por amor. “Tengo que estar convencida yo, no porque me lo pida un hombre”. Siham asegura que es creyente, pero sin exagerar. Prefiere rezar en casa y su rechazo del velo es claro y sin sombra de dudas.

En el caso de Buchra, tampoco ha habido ninguna imposición por parte de la familia. “Soy muy religiosa desde que tenía 13 años, y el velo forma parte de mí, como elección personal;  no quiero negar exteriormente mi fe. El Corán habla de tener pudor. Ponerse el velo significa renunciar a dejarse mirar, renunciar a seducir. Es un sacrificio para acercarse más a Dios”. Explica todo esto con un tono dulce, casi con una pizca de timidez. Y repite varias veces que su elección es libre, ligada a su identidad, y que está preparada para decir un no rotundo a un posible pretendiente que no la quiera con velo. Sin embargo, Buchra no esconde que el contacto con otra realidad, con otro mundo, lo ha vuelto todo más complicado, al plantearse dudas sobre sí misma y sobre sus convicciones: “He ampliado mi visión;  es difícil no dejarse influir por otra cultura, pero yo no quiero perder mi identidad”.

Buchra frecuentaba la mezquita durante su primer año de residencia en Italia: “Encontrabas sobre todo mujeres casadas, amas de casa que me consideraban una desdichada porque no tenía marido y eso me molestaba, así que dejé de ir. Como ves, también entre los árabes pueden surgir problemas, no estamos libres de los prejuicios, de juicios superficiales basados en lo externo, acerca de cómo te vistes o de por qué no te has casado….”.

¿Son dos bichos raros? Ciertamente, impresiona ver un número creciente de chicas que llevan el hiyab. Cuesta creer que sea por propia elección. “Muchas niñas sólo lo llevan porque quieren sentirse mayores e imitar a su madre”, aseguran las dos amigas marroquíes. ¿Es exactamente así? Quedan algunas dudas. Para Buchra, el verdadero problema para muchas mujeres árabes no es tanto el velo como la costumbre “de levantar sus propios y auténticos muros, dentro de los que se encierran por miedo a los demás: pero, al hacerlo, no entienden la realidad en la que viven y acaban también por perder el diálogo con sus hijos, con la familia”. Siham cuenta un episodio que da a entender que hay mujeres que, aunque vistan el hiyab, ejercen la prostitución en Italia. Es difícil confirmarlo. Pero es evidente que debajo del velo hay mujeres con historias, opciones y destinos diferentes.

El 90% de las mujeres egipcias lleva velo

En un país de más de 70 millones de habitantes, por qué la abrumadora mayoría (alrededor de un 90%) de las mujeres adultas musulmanas lleva velo no resulta una pregunta sencilla o fácil de responder, ya que las razones son muy diferentes.

Si se les preguntase por qué lo llevan, casi todas las mujeres egipcias responderían “porque Dios nos lo ha exigido”. Debido a numerosas razones sociopolíticas y económicas,  la interpretación que los egipcios hacen de la religión cambió drásticamente a principios de los años setenta y pasó de un entendimiento más moral y espiritual  hacia una línea más centrada en el aspecto y los rituales bajo la apariencia de ser fiel a su propia identidad, como es el caso de ser musulmán y parecerlo. Esto ha llevado a que cada vez haya más mujeres con velo y hombres con barba. Como sea, mientras que en las décadas de los setenta, ochenta y principios de los noventa las mujeres llevaban velo por elección personal, desde finales de los años noventa y especialmente con la entrada del siglo XXI, el velo se ha convertido en un elemento que para muchas es la consecuencia natural que acompaña al hecho de convertirse en mujeres más que el resultado de una creencia.

Muchas mujeres, como Shaima’ Saleh, secretaria de 23 años, nunca se han planteado por qué lleva velo. Tras unos minutos de silencio ante la sorpresa por la pregunta, afirmó: “no lo sé, tenía 13 años, cuando un día mi madre me dijo que me lo pusiera y yo me lo puse como todo el mundo, nunca pensé realmente sobre ello”. Para la mayoría de las chicas de 20 años de clase media y baja en el Egipto actual, llevar o no velo no es algo que ellas escojan. Se ha convertido en una tradición, en una costumbre. Todas lo llevan, el recato y la buena reputación se apoyan en él y se da por sentado que cualquier chica buena lo llevará cuando llegue a la universidad o por lo menos cuando se gradúe.

Por supuesto existen excepciones de familias liberales de clase media, si bien las chicas de esas familias que deciden no llevar velo tienen que aguantar  hostigamientos y sermones en la calle, el trabajo o la universidad. Según Heba Ismail, una adjunta al director de 25 años que no usa velo, durante los cuatro años que pasó en la facultad de una de las principales universidades públicas del país, no dejó de sufrir el hostigamiento de otras chicas, que cuestionaban su fe y le recordaban el castigo que iba recibir en la otra vida si no llevaba velo.

La situación no es muy diferente entre la clase media-alta y la clase alta en Egipto, aunque cuanto más alto es el rango social al que pertenecen las chicas más tarde se ponen velo y supuestamente tienen más libertad. Así, la clase alta egipcia más occidentalizada raramente considera el asunto del velo.

Al haberse extendido su uso, el velo se ha convertido en una prenda de moda de diferentes tamaños y formas de llevarlo alrededor de la cabeza, junto con lo último en moda occidental, como los pantalones vaqueros ceñidos. Muchas revistas, como Hijab, muestran los últimos estilos y colores en velos y las mujeres jóvenes se gastan tanto dinero en nuevos velos como en otro tipo de prendas de vestir. Este hecho ha llevado a muchos a creer que otra razón por la que tantas jóvenes llevan velo es porque se ha convertido en un artículo de moda.

Para distanciarse de este velo “neutralizado”, las mujeres que creen que cubrirse es su deber como buenas musulmanas, lo están haciendo incluso más, con velos más grandes que les llegan hasta los codos o hasta las rodillas y que llevan sobre ropa suelta, al tiempo que aumenta el número de mujeres que visten el izdal (chador iraquí). Además cada vez más mujeres seguidoras de las interpretaciones más radicales del Corán y el Hadiz usan el velo facial (conocido en Egipto como nicab).

Mientras que el público egipcio en general está a favor del velo, el Estado no. A diferencia de los canales privados por satélite, la televisión estatal es mucho menos tolerante con el velo. El gobierno intenta dar una imagen de país moderno y laico frente a la realidad del velo que considera “atrasada” y “sin civilizar”. Esta intolerancia ha llevado a la televisión estatal y a representantes oficiales, como el ministro de Cultura, a enfrentarse a numerosos pleitos por prohibir que mujeres con velo aparezcan en televisión o por expresar sentimientos en contra del velo.

¿Cuál será el lugar del velo dentro de la sociedad egipcia en los años venideros? Una vez más, las opiniones son diferentes. Mientras que muchos piensan que las que llevaban velo sin presión social o de su grupo o por seguir la moda se lo quitarán en los próximos años, otros creen que el creciente extremismo religioso llevará a más y más mujeres a ponerse de forma más estricta los velos que ahora llevan sueltos y, al final, a cubrirse el rostro completamente.

Más información:

  • Musulmanes e igualdad de derechos, Editorial, Afkar/Ideas 25 (primavero 2010)
  • Los jóvenes inmigrantes construyen su identidad, Houria Alami M’Chichi, Afkar/ideas 3 (pdf)
  • Conductas religiosas de la juventud musulmana,  Noureddine Harrami, Afkar/ideas 3 (pdf)

1 comentario en “El velo a debate

  1. el jimar es un sentimiento con ALLAH no una imposicion ó una moda

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