Escalada de tensiones entre India y EE UU

 |  14 de enero de 2014

A pesar de que el 100 aniversario de la Primera Guerra Mundial está sirviendo como recordatorio del peligro que acarrean los incidentes diplomáticos mal encauzados, dos de las principales potencias mundiales han comenzado el año enzarzadas en una disputa infantil e injustificada. Esta vez los protagonistas no son China y Japón, sino India y Estados Unidos, cuyas relaciones se han tensado durante el pasado mes tras un choque diplomático. Aunque el episodio no pasa de ser un malentendido, sorprende por la venalidad con que está siendo empleado.

El incidente en cuestión comenzó en Nueva York el pasado 11 de diciembre. Devyani Khobragade, vicecónsul india, fue acusada por las autoridades neoyorkinas de haber cometido fraude en la obtención de un visado americano para su empleada doméstica, Sangeeta Richards, y de explotarla con un sueldo de 3,3 dólares por hora (un tercio del salario mínimo en Nueva York). Al no contar aún con inmunidad diplomática –que le ha sido concedida el 10 de enero, en un intento de encauzar la disputa–, Khobragade fue arrestada el día siguiente, cacheada, y retenida en una celda compartida.

La reacción de Nueva Delhi ha sido contundente. La clase dirigente india ha criticado duramente a las autoridades americanas, y lanzado una campaña de acoso contra los diplomáticos estadounidenses en su país. Entre las medidas se encuentran el retiro de barricadas defensivas de la embajada de EE UU, la prohibición de que ésta importe bebidas alcohólicas, e investigar la legalidad laboral de los indios que trabajen para diplomáticos americanos. Más preocupante aún resultan las declaraciones de Yashwant Sinha, antiguo Ministro de Exteriores indios. Basándose en la reciente sentencia del Tribunal Supremo indio que ilegaliza la homosexualidad, ha pedido que su gobierno detenga a todos los diplomáticos americanos gays. EE UU, por su parte, ha cancelado la visita al país del Secretario de Energía, Ernest Moniz.

Si la escalada de tensiones resulta exagerada, es porque lo es. Más aún teniendo en cuenta que el gobierno indio continúa dirigido por un Primer Ministro moderado, como lo es Manmohan Singh. Lo cierto es que el episodio no puede entenderse sin tener en cuenta que las elecciones generales están a la vuelta de la esquina –y que Narendra Modi, del nacionalista Bharatiya Janata Party (BJP) parte como favorito para destronar al gobierno del Congreso. Es por eso que la clase política india ha cerrado filas en torno a Khobragade, formando una piña que dificulta el entendimiento entre Washington y Nueva Delhi.

Semejante estado de cosas es perjudicial para los dos países. El presunto abuso laboral al que estaba sometida la empleada de Khobragade muestra la cara oscura de India. Y es que en la mayor democracia del mundo persiste la malnutrición, el analfabetismo afecta al 40% de la población, 15 millones de indios viven como esclavos, y persisten enormes problemas de discriminación sexual –tanto en términos de violencia de género como de estigmatización de la homosexualidad. La defensa acérrima de Khobragade sugiere que los dirigentes indios muestran más interés por los suyos que por los compatriotas a los que estos explotan –véase la empleada de Khobragade.

Para Washington, por su parte, el episodio supone un importante revés en sus intentos de cultivar a Delhi. India es visto como un importante contrapeso al poderío chino en Asia, lo que ha llevado a EE UU a apoyar su presencia permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU y la legalización de su programa nuclear. Gestos de una importancia considerable, en vista de que existen divergencias entre la política exterior india y la americana, en cuestiones tan sensibles como el programa nuclear iraní o la estabilización de Afganistán.

No hay duda de que las autoridades americanas frecuentemente tratan a los detenidos con una dureza injustificada. El cacheo de Khobragade, una diplomática relativamente importante, parece poco justificado y digno de reproche. Pero como ya demostró el caso Strauss-Kahn, las autoridades neoyorkinas no se andan con rodeos aunque el presunto delincuente sea una persona de prestigio. Ante el escándalo que supone el que un diplomático explote laboralmente a sus empleados, la inmadurez de la reacción india deja mucho que desear. Con Khobragade retornando a la India, es de esperar que tanto Delhi como Washington pasen página, pero tomen nota para futuros malentendidos.

 

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