Independencia de Escocia: empieza el partido

 |  1 de abril de 2013

 

Los votantes escoceses decidirán el 18 de septiembre de 2014 si Escocia sigue formando parte de Reino Unido o se convierte en un estado independiente. Después de más de tres siglos de unión política, romper va a ser complicado. El último parlamento escocés independiente aprobó el Acta de Unión en 1707. Pero no imposible. El sentido común británico facilitará, en una dirección u otra, la formidable tarea.

El primer ministro británico, David Cameron, y el ministro principal escocés, Alex Salmond, han hecho bien los deberes y de la negociación entre ambas partes han salido unas reglas de juego claras que convierten un proceso delicado en un partido justo. Por el momento, prima el juego limpio. La pregunta del referéndum es meridiana: “¿Debería Escocia ser un país independiente?”. Ambas partes se han comprometido a aceptar el resultado de la votación. El dinero para la campaña electoral será repartido equitativamente entre los partidos a favor y en contra de la independencia. En la consulta podrán participar los mayores de 16 años.

Si ganara el sí, se abriría un periodo, estimado en dos años, en el que Edimburgo y Londres pactarían los términos concretos de la independencia. Salmond habla de celebrar elecciones en mayo de 2016, con vistas a la formación de una Asamblea Constituyente que dotase a Escocia de una Carta Magna. Entre las cuestiones a negociar estarían el reparto del petróleo del Mar del Norte, el reparto de la deuda pública de Reino Unido, la desnuclearización del territorio de Escocia, que en la actualidad aloja las bases de submarinos del programa de disuasión nuclear británico Trident, o la adopción de la libra esterlina como moneda común.

Una de las claves de la independencia está al otro lado del Canal de la Mancha, no obstante. Se trata de la Unión Europea. Salmond desea que una Escocia independiente forme parte de la UE. Para ello, debería negociar los términos de adhesión. Dispondría de, según sus cálculos, esos dos años de transición. Alguno de los 28 Estados miembros, como es el caso de España, podría poner dificultades. Desde el Partido Nacional Escocés que lidera Salmond se han asegurado de desligar la cuestión escocesa de la catalana. Esto es, Escocia no sentaría ningún precedente para Cataluña. El camino europeo, no obstante, aparece como uno de los más espinosos.

Los expertos convocados por ambas partes discrepan. Los partidarios de la independencia explican que Escocia no tendría mayores problemas con la UE porque ya forma parte, virtualmente, de ella. Los contrarios explican que Escocia tendría que negociar su adhesión y enfrentarse a problemas más allá de un posible veto español, como la cuestión en torno a la adopción o no del euro.

En estos momentos, alrededor de un tercio de los escoceses está a favor de la independencia. Pero el partido solo acaba de empezar.

 

Para más información:

Borja Bergareche, «Euroescepticismo vs eurofobia en la era Cameron». Política Exterior 151, enero-febrero 2013.

The Economist, «Scottish independence: Battle of the profs». Artículo, febrero 2013.

Walter Oppenheimer, «Salmond rehúsa convertir Escocia en precedente para otros casos europeos». El País, octubre 2012.

 

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