La vía islandesa: cómo tratar con el abismo

 |  6 de mayo de 2011

Por Pablo Colomer.

La historia de la Islandia anterior a la crisis es un historia conocida, quizá no por haber sido muy seguida, pero sí por familiar. La economía islandesa es atípicamente escandinava: una economía social de mercado que combina una estructura capitalista bajo los principios del libre mercado con un Estado del bienestar amplio. La principal industria ha sido y es la pesquera (el sector representa en la actualidad más del 12% del PIB), aunque tras la entrada en el Espacio Económico Europeo en 1994 la economía islandesa se diversificó enormemente.

Las cifras islandesas a mediados de la primera década del siglo XXI eran envidiables. El alto crecimiento, el bajo desempleo y la baja desigualdad situaban al país en los puestos más altos de los índices de desarrollo humano. El sector financiero del país, tras la privatización de la banca a principios de siglo, se expandía rápidamente y los bancos nacionales salían al extranjero a pescar. Era época de vacas gordas: a la rápida expansión del sector financiero seguía un boom de la demanda interna, que aumentaba a su vez la cifras de crecimiento gracias a un progresivo endeudamiento de la población, tocada por la fiebre consumista. La situación, sin embargo, acabó escapándose de las manos de los banqueros. Los préstamos y otros activos llegaron a representar más de diez veces el PIB del país.

El estallido de la crisis financiera en 2008 encontró al sistema financiero islandés enormemente expuesto. A principios de octubre de ese año, en un par de días, los tres principales bancos del país se hundieron. Islandia entró en bancarrota, pues no había otra opción: cerró la bolsa, la moneda cayó en picado, el PIB se desplomó y la tasa de paro se multiplicó por ocho. Los bancos desaparecieron y otros nuevos fueron creados bajo control estatal. De los viejos se salvó lo imprescindible para que la economía siguiera funcionando: los depósitos de los bancos caídos se traspasaron a los nuevos bancos y paquetes con hipotecas y préstamos a negocios se transfirieron a sus activos. Las inversiones y deudas extranjeras, eso sí, fueron dejadas de lado.

Así, con los bancos islandeses también se hundieron los millones de dólares invertidos en sus filiales por miles de europeos. En concreto, 300.000 inversores holandeses y británicos que utilizaron la filial online del banco Landsbanki, Icesave, que ofrecía una altísima rentabilidad, vieron como su dinero se evaporaba. Holanda y Reino Unido devolvieron a sus ciudadanos el 100% de los depósitos y ahora exigen ese dinero: 4.000 millones de euros. El gobierno de coalición islandés acordó devolver el dinero en un primer momento, pero el presidente del país, Ólagur Grímsson, ejerció su derecho de veto para permitir que sus conciudadanos fuesen consultados sobre dicha cuestión. Dos referéndum después y tras un nuevo acuerdo intergubernamental menos gravoso para Islandia, además de unas elecciones anticipadas, los islandeses siguen diciendo que no.

Algunos de los responsables directos de los desmanes del sistema financiero han sido arrestados. Entre ellos, cuatro exdirectores de Kaupthing, unos de los bancos liquidados, y su expresidente, Sigurdur Einarsson. El ex primer ministro Geir H. Haarde, que dirigió Islandia entre 2006 y 2009 al frente de un gobierno de coalición tumbado en enero de 2009 por las protestas populares, se enfrenta a un tribunal especial acusado de negligencia.

Las perspectivas de la economía islandesa han mejorado, aunque el país ha retrocedido una década en su desarrollo económico, volviendo a la casilla de inicio tras años de locura plutocrática. Las previsiones del Fondo Monetario Internacional, que prestó ayuda a Islandia cuando sufrió la bancarrota, dicen que el país crecerá en 2011 más de un 2%. La inflación ha regresado a niveles normales (llegó a alcanzar un 18%), pero el desempleo se mantiene elevado (alrededor de un 8%, cuando antes de la crisis se situaba en un 1%) y las negociaciones de ingreso con la Unión Europea se han estancado, tras el no del segundo referéndum.

La vía islandesa parece que seguirá siendo singular.

Para más información:

Charlemagne, “A parable of two debtors”. The Economist, abril 2011.

Claudí Pérez, “Islandia enjaula a sus banqueros”. El País, abril 2011.

 

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