¿Favorece la ruptura a la oposición brasileña?

Juan Vicente Bachiller Cabria
 |  21 de septiembre de 2015

Brasil vive instalado en una doble crisis económica y política, que ha acabado con el anterior ciclo virtuoso de una década de crecimiento con redistribución y estabilidad institucional. Acabada la anterior coyuntura favorable basada en el boom de de las materias primas, el primer gobierno de Dilma Rousseff fue incapaz de elaborar una estrategia de desarrollo alternativa, y además determinadas políticas contribuyeron a agravar tanto el cuadro de déficit fiscal como de aumento de la inflación con el que se ha inaugurado su segundo mandato. Ante este panorama Rousseff comenzó 2015 imponiéndose la tarea urgente de emprender un ajuste fiscal, profusamente negado durante la campaña electoral de 2014. Además, la crisis política se ha agravado por las denuncias de corrupción derivadas de la concesión de contratos para la estatal Petrobrás, que, aunque es un problema endémico cuya práctica viene desde por lo menos la década de 1990, ha hecho que el castigo de la opinión pública recaiga en exclusiva en el gobierno de turno.

Parece por tanto que el actual ciclo de más de una década de hegemonía del Partido de los Trabajadores (PT) y del centro izquierda está llegando a su fin. En las condiciones normales de alternancia que parecían haberse consolidado en la democracia brasileña, todo parecería encaminado para la vuelta al gobierno del PSDB de centro derecha, cuyo candidato Aécio Neves en las últimas elecciones perdió por un escaso margen de un 49% de los votos frente a un 51% de Rousseff.  Sin embargo, a pesar de que la propia inercia parecería favorecer a la oposición de cara a 2018, esta ha decidido fomentar un escenario de ruptura de inciertas consecuencias, con el objetivo inmediato de acabar abruptamente con el actual mandato de Rousseff.

En un primer momento y como continuación directa de una campaña electoral elevada de tono por parte de ambas candidaturas, Neves ha venido alentando la posibilidad de establecer un proceso de impeachment, mediante una estrategia centrada en dos frentes. El primero de ellos han sido las manifestaciones en contra del gobierno, que pretendían ser la continuación de las grandes manifestaciones populares acaecidas en 2013, así como rescatar el espíritu de movilización generalizada que impulsó el impeachment de Fernando Collor de Mello en 1992. El segundo frente está en las instituciones, principalmente en el Parlamento, donde el gobierno ya no tiene una mayoría estable. Pero las manifestaciones, aunque masivas, han sido incapaces de extenderse más allá de los sectores que en octubre apoyaron a Neves en los comicios presidenciales. Por su parte, el frente institucional toda vez que no existen pruebas consistentes contra la presidenta, carece de unas garantías constitucionales claras como para que pueda ser considerado como legítimo.

 

Estrategia política

Ante las incertidumbres que genera la aventura del impeachment determinados sectores de la élite económica, conscientes de que la credibilidad alcanzada por el país en las últimas décadas se encuentra amenazada, han decidido dar su apoyo a la continuidad institucional. En las últimas semanas las principales asociaciones empresariales del país, y a título personal grandes empresarios, se han manifestado contrarios a tal opción. Ante esta perspectiva, la estrategia de Neves continúa en el Tribunal Superior Electoral con el objetivo de impugnar la elección presidencial.

Este escenario de ruptura responde a una estrategia más profunda, que es la de elevar el tono de crispación y alejar el foco del debate público del eje izquierda y derecha, en donde el elector mediano se encuentra alejado de las propuestas neoliberales del PSDB, sustituyéndolo por un eje donde se ataquen, con fundamento o no, cuestiones más transversales como la corrupción o la competencia del gobierno. Además, responde también a motivos más viscerales, dado que los sectores próximos a Neves no han digerido todavía una derrota electoral acontecida por escaso margen.

A corto plazo, la estrategia parece haber rendido ya varios frutos, como el dominio de la agenda de protestas por parte de los movimientos más conservadores, tornando en irrelevantes las movilizaciones en contra del ajuste fiscal realizados por movimientos de izquierda. Además han conseguido debilitar todavía más las posiciones del PT, lo que, en consecuencia, allanaría el camino para una nueva mayoría social conservadora.

Sin embargo, la estrategia es arriesgada pues abre dos posibilidades que pueden ser bastante perjudiciales a medio plazo para los intereses de Neves. La primera de ellas es que, ante el progresivo debilitamiento del PT, y al generar un clima de crispación que hasta el momento solo ha conseguido reafirmar y radicalizar posiciones previas, se abra la puerta para que un outsider pueda canalizar las aspiraciones políticas de los cada vez más descontentos carentes de referentes políticos. A este respecto cabe destacar que ya en la anterior elección la candidata Marina Silva, que se presentó a los comicios con un partido prestado y con la promesa de lanzar en el futuro su propia organización política, llegó a destacarse en las encuestas de intención de voto y a punto estuvo de pasar a la segunda vuelta.

La segunda posibilidad es que, ante tal incertidumbre, se rescate una vieja fórmula de la política brasileña, como es la estrategia de conciliación entre las élites políticas y económicas, alérgicas a cualquier aventura política, para asegurar la continuidad institucional. Esta es una opción que cada vez cobra más fuerza y que contaría con el PMDB, el tercer partido en discordia del sistema político brasileño, representando un “centro pragmático” y  liderando una candidatura de unidad nacional. Dicha candidatura podría estar incluso encabezada por sectores del PSDB de una vieja guardia más moderada, que parecen también alarmados con la deriva rupturista propiciada por los sectores afines a Neves.

A pesar de que la cita electoral de 2018 todavía está demasiado lejos y de que en la actual situación de inestabilidad los escenarios mudan a una velocidad vertiginosa, en este inicio de mandato podrían estar ya configurándose las opciones políticas para futuros mandatos. En tan incierta situación, podría ser que la vorágine política acabe engullendo no solamente al PT y a Rousseff.

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