En general, los movimientos separatistas se dan en bastiones de la oposición al gobierno central que poseen ingentes recursos naturales. GETTY

¿Focos secesionistas en América Latina?

Alicia García Romero
 |  2 de noviembre de 2017

América Latina es de las regiones del mundo menos familiarizadas con los conflictos de índole separatista –no ha sufrido cambios formales en sus fronteras desde que en 1903 Panamá se separase de Colombia–, pese a lo cual también cuenta con manifestaciones secesionistas a lo largo y ancho de su geografía. Si bien no podemos comparar los secesionismos latinoamericanos con movimientos en Europa como el vasco, el escocés o el catalán, entre otros ––dada su larga trayectoria y poderoso impacto en las sociedades donde operan–, los latinoamericanos son casos que revelan que el fenómeno del separatismo está lejos de ser exclusivo de las regiones con más carga histórica.

Los secesionismos latinoamericanas tienen la particularidad de que, en general, se dan en bastiones de la oposición al gobierno central que poseen ingentes recursos naturales (petróleo y gas) y representan una parte importante del PIB de sus respectivos países. Los secesionismos en la región se han visto alimentados, además, por intereses del capital financiero internacional y las compañías transnacionales. Estos actores, junto a las élites locales, se benefician del discurso secesionista, que les mantiene en una posición privilegiada. Así, el separatismo sirve y ha servido en ocasiones como herramienta para desestabilizar gobiernos y hacerse con el control de los recursos naturales.

 

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Este es el caso de Bolivia, donde se promueven movimientos secesionistas en la región de la Media luna, área oriental del país rica en gas, petróleo y con gran aporte al PIB nacional. Región de mayoría blanca –en contraste con la mayoría aimara del país– se mostró más determinada en sus acciones desde el ascenso al poder de Evo Morales y sus políticas de nacionalización. De ello surgió el Movimiento Nación Camba y los referéndums de autonomía de 2008 en los departamentos de Santa Cruz, Tarija, Beni y Pando, que no fueron reconocidos por el gobierno. Desde entonces, Morales ha buscado satisfacer las necesidades de la región, al tiempo que forjaba pactos con los empresarios locales para evitar mayores fricciones. En 2008, Morales llegó a expulsar de Bolivia al embajador de Estados Unidos, Philip Goldberg, acusándolo de dividir el país. Antes de su retirada, Goldberg se había reunido con los gobernadores de las provincias rebeldes en visitas públicas.

 

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En Venezuela, la zona de Zulia, separada geográficamente del resto del país por los Andes, aporta la mayor parte del petróleo extraído por la potencia energética. El antichavismo reinante, sumado a los intereses económicos, genera corrientes separatistas como el movimiento Rumbo propio. En Guayaquil (Ecuador), también se encuentran manifestaciones de secesionismo entre las élites económicas de la región, que han visto mermada la capacidad de esta ciudad portuaria. Colombia cuenta con su propia tensión territorial materializada en el movimiento de autodeterminación de Raizales. Y Brasil la sufre en los estados meridionales de Paraná, Santa Catarina y Rio Grande do Sul, donde se han dado movimientos como El sur es mi país y consultas no vinculantes en 2016 y 2017, sin gran participación ciudadana. São Paulo, el estado más rico de Brasil, es hogar de tendencias independentistas, que cuentan con su propia organización, São Paulo Livre.

Otro de los casos donde planea la sombra de la injerencia extranjera es el del parque Pumalín en Chile, propiedad del estadounidense Douglas Tompkins hasta su reciente defunción, donado luego al Estado chileno. Este empresario era propietario de largas extensiones de zonas naturales en la zona limítrofe de Chile con Argentina, lo cual levantaba recelos acerca de sus planes. Ambos países también sufren las manifestaciones del movimiento mapuche. Por último, la Isla de Pascua también ha expresado su deseo de autonomía.

 

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En México, son los factores económicos, políticos y la crisis entre sus autoridades lo que explica sus casos secesionistas. Estos son manifestados mayoritariamente a través de las redes sociales. Nos encontramos tanto con la propuesta de Aridoamérica, formada por los estados de Nuevo León, Chihuahua y Baja California, que buscarían maximizar su eficiencia económica bajo la independencia, como con los particularismos que presentan Chiapas y la península del Yucatán.

En general, los casos presentados son ejemplos de voces minoritarias que carecen de herramientas políticas que les den soporte, así como de la capacidad de articular a la sociedad en torno a esas ideas. Sin embargo, sus motivaciones económicas en ocasiones han recibido apoyo de algunos actores internacionales. Sobre todo, cuando los movimientos separatistas se dan en zonas ricas en recursos naturales, donde priman los intereses de los grandes latifundistas y las multinacionales.

Los separatismos latinoamericanos también se dan en contextos en los que determinados sectores se sienten discriminados en el reparto del poder político o en la distribución de la riqueza. En todo caso, en muchos casos lo que se busca no es la independencia, sino obtener una mayor autonomía del gobierno central para poder disponer de y gestionar los recursos locales. Ante esta situación, los países se ven forzados a adaptar el clásico discurso que apela al sentimiento nacional, incluyendo los intereses económicos de las regiones más prosperas.

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