Pequeñas fracturas en la Gran Coalición

 |  5 de enero de 2014

Angela Merkel, canciller de Alemania desde 2005, sufrió un accidente de esquí el 6 de enero y se rompió el anillo pélvico. La coalición de gobierno entre la Unión Demócrata Cristiana (CDU) y el Partido Socialdemócrata Alemán (SPD) se encuentra en mejor estado que su cadera, pero ha mostrado las primeras fracturas tras menos de un mes en el poder. El pasado 2 de enero, la Unión Social Cristiana de Baviera (CSU), partido hermano del gobernante CDU, exigió recientemente una reducción de prestaciones sociales para los inmigrantes provenientes de Europa del este. La iniciativa estuvo motivada por las leyes migratorias en la Unión Europea, que desde el 1 de enero facilitan el movimiento de rumanos y búlgaros a Alemania.

En ocasiones anteriores Merkel se ha dejado influenciar por el ala más conservadora de la democracia cristiana. Fue así en 2010, cuando la canciller anunció el fracaso del multiculturalismo en Alemania. Pero es improbable que los socialdemócratas se muestren transigentes con semejantes gestos. Además de pertenecer al SPD, Aydan Özoğuz, Comisaria de Inmigración, Refugiados e Integración, es la primera política de origen turco en formar parte de un gabinete alemán. Las peticiones del CSU ya han provocado una ola de críticas entre las filas socialdemócratas.

No se trata de un incident aislado, sino de una cuestión ligada al tema más importante al que deberá hacer fente el gobierno de Merkel: su papel al frente de una UE que ya ve en Alemania un líder natural. La reticencia que muestra el país por acoger a inmigrantes rumanos y búlgaros muestra los riesgos y limitaciones que acarrea la expansión de la UE, pero también el creciente ensimismamiento de Alemania, antiguo motor de la integración europea.

El reciente acuerdo de una unión bancaria ejemplifica la posición contradictoria en que se encuentra el país. De un lado está la enorme influencia de Wolfgang Schäuble, Ministro de Finanzas alemán. A pesar de no contar siquiera con el respaldo de los países nórdicos, tradicionales aliados de Alemania, Schäuble supo imponer a los demás ministros de economía de la Zona euro las preferencias de su país. El resultado del poderío alemán, paradójicamente, es una legislación tímida e ineficaz: la unión bancaria, como predijo Wolfgang Munchau, no dispone de la capacidad para hacer frente a otra crisis financiera en el futuro. El problema de fondo es la ausencia de solidaridad entre miembros de la Zona euro, que se traduce en una Alemania reticente a adquirir nuevas responsabilidades.

Pero es precisamente esta reticencia la que ha asegurado la reelección de Merkel. Lejos de aprovechar la crisis como una oportunidad de unir Europa a través del liderazgo alemán, la canciller apostó por programas de recortes que han consolidado el euro como mecanismo permanente de deflación. Con Schäuble firmemente atrincherado en el cargo que ostenta desde 2009, imprimir un nuevo rumbo en las prioridades del gobierno está en manos del SPD. Los socialdemócratas han conseguido que Merkel acceda a varias de sus concesiones, entre las que se hallan la creación de un salario mínimo (de 8,50 euros por hora) y una comisión para la inmigración. Pero nada de esto es sorprendente: consciente de lo impopulares que resultan la políticas austeridad, Merkel gobierna como una socialdemócrata de puertas para adentro.

Más difícil será modificar la política europea de Alemania. Entre otras cosas, porque el SPD cuenta con defensores de la línea adoptada por Merkel. Es el caso de Peer Steinbrück, candidato electoral en 2013 y Ministro de Finanzas durante el primer gobierno de la Gran Coalición (2005-09). Pero la entrada del SPD al gobierno, unido al descalabro de la teoría que sustentaba las políticas de austeridad, presenta una ocasión que no debiera ser desperdiciada. Los socialdemócratas han logrado obtener las carteras de Asuntos Exteriores, Medio Ambiente, Justicia, y Trabajo, además de la vicecancellería y el nuevo superministerio de Economía y Energía para Sigmar Gabriel, secretario general del partido. El objetivo para Frank-Walter Steinmeier, ahora al frente de la diplomacia alemana, es tan ambicioso como urgente: lograr que su país adopte un mayor compromiso con Europa, y al mismo tiempo una imagen más amable. Para ello, sin embargo, será necesaria la colaboración del resto del gobierno.

 

 

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