Género y ciencia: propuestas y nuevas indagaciones

Las diferencias existentes en las oportunidades de desarrollo profesional de mujeres y hombres dedicados a las áreas STEM muestran la necesidad de reelaborar las políticas públicas con una transversalidad de género.
María M. Pessina Itriago
 |  11 de diciembre de 2023

Las mujeres deben superar importantes barreras para acceder y desarrollar una carrera profesional en las áreas científicas dominadas por los hombres. Estas diferencias constatan la necesidad de reelaborar las políticas públicas con una transversalidad de género. En América Latina diversos estudios han reconocido que las trayectorias laborales de las mujeres en ciencia y tecnología presentan barreras de género que afectan a la posibilidad de ingresar con facilidad en la comunidad científica. Esto ha provocado que tengan poca representación en estas áreas.

Entre los obstáculos que promueven la escasa presencia femenina están la falta de estímulos desde la educación, como también el hecho de que sus experiencias profesionales en las áreas de Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas (STEM, siglas en inglés) son cuestionadas por roles, imágenes y estereotipos masculinos. Todo esto afecta a su promoción laboral y científica. Asimismo, se ha evidenciado que existe una estructura de poder de la ciencia que condiciona el papel de los méritos en la evaluación y la promoción de las mujeres en carreras de investigación; las persistentes imágenes y estereotipos de género se congregan con las culturas organizacionales, con las reglas y normas presentes en la comunidad académica.

Todo ello ha conducido a que exista una fuerte predominancia masculina en la clasificación de los sistemas nacionales de ciencia y tecnología y, además, que la presencia de las mujeres se concentre en los niveles inferiores, tal como han recogido los informes de CEPAL y Unesco. Otra de las razones reconocidas es que esta marginación se ve favorecida porque la mayoría de los comités científicos superiores conceden fondos, becas y premios a más hombres blancos mayores de 50. años que a mujeres y otros grupos sociales o raciales; es decir, que los beneficiarios suelen pertenecer a los mismos grupos demográficos, según un informe de la Comisión Europea de 2012. Por ello es importante analizar los factores que detienen a las mujeres científicas en las carreras STEM.

 

¿Tan pocas o marginadas?

La escasa presencia de mujeres en las llamadas ciencias “duras” se ha originado principalmente por las barreras del campo científico. La primera autora en abordar el asunto fue Alice Rossi en 1965 en Women in Science: Why So Few?, (¿por qué tan pocas?). En ese momento, la presencia de mujeres en el campo público y los espacios de producción de conocimiento era muy reducida o nula. Pero fue Rossi quien puso la lupa sobre el tema, la primera en denunciar el número de mujeres en la ciencia y marcó un inicio en la investigación sobre este asunto, que hoy se sigue indagando y estudiando. Cuando Rossi escribió el artículo, recién las mujeres entraban en las universidades y laboratorios, espacios ocupados mayoritariamente por hombres, con normas y reglas diseñadas para ellos. A partir de entonces, surgen los estudios sobre ciencia y género denunciando la exclusión o su ocultamiento, la segregación y la subrepresentación de mujeres en áreas STEM.

En la actualidad, en América Latina y Caribe hay un 41,5% de mujeres científicas en STEM. En este sentido, se han hecho esfuerzos por cambiar el escenario planteado en décadas anteriores, pero aún persisten las brechas de género, como señalan los informes de ONU Mujeres de 2020 y de la Unesco de 2019. En este último se pone en evidencia que uno de los problemas es que las actitudes y la eficacia personal de las niñas en relación con las materias STEM están fuertemente influidas por el entorno familiar y el contexto social, así como por los estereotipos y la representación de las mujeres en los medios de comunicación y por el rol que se les ha asignado en la sociedad. De este modo, si las niñas temen o no se sienten estimuladas para elegir estas carreras, la representación de las mujeres en estas áreas siempre será inferior.

 

«Las actitudes y la eficacia personal de las niñas en relación con las materias STEM están fuertemente influidas por el entorno familiar y el contexto social»

 

Además la ausencia de mujeres en puestos jerárquicos superiores en instituciones académicas y de investigación desalienta a otras mujeres, pues consideran que es difícil alcanzar estas posiciones y predicen su fracaso antes de intentarlo. Esto ocasiona que no se presenten modelos femeninos relacionados con estas carreras y desaniman, por tanto, a que las niñas elijan estudios relacionados con áreas STEM.

Para comprender por qué hay tan pocas mujeres en las carreras STEM, el informe de la Unesco, “Descifrando el código”, analiza los diferentes entornos que desempeñan un papel protagónico en la inclusión de las niñas en estas disciplinas. Su propósito es estimular el debate e informar acerca de las políticas y los programas STEM a nivel mundial, regional y nacional. A través de datos y análisis documenta la participación femenina, el rendimiento en el aprendizaje y la progresión en la educación STEM. Plantea ciertos factores que impiden el desarrollo de las mujeres en estos espacios, como aquellos que contribuyen a su participación y las alternativas desde el sector educativo para promover el interés de las niñas y mujeres en estas áreas. Ofrece ejemplos de ciertos logros obtenidos así como la progresión de niñas y mujeres en la educación STEM.

Como se ha dicho, uno de los hallazgos del estudio es que evidencia que las actitudes y la eficacia personal de las niñas en relación con las materias STEM están fuertemente influidas por el entorno familiar y el contexto social. “Las propias creencias de los padres, sus actitudes y expectativas, influenciadas a su vez por estereotipos de género, pueden originar un trato diferente para niños y niñas durante los cuidados, el juego o el aprendizaje”. En cuanto al nivel socioeconómico, se evidenció que cuanto más alto sea, más abiertos suelen ser los padres y mantienen una actitud positiva hacia las carreras STEM. Sin embargo, para las niñas que provienen de clases sociales con menos recursos, migrantes o de origen étnico minoritario, la posibilidad de que sus padres las animen a estudiar estas materias es mucho menor.

En América Latina y el Caribe, los jóvenes con más posibilidades de acceder a la educación superior son aquellos que provienen de familias de ingresos altos: este grupo accede siete veces más que los de menores recursos, aunque en algunos países centroamericanos la diferencia puede ser equivalente a 18 veces, según Matías Busso et al en Learning Better (2017). Sin embargo, la tasa de matriculación ha crecido de forma significativa en los últimos años. “La tasa bruta aumentó del 19% al 38% a nivel global, y América Latina y el Caribe es la segunda región del mundo en términos de crecimiento, luego de Asia Oriental y Suroriental”.

 

 

Sin embargo, este crecimiento es desigual entre países, y han aumentado significativamente las brechas. Unesco-IESALC señalaba en 2020 que, durante las últimas dos décadas, los países de ingresos medios y altos subieron el índice de matriculación, pero los países más pobres no lo lograron. “La pobreza, las situaciones de crisis y emergencia, las altas tasas de matrícula, los exámenes de ingreso, la movilidad geográfica y la discriminación constituyen los principales obstáculos que restringen el acceso de las comunidades marginadas para acceder a la educación superior”. Todos estos factores están relacionados con lo económico. La falta de recursos es, sin duda, el gran obstáculo limitante para acceder a la educación superior y, por tanto, a carreras como las STEM, en las que hay un patrón dominante: lo masculino, la raza blanca y la clase económica privilegiada.

El documento de la Unesco también refleja que los estereotipos y la representación de las mujeres en los medios de comunicación, así como el rol que se les ha asignado en la sociedad, tienen una gran influencia en las niñas. Finalmente, el informe recoge datos globales, literatura y resultados de encuestas transnacionales, entre otras fuentes, a través de los cuales analiza la situación y realiza recomendaciones para mejorar este escenario. Es un documento útil para el sector de educación de cualquier país y como insumo para el diseño de políticas públicas relacionadas con la equidad de género.

El documento de ONU Mujeres presenta datos sobre los porcentajes de mujeres investigadoras en STEM de 2016: 45,1% en América Latina y Caribe; 48,2% en Asia Central; 41,5% en los países árabes; 39,3% en Europa Central y Oriental; 32,7% en América del Norte y Europa Occidental; 31,8% en África Subsahariana; 18,5% en Asia Oriental y el Pacífico. El porcentaje a nivel mundial es del 29,3%. Encontramos que en México, es del 33,1%. Y de ese porcentaje de mujeres investigadoras, el 21% están ubicadas en cargos de asistencia, a diferencia de Europa Central y Occidental, donde el 17% ocupa un nivel inferior en la estructura jerárquica.

El informe se publicó en 2020 como un trabajo de investigación estadística y compara las principales experiencias e iniciativas implementadas en América Latina y Caribe para fomentar y promover la participación de mujeres y niñas en el sector STEM. Los datos que evidencian la escasa representación de las mujeres en estas áreas a nivel global y las brechas de género en la región. Identifica barreras en diferentes niveles y propone políticas y medidas centradas en la igualdad de género en STEM, global y regional. Ambos documentos expresan su preocupación sobre la aún escasa participación de las mujeres en ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas. Como se observa en el documento de la ONU Mujeres, hay muchos factores que se inscriben a nivel individual, familiar, escolar o social que determinan la confianza de las niñas para guiar su orientación hacia carreras STEM.

En este sentido, cuando se rompe la barrera del acceso nos encontramos con la marginación o la aún poca presencia de mujeres en estas áreas de estudio, tradicionalmente ocupadas por hombres y que aún muestran sesgos sexistas y androcéntricos en los métodos y normas a cumplir. La presencia femenina no ha provocado cambios estructurales en las dinámicas y normas ya establecidas históricamente en este campo. Así, las mujeres parecen estar sumergidas en ese “habitus científico” que, como advertían ya en 1995 Pierre Bourdieu y Loic J.D. Wacquant en Por una antropología reflexiva, se relaciona con una extrema “vigilancia sobre las condiciones de empleo de las técnicas, su pertinencia respecto al problema planteado y sobre las condiciones de su aplicación”.

 

Mujeres en el campo científico

Literatura reciente explora y profundiza sobre estas situaciones y se vinculan con la posición de género en el campo científico y académico, como son las trayectorias de investigadoras/es, trayectorias laborales, producción académica o científica de las mujeres, temáticas que nos pueden orientar sobre la situación de género y ciencia.

Más allá de la representación de las mujeres científicas en las carreras STEM, hay estudios que abordan nuevas discusiones centradas en la participación de mujeres en sus instituciones académicas o centro de investigación y los obstáculos que encuentran en el desarrollo de sus carreras. Entre estos se han identificado fenómenos como la “fuga de agua”, el “efecto tijera” y el “techo de cristal”. Polkowska también se refiere al “efecto del oleoducto”; que transita en varios segmentos en cada etapa educativa y fluye de una etapa a otra; el flujo (o “suministro”) de niñas/mujeres disminuye a lo largo de las etapas. Sue Berryman fue una de las primeras que utilizó (en 1983) la metáfora del oleoducto (pipeline) para entender diferentes maneras de seguir una carrera científica de mujeres y hombres.

Las reflexiones sobre el enfoque teórico metodológico en el campo científico resultan pertinentes, como lo referido por Zenaida Yanes Abreu, quien señalaba en 2008 que este campo debe fomentar un debate democrático sobre la producción y distribución del conocimiento en la sociedad, debido a los efectos de su acción en la vida de las personas y el ejercicio de la ciudadanía, dejando a un lado los elementos y posiciones dicotómicas.

 

«La citación es uno de los factores que no ha favorecido a las mujeres. Sus trabajos, de acuerdo a varios estudios, son los menos citados. Asimismo, la membresía en consejos asesores científicos es definitivamente masculina»

 

En ese sentido, entender la ciencia y el conocimiento científico como un bien público implicaría establecer un nuevo espacio para la reflexión filosófica acerca de los valores y la teoría política con relación a la ciencia. Estas cuestiones han dado lugar al estudio de la noción de campo para el análisis de algunas instituciones académicas y de investigación, resaltando las trayectorias de las y los docentes e investigadores/as insertas en ellas. El resultado ha puesto de manifiesto el conjunto de desigualdades de género, la sobrecarga laboral y la lucha interminable de las investigadoras para lograr la conciliación laboral y familiar. Este sobreesfuerzo desplegado por las mujeres es una constante que las acompaña a lo largo de su trayectoria académica, convirtiéndose en un habitus alimentado y respaldado por el sistema académico que persiste en tener una lógica de funcionamiento androcéntrica.

Los estudios referidos al análisis de las y los actores se fundamentan desde dos perspectivas: desde sus trayectorias laborales y académicas y desde la evaluación de las condiciones de las mujeres para la producción de conocimiento científico. Encontramos, por tanto, varios estudios que reflexionan sobre las trayectorias laborales en las instituciones académicas y de investigación que revelan que estas no incorporan la dimensión de género, más bien reproducen la segregación tanto vertical como horizontal, siendo esta el mayor obstáculo que deben enfrentar las mujeres en su trayectoria académica. Un aspecto interesante es que este tipo de segregación, vertical y horizontal, se encuentra instaurada en la vida y dinámica organizacional de las instituciones, por ejemplo de educación superior, siendo su presencia muy marcada en diversas disciplinas, sobre todo en las áreas STEM.

 

 

«Las mujeres enfrentan más discontinuidad académica y obstáculos que sus pares varones, debido a la carga doméstica y la crianza de los hijos»

 

Si se comparan las trayectorias masculinas con las femeninas, se pone de manifiesto que las mujeres enfrentan más discontinuidad académica y obstáculos que sus pares varones, debido a la carga doméstica y la crianza de los hijos. Por tanto, las actividades del cuidado impactan en la producción académica.

En cuanto a investigaciones sobre producción académica o científica de las mujeres, identificamos dos tipos de abordaje: desde un enfoque de género y poder y desde un enfoque disciplinar. En su análisis sobre la productividad académica de las mujeres desde un enfoque de género, campo y poder, Dora Inés Munévar pone en evidencia que la producción académica condiciona el estatus de todo docente, sea mujer u hombre, en el campo científico o universitario. Sin embargo, este juego por la notoriedad, la visibilidad, el prestigio y la posición incorpora nuevos ingredientes y reglas de juego, los mismos que modifican sustancialmente el escenario académico-científico, ya que añaden nuevos desafíos, complejidades y exigencias que, a la larga, generan y producen nuevas desigualdades de género.

Sin duda, la notoriedad es un tema relevante, existen ciertos atributos que se buscan en la comunidad científica, como es la producción académica reflejada en artículos indexados en revista de alto impacto, número de citaciones, títulos alcanzados y la posición en el campo. La citación es uno de los factores que no ha favorecido a las mujeres. Sus trabajos, de acuerdo a varios estudios, son los menos citados. Asimismo, la membresía en consejos asesores científicos es definitivamente masculina.

Por otra parte, encontramos que los trabajos sobre la producción de conocimiento desde una perspectiva más disciplinar se han centrado en el análisis de tesis doctorales y de maestría, y sus tendencias temáticas analizan las estrategias metodológicas y bibliográficas en periodos específicos. Otro aspecto relevante es la discusión en torno a la influencia de la edad y del proceso de envejecimiento de los académicos universitarios en la producción académica. Este caso lo consideramos fundamental para una comprensión de las percepciones que pueda haber entre científicas de una generación y otra.

 

«Todavía es difícil para las mujeres científicas ser relacionadas con la imagen de un sujeto productor de un conocimiento válido y, además, se evidencia que las instituciones y los espacios académicos reproducen y refuerzan estereotipos de género»

 

Finalmente, los estudios sobre ciencia y género evidencian que, a pesar de los avances en el acceso a la educación, el trabajo, la vida pública de las mujeres, todavía persisten los sesgos y el sexismo en estos espacios. Los trabajos sobre la participación de las mujeres científicas en las instituciones y la marcada dominación masculina en la ciencia, que se traduce en relaciones de poder desiguales, derivan a generalización de estereotipos negativos sobre las mujeres y sus capacidades científicas. Por ello, mientras más poder se concentra en este campo científico, menos favorable resulta para las mujeres. Esto contribuye a mantener la dominación masculina y la segregación horizontal y vertical en las comunidades científicas.

Este escenario demuestra que todavía es difícil para las mujeres científicas ser relacionadas con la imagen de un sujeto productor de un conocimiento válido y, además, se evidencia que las instituciones y los espacios académicos reproducen y refuerzan estereotipos de género. Por ello, es importante, normalizar, naturalizar la presencia y desechar esas propuestas que refieren las acciones cognitivas de las mujeres sujetas a teorías biologicistas y naturalistas. Es importante, también, reconocer que el conocimiento está atado a una conciencia ideológica que compone una realidad y se deben sustraer las limitaciones de una categoría totalizadora. Y, tomando lo expuesto por Luz Gabriela Arango: “(…) el ‘género’ es el sistema de división jerárquica de la humanidad en dos mitades desiguales siendo la jerarquía un rasgo tan importante como la división. El ‘patriarcado’ es un concepto más global y cerrado mientras que ‘género’ denota un proceso”.

En este sentido, resaltamos que el proyecto de una ciencia no androcéntrica debe permitir el ingreso de miradas distintas a las que tradicionalmente han ejecutado el quehacer científico y han trabajado bajo ese conocimiento situado y validado por la sociedad que ha sido dominado por hombres. Esta inserción de una nueva epistemología femenina podría comenzar a abolir ese espectro que trabaja una visión de superioridad epistémica en la relación sexo/género. Es decir, como señalaba Amparo Gómez en 1999: “Los científicos, cuando hacen ciencia, siguen siendo hombres, pertenecientes a una raza y clase social. La ciencia que elaboran está contaminada por este hecho: Su género es masculino, su ideología patriarcal, androcéntrica y misógina”. Y agrega: “(…) la ciencia, en su totalidad, es resultado de esta clase de valores, es decir, es androcéntrica y misógina”.

De este modo, son evidentes las diferencias entre el número de hombres y mujeres que acceden a los puestos de mayor sueldo, mayor reconocimiento profesional y mayor capacidad de decisión, lo que a la meritocracia, sino que es sexista. Asimismo, el lento crecimiento del número total de mujeres en las categorías profesionales de la docencia y la investigación no se corresponde con la velocidad y el valor de las cifras de licenciadas y doctoradas. Esto demuestra que hay muchos obstáculos que no permiten un desarrollo de la carrera sin detenimientos.

Por último, el conocimiento científico ha de ser entendido como lo que es: un producto cultural que se disuelve en la ideología, las relaciones de poder y de género. Por ello colabora directamente en la dominación de un grupo por otro, en proyectos sociales sexistas, racistas y clasistas. Es vital abolir el carácter androcéntrico de las instituciones científicas, pues aún existen importantes diferencias en las oportunidades de desarrollo profesional de mujeres y hombres dedicados a las áreas STEM. Estas diferencias constatan la necesidad de reelaborar las políticas públicas con una transversalidad de género. De hecho, es evidente que existe un problema de sexismo en las actividades de ciencia y tecnología y esto produce una sistemática discriminación hacia las mujeres.

Este artículo forma parte del especial Una agenda común de futuro.

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