Un edificio de piedra sumergido frente a acacias muertas en una zona inundada del lago Nakuru. Debido a los efectos del cambio climático, el nivel del agua del lago ha crecido más de un 35% desde 2010, sumergiendo todo a su paso. Valle del Rift, Kenia, el 17 de septiembre de 2022. (JAMES WAKIBIA/GETTY)

La COP de la implementación

En la COP27 será fundamental desplazar el foco de las decisiones a la acción. No necesitamos más acuerdos sobre los avances futuros, sino que debemos traducir los logros de las cumbres anteriores en cooperación mundial para la acción climática integral. En África, sede de la cumbre, también hace falta un enfoque más holístico, pues no solo es muy vulnerable al cambio climático, sino que además debe cubrir necesidades considerables para el desarrollo.
Josefa Leonel Sacko, Kevin Kariuki e Ibrahima Cheikh Diong
 |  31 de octubre de 2022

La Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP27) de noviembre de 2022 llega en un momento de agitación económica y geopolítica que afecta a la seguridad alimentaria y la salud pública, entre otros ámbitos. Pero los desafíos inmediatos a los que nos enfrentamos no deben distraernos de una verdad irrefutable: la batalla más importante que afrontará nuestra generación es la lucha contra el cambio climático.

Este año, las lluvias extremas causaron una de las catástrofes más mortíferas del siglo en Suráfrica. Las peores inundaciones en la historia de Pakistán han dejado bajo agua a un tercio del país. Lejos de ser situaciones insólitas, los eventos climáticos graves se están convirtiendo en algo normal. Los expertos creen que se ha duplicado la probabilidad de las lluvias extremas debido al cambio climático, que también está causando devastaciones de otros tipos, como sequías e incendios descontrolados.

África es particularmente vulnerable a esos efectos. Según el economista jefe interino del Banco Africano de Desarrollo (BAFD), el cambio climático le cuesta al continente entre el 5% y el 15% del crecimiento de su PBI per cápita. Con el paso del tiempo, estas pérdidas podrían aumentar de manera considerable y la agricultura sería el sector más golpeado. Ello tendría consecuencias devastadoras, no solo para el desarrollo económico, sino también para la seguridad alimentaria.

Muchos llaman a la COP27 –que se celebrará en Sharm el Sheij, Egipto– la “COP de África”, pero en África preferimos en cambio verla como la “COP de la implementación”, un encuentro que irá más allá de las nobles aspiraciones y los compromisos imprecisos, para crear una agenda integral orientada a los resultados. Y, sí, esa agenda debe incluir un mayor apoyo –financiero y de otros tipos– a África, el continente que menos contribuyó al cambio climático.

 

«En los últimos años, la capacidad energética renovable de África ha experimentado un fuerte aumento, con la energía solar, la eólica y la hídrica creciendo anualmente porcentajes de dos dígitos»

 

Me hago eco de las palabras del presidente del BAFD, Akinwumi Adesina, de que los africanos no venimos a pedir limosna, sino que traemos recursos y soluciones. De hecho, ya estamos implementando acciones concretas para acelerar la transición verde y protegernos de los peores efectos del cambio climático.

En primer lugar, los países africanos están adoptando la energía verde. En los últimos años, la capacidad energética renovable del continente ha experimentado un fuerte aumento, con la energía solar, la eólica y la hídrica creciendo anualmente porcentajes de dos dígitos. En África están dos de los mayores proyectos solares del mundo –en Egipto y Marruecos– y dos de las 20 empresas con más rápido crecimiento en 2022 están en el sector de la energía solar. Desde Nigeria hasta Namibia, los países adoptan tecnologías favorables al clima, como el hidrógeno verde.

La Comisión de la Unión Africana está completamente involucrada para combatir el cambio climático en múltiples frentes. El Comité de la UA de Agricultura, Desarrollo Rural, Economía Azul y Desarrollo Sostenible (ARBE, por su siglas en inglés) amplió su mandato para reflejar la importancia de aumentar la resiliencia, y de la adaptación y la mitigación. El ARBE ha estado trabajando en varios proyectos determinantes con sus organizaciones asociadas, como la preparación de la Estrategia para el Cambio Climático de la UA. Hace poco colaboró también en el desarrollo de una estrategia integrada para orientar el desarrollo y la aplicación de servicios vinculados con el tiempo y el clima en África.

Mientras tanto, las agencias especializadas de la UA, como el Grupo Africano para el Desarrollo de Capacidades de Gestión de Riesgos (ARC), están ayudando a los países africanos a aprovechar los sistemas tecnológicos de alerta temprana y preparación para mejorar su capacidad de recuperación. La organización trabaja estrechamente con los gobiernos para fortalecer su capacidad para proteger vidas y apoyar la reconstrucción de infraestructuras dañadas por catástrofes naturales. A través de ARC Limited, la empresa de seguros vinculada al Grupo ofrece seguros paramétricos contra eventos climáticos extremos.

 

«En 2020, el BAFD otorgó el 63% de su financiación a proyectos relacionados con la adaptación al cambio climático, lo que la convierte en la institución financiera para el desarrollo que destinó el mayor porcentaje de sus fondos a estas cuestiones»

 

Por su parte, el BAFD reorientó su atención y recursos hacia el cambio climático. En 2020, el BAFD otorgó el 63% de su financiación a proyectos relacionados con la adaptación al cambio climático, lo que la convierte en la institución financiera para el desarrollo que destinó el mayor porcentaje de sus fondos a estas cuestiones. Este año, el banco ha comprometido 12.500 millones de dólares más a financiar la adaptación climática a través del Programa Africano para la Aceleración de la Adaptación (AAAP), un organismo fundado en 2021 con múltiples partes interesadas y liderado por África.

Se estima que África necesitará 52.700 millones al año hasta 2030 para financiar las adaptaciones. La meta de financiación del AAAP se fijó en 25.000 millones y se espera que los países ricos aporten el resto. Pero aun cuando África implementa y financia la acción climática, los compromisos de la comunidad internacional se siguen quedando cortos.

Y los compromisos son solo el primer paso. El gobierno británico consiguió logros dignos de elogio en la COP26 de 2021 en Glasgow: movilizó no solo a la comunidad internacional, sino también al sector privado y la sociedad civil para lograr un récord de compromisos de financiación climática. Pero un año después, muchos de esos compromisos aún son solo eso: promesas.

Tal vez no debiéramos sorprendernos. Después de todo, en la COP 2009, en Copenhague, los países ricos se comprometieron a entregar 100.000 millones de dólares al año para financiar las metas de mitigación y adaptación de los países en vías de desarrollo para 2020. Ya han pasado dos años de esa fecha y en gran medida los compromisos siguen sin cumplirse.

Por eso, solicitamos la introducción de mecanismos mejorados para el monitoreo y seguimiento de los compromisos para la financiación climática. No debiera ser difícil agregarles cronogramas claros y puntos de referencia para la implementación. También hay que simplificar los procesos para acceder a esos fondos.

En la COP27 será fundamental desplazar el foco de las decisiones a la acción. No necesitamos más acuerdos sobre los avances futuros, sino que debemos traducir los logros de las cumbres anteriores en cooperación mundial para la acción climática integral. Por ejemplo, las iniciativas para fortalecer la gestión de los riesgos de catástrofes deben adoptar un enfoque holístico que cubra todo, desde la movilización de los recursos y los sistemas de alerta temprana hasta las transferencias de tecnología y el desarrollo de capacidades.

En África también hace falta un enfoque más holístico, pues no solo es muy vulnerable al cambio climático, sino que además debe cubrir necesidades considerables para el desarrollo. Para ese enfoque serán necesarios desembolsos significativos de capital, que no se pueden financiar con más endeudamiento, pues este empujaría a los países africanos que ya sufren dificultades de deuda hacia una crisis.

Más allá de cumplir los compromisos de financiación, los actores internacionales deben proporcionar una mayor variedad de opciones para todos los países africanos, con independencia de su situación financiera. Estas tareas deben incluir al sector privado. Para apoyar la implementación, los países africanos tendrán que acceder al apoyo técnico adecuado.

No hay exageración posible cuando hablamos de la escala del desafío climático. Para afrontarlo será necesaria una combinación de mitigación, desarrollo de la resiliencia y adaptación mediante asociaciones estratégicas, la difusión eficaz del conocimiento, y el apoyo financiero y de conocimiento técnico adecuados.

África está haciendo su parte. El resto del mundo también debe hacerlo, empezando por la COP27.

© Project Syndicate, 2022. www.project-syndicate.org

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