Esta semana en Informe Semanal de Política Exterior

 |  7 de junio de 2010

La ‘opción cero’, aún muy lejana.

El aspecto más positivo –el único, quizá– de la VIII Conferencia de Revisión del Tratado de No Proliferación (TNP) de armas nucleares celebrada en Nueva York entre el 3 y el 28 de mayo, es el hecho de que haya habido una declaración final conjunta, lo que mejora lo logrado en la conferencia de 2005, cuando fue imposible lograr un consenso entre los 189 países firmantes de un acuerdo que sigue siendo la pieza central de la arquitectura de seguridad mundial desde su entrada en vigor en 1970.
Desde entonces, el exclusivo club de potencias nucleares ha pasado de cinco (Estados Unidos, Rusia, China, Francia y Reino Unido) a nueve, con el añadido de Israel, India, Pakistán y Corea del Norte. Aunque el propio tnp ha estado sometido a constantes críticas por sus insuficiencias para evitar la proliferación, no se puede olvidar que cuando se materializó el tratado se pronosticaba que a principios de este siglo habría no menos de 24 países nucleares.
Si ello no ha ocurrido se ha debido tanto al propio tratado como a los esfuerzos del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA). El TNP y el OIEA son manifiestamente mejorables, pero su mejora depende exclusivamente de la voluntad política de los países signatarios, entre los cuales hay posiciones muy dispares. Unos se aferran a un arma que les confiere un poder disuasorio máximo y un peso internacional superior al resto de los países. Otros, como Corea del Norte, utilizan su arsenal nuclear como un instrumento de extorsión internacional.
Algunos, como Irán, perciben que su apuesta por ingresar al club nuclear les resulta rentable tanto en términos de disuasión como para lograr reconocimiento como potencia regional. Por último, Israel, Pakistán e India se mueven totalmente al margen de esa dinámica, en la medida en que nunca han firmado el TNP y no quieren ver coartadas sus políticas nucleares.
En esas condiciones –y dado que cualquier avance en el TNP necesita el consenso de los 189 firmantes–, no podía esperarse mucho más de la reciente conferencia. En el balance negativo sobresale la ausencia de cualquier mejora en las capacidades del OIEA.
Cuando aún son muchos los países que no han validado el protocolo adicional de 1997, que permitía al oiea inspecciones mucho más intrusivas, resulta decepcionante que sigan sin tener consecuencias la denuncia y salida unilateral del tratado –como hizo Pyongyang en 2003 tras reiteradas transgresiones– o que no se hayan aprobado más medios para que esa organización escudriñe a fondo cualquier actividad relacionada con el ciclo nuclear.
Lo mismo cabe decir del compromiso de desarme que afecta a las cinco potencias formalmente reconocidas como nucleares. El impreciso compromiso adoptado en la declaración final (y ya recogido en la de 1995) no permite augurar ningún desarrollo de la “opción cero” en un plazo previsible.
Tampoco ha sido una novedad la petición a Israel, India y Pakistán de que firmen el TNP, ni el anuncio de una conferencia regional en Oriente Próximo, prevista inicialmente para 2012, con el objetivo de establecer una zona libre de armas de destrucción masiva. La mejor señal de que ese anuncio no tendrá consecuencias prácticas es que Washington haya permitido su inclusión en la declaración final, pero a cambio de que Irán renunciara a su petición de establecer un calendario preciso para el desarme de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.

Te puede interesar:

Editorial, «Negociar con Irán. Un Oriente Próximo libre de armas nucleares». Política Exterior, núm. 125, septiembre-octubre 2008.

Joseph Cirincione, «El fin de las armas nucleares», Política Exterior, núm. 125, septiembre-octubre 2008.

Vladimir Orlov e Ivan Trushkin, «EE UU y Rusia: avances hacia el desarme nuclear», Política Exterior, núm. 135, mayo-junio 2010.

Joseph Cirincione y Alexandra Bell, «Un gran pacto contra la proliferación», Política Exterior, núm. 135, mayo-junio 2010.

Deepti Choubey, «Perspectivas para la Conferencia de Revisión del TNP», Política Exterior, núm. 135, mayo-junio 2010.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *