Bandera de los Juegos Olímpicos de Verano de París 2024 junto a la bandera de Francia y de la UE delante del Palacio Presidencial del Elíseo francés en París, Francia, el 05 de enero de 2024. GETTY

Las Olimpiadas del descontento: París 2024 y la guerra en Ucrania

La nueva edición de los Juegos Olímpicos de verano trae de vuelta las iniciativas de boicot al panorama deportivo global. Tras la guerra de Putin en Ucrania, el COI se encuentra en una encrucijada entre su misión 'unificadora' y de proteger la 'integridad' del deporte internacional.
Leo Goretti
 |  24 de enero de 2024

Cuando se inauguren los Juegos Olímpicos de París, el 26 de julio de 2024, es más que probable que participen en ellos algunos atletas rusos y bielorrusos. Tras haber pospuesto la decisión sobre el asunto varias veces en el último año, la Comisión Ejecutiva del Comité Olímpico Internacional (COI) se pronunció finalmente el 8 de diciembre de 2023. Bajo bandera neutral, tras haber cumplido algunas condiciones de elegibilidad, solo como competidores individuales –y, con todo, algunos atletas del país que mantiene la brutal guerra de agresión contra Ucrania desde febrero de 2022– se les permitirá la entrada en el evento más importante del deporte internacional.

Aunque las autoridades rusas tacharon inmediatamente el anuncio del COI de “inaceptable” y “discriminatorio”, podría decirse que la decisión representa un paso adelante, no inesperado pero sí inquietante, hacia la normalización de la posición de Rusia dentro de la comunidad internacional. A la luz de la decisión del COI, los dirigentes ucranianos deberían considerar ahora detenidamente cuál puede ser la mejor línea de actuación de cara a los Juegos Olímpicos del próximo verano.

 

Sanciones contra Rusia y su levantamiento

Como ya había ocurrido con la anexión de Crimea en 2014, la invasión de Ucrania por parte de Rusia en febrero de 2022 se produjo en medio de la “tregua olímpica” solicitada por la Asamblea General de las Naciones Unidas durante la duración de los Juegos de Pekín. A diferencia de 2014, sin embargo, la invasión de 2022 provocó inicialmente una reacción de firmeza sin precedentes por parte de las organizaciones deportivas internacionales, impulsada y apoyada por los gobiernos, organismos deportivos y atletas occidentales. En cuestión de días, el COI, así como la mayoría de las federaciones deportivas internacionales, introdujeron recomendaciones ad hoc que llevaron a la exclusión de los atletas rusos y bielorrusos de la mayoría de los eventos internacionales.

 

«La exclusión de los atletas rusos del deporte internacional también privó a Vladimir Putin de uno de sus terrenos de propaganda preferidos»

 

Aunque oficialmente su objetivo era proteger la “integridad” del deporte internacional, estas medidas constituyeron de facto un amplio conjunto de sanciones multilaterales que señalaban la condena de la comunidad internacional a la guerra de Moscú y el apoyo de Minsk a la misma. La exclusión de los atletas rusos del deporte internacional también privó a Vladimir Putin de uno de sus terrenos de propaganda preferidos: desde el comienzo de su Presidencia, ha instrumentalizado sistemáticamente el deporte internacional para reforzar su liderazgo, argumentando que los logros deportivos de Rusia serían la prueba de su restaurado estatus de gran potencia.

Sin embargo, con el paso de los meses, el COI empezó a considerar opciones para una posible reintegración de los atletas rusos. La principal preocupación del Comité Olímpico era salvaguardar la autoproclamada misión “unificadora” del deporte internacional y, por tanto, su papel como principal autoridad que lo rige. De hecho, desde marzo de 2022, los dirigentes rusos han expresado en repetidas ocasiones la idea de organizar sus propios eventos internacionales abiertos a países “amigos”, suscitando así el temor a una división permanente del deporte mundial.

En medio de este debate, fueron de gran importancia las preocupaciones expresadas por los Relatores Especiales de la ONU en el ámbito de los derechos culturales y sobre las formas contemporáneas de racismo, que criticaron la decisión de prohibir la participación de atletas rusos y bielorrusos como una forma potencial de discriminación basada en la nacionalidad. Aunque otros estudiosos del derecho internacional cuestionaron esta postura haciendo hincapié en los derechos de los atletas ucranianos, el COI se remitió directamente a la opinión de los Relatores Especiales de la ONU para revisar sus propias recomendaciones en marzo de 2023. Ahora se invitaba a las federaciones deportivas internacionales a reconsiderar la prohibición, permitiendo la participación de atletas rusos en eventos internacionales sólo como atletas individuales y bajo banderas neutrales. Para apaciguar las preocupaciones sobre la posible inclusión de atletas proguerra o combatientes, se incluyeron condiciones específicas de elegibilidad: No se permitiría la participación de atletas rusos que “apoyaran activamente la guerra” ni de aquellos “contratados por el ejército ruso o bielorruso o por agencias de seguridad nacional”. Sin embargo, no se tomó ninguna decisión con respecto a París 2024.

La medida del COI puso a prueba la reacción de las distintas partes, con vistas a los Juegos del año siguiente. Los dirigentes ucranianos –incluido el propio presidente Volodymir Zelenski– se mostraron en contra del nuevo enfoque. El gobierno ucraniano introdujo inicialmente una política según la cual no se permitiría a los miembros de los equipos nacionales ucranianos competir en pruebas en las que estuvieran presentes “neutrales” rusos; la política se revirtió posteriormente, una vez que se hizo evidente que solo pondría en peligro la clasificación de los atletas ucranianos para los Juegos Olímpicos de París. También se planteó la amenaza de boicotear París 2024 en caso de que se admitiera a neutrales rusos en el evento, buscando un frente común con los aliados occidentales. Sin embargo, aunque la mayoría de los gobiernos occidentales reiteraron (aunque con distintos matices) su apoyo a las medidas contra la participación rusa, la posibilidad de un boicot colectivo se descartó, al parecer, durante una reunión específica celebrada en febrero, y solo algunos países nórdicos mencionaron explícitamente la intención de sumarse a él. Por su parte, el gobierno ruso también se mostró crítico con la postura del COI, denunciándola como “discriminatoria” y una violación de los valores olímpicos. Sin embargo, a los “neutrales” rusos no se les prohibió volver a participar en eventos internacionales. En una notable declaración, el Presidente del COI, Thomas Bach, calificó las críticas de ambas partes como una prueba de la rectitud de su planteamiento, como si mantener una postura “intermedia” ante una grave violación del derecho internacional fuera la forma correcta de actuar.

 

El camino hacia París 2024

Varios meses después de la revisión de sus recomendaciones, el COI ha ampliado su política de participación “individualmente neutral” a París 2024. Lo ha motivado de forma bastante exhaustiva, refiriéndose no solo a la opinión de los Relatores Especiales de la ONU, sino también a la (supuesta) opinión de una “abrumadora mayoría” de atletas, al comunicado de la última Cumbre Olímpica, a las consultas con las partes interesadas pertinentes, a la Declaración de los Líderes en el G20 de Nueva Delhi, así como a la reciente resolución de la AGNU sobre la tregua olímpica para París 2024. También destacó que, hasta la fecha, solo ocho atletas rusos se han clasificado para París 2024 (frente a más de 60 ucranianos), y que el COI reafirma su compromiso de apoyar a los atletas ucranianos a través del Fondo de Solidaridad específico. En general, este enfoque allana el camino para una participación limitada de los atletas rusos sin una prohibición rotunda.

Para Rusia, esta decisión tiene algunas ventajas. El Kremlin puede seguir lamentando la discriminación y la injusticia hacia los ciudadanos rusos, al tiempo que éstos participan en uno de los acontecimientos más vistos en todo el mundo. Las condiciones de elegibilidad del COI pueden parecer estrictas a primera vista, pero su aplicación real en los últimos meses por parte de las federaciones internacionales ha sido cuestionada. Según Vladyslav Heraskevych, el corredor ucraniano de skeleton que clamó “no a la guerra en Ucrania” en los Juegos Olímpicos de Pekín, junto a los ocho atletas rusos que ya se han clasificado para París 2024, participaron en mítines a favor de Putin después del 24 de febrero de 2022. Debido a la situación política del país, es razonable esperar que los atletas rusos se distancien de la guerra en una medida mínima y, a pesar de las palabras tranquilizadoras del COI, no se pueden descartar maniobras propagandísticas, cuando no auténticas provocaciones contra Ucrania.

Para Ucrania, la verdadera cuestión es seguir adelante con el boicot o no. Desde el punto de vista de la diplomacia pública, un boicot solo podría ser beneficioso para Ucrania si hubiera un frente tan amplio de países boicoteadores que socavara sustancialmente la importancia del acontecimiento y recordara al público deportivo mundial que en Europa sigue teniendo lugar una guerra de agresión. En cambio, como demuestra la política general infructuosa de no participación ucraniana en eventos internacionales junto con los “neutrales” rusos en la primavera de 2023, un boicot limitado, que solo implicara a Kiev y quizás a unos pocos aliados nórdicos cercanos, probablemente recibiría poca cobertura en los medios de comunicación internacionales; además, podría dejar un espacio de propaganda abierto para los participantes pro–Putin en los terrenos deportivos de París. Dado que la posibilidad de que los principales aliados occidentales se unan a un boicot parece ahora bastante incierta, también deberían explorarse otras opciones.

Una estrategia alternativa para el deporte ucraniano podría ser aprovechar la arena olímpica de todas las maneras posibles para hacer llegar el mensaje de que hay que poner fin a la agresión rusa, siguiendo el ejemplo de Heraskevych en Pekín. Es cierto que el COI ha actuado históricamente con firmeza contra cualquier gesto de protesta (en sentido amplio) por parte de los atletas. Pero, al mismo tiempo, castigar los llamamientos ucranianos en favor de una paz justa y contra las flagrantes violaciones del derecho internacional por parte de Rusia sería perjudicial para la ya mermada credibilidad del COI, sobre todo teniendo en cuenta que los Juegos Olímpicos de 2024 se celebrarán en una ciudad donde la mayoría de los espectadores apoyarán probablemente la causa ucraniana. Apropiarse de la arena olímpica para su propio bien sería posiblemente la mejor respuesta que el deporte ucraniano podría dar.

Artículo traducido del inglés de la web del Istituto Affari Internazionali (IAI).

 

Actividad subvencionada por la Secretaría de Estado de Asuntos Exteriores y Globales.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *