Esta semana en Informe Semanal de Política Exterior

 |  25 de enero de 2010

Cambio de rostros, no de rumbo

Puede parecer insólito que una coalición de gobierno que en 20 años ha hecho de Chile el país con menor tasa de pobreza de América Latina (del 42% de 1989 al 13,2% en la actualidad) haya perdido las elecciones  frente a un empresario conservador, Sebastián Piñera (52% del voto), dueño de una fortuna de 1.200 millones de dólares. Aún más teniendo en cuenta que sus dos últimos presidentes, los socialistas Ricardo Lagos y Michelle Bachelet, terminaron sus gestiones de gobierno con niveles de aprobación superiores al 70%.
Las claves de la victoria de Piñera son más fáciles de entender dentro de un contexto regional marcado por una creciente –y pragmática– convergencia de las agendas políticas de la izquierda y la derecha para generar estabilidad macroeconómica en un marco de mayor justicia social, un consenso que sólo se altera en ciertos matices por los cambios de gobierno. Según el analista chileno Patricio Navia, “los chilenos han decidido cambiar el piloto, no la trayectoria del vuelo (…) Chile quería ver nuevas caras”.

No sólo la riqueza de Piñera no le perjudicó, sino que su “toque de Midas” parece haberle conferido una aureola de simpatía política. Cuando el candidato de la Concertación, el ex presidente Eduardo Frei (48,3%), quiso hacer de la riqueza de su rival un asunto de campaña, el propio Piñera le hizo notar que ese argumento le daría la victoria. Hijo de un fundador de la Democracia Cristiana y ex economista de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe de la ONU (Cepal), su éxito empresarial ha tenido más que ver con su buen olfato para los negocios que con sus relaciones con el poder político.

Su campaña, una de las más profesionales realizadas en el país, tuvo su mayor mérito al mitigar los temores de la clase media, comprometiéndose a mantener las políticas sociales de la Concertación, inyectándoles un mayor dinamismo empresarial para volver a las tasas de crecimiento del 6% anual de los años noventa. Según Marta Lagos, directora de Latinobarómetro, la más importante empresa demoscópica de América Latina, con sede en Santiago, el centro es el único sector del electorado que ha crecido en la región en los últimos 10 años: del 29% al 46% entre 1996 y 2009.

El voto chileno tuvo mucho de protesta contra los partidos oficialistas, que se negaron a convocar elecciones primarias para elegir a sus candidatos al Congreso, lo provocó la disidencia de Marco Enríquez-Ominami, cuya candidatura independiente, al obtener el 20% de los votos en la primera vuelta, selló el destino de la Concertación. El propio Lagos reconoció que el daño infligido por Ominami a la Concertación podría haberse evitado si él hubiese competido en las primarias. La madurez institucional que proyecta un relevo en La Moneda permite esperar que Chile se convierta en el primer país desarrollado de América Latina. Hoy ya tiene una renta per cápita de 14.000 dólares y es la nación más competitiva de la región, con una elevada integración comercial, multinacionales y el mayor índice de desarrollo humano del continente.

Léase,

Jesús Manuel Martínez, «Las tres victorias de Allende», Política Exterior, núm. 130 – Julio / Agosto 2009
Sergio Spoerer, «Michelle Bachelet y el fenómeno chileno», Política Exterior, núm. 110 – Marzo / Abril 2006
Manuel Castells, «Estado y sociedad en la democracia chilena», Política Exterior, núm. 100 – Julio / Agosto 2004
Pilar Ayra y Cortés, «Chile, país ejemplar, socio deseado», Economía Exterior, núm. 21 – Verano 2002
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