Las elecciones celebradas en Moldavia el 28 de septiembre consolidaron la posición del Partido de Acción y Solidaridad (PAS) y garantizaron la continuidad del rumbo proeuropeo del país. A pesar del temor generalizado a que las fuerzas proeuropeas pudieran perder las elecciones, el Partido de Acción y Solidaridad (PAS), actualmente en el poder, obtuvo 55 de los 101 escaños. Los cuatro grupos de la oposición –el Bloque Patriótico, el Bloque Alternativo, Nuestro Partido y Democracia en Casa–, cada uno con distintos grados de euroescepticismo, obtuvieron 46 escaños y también estarán representados en el nuevo Parlamento. Estas elecciones se plantearon como una elección entre la integración en la UE y la amenaza de una invasión rusa, similar a la de Ucrania, cuyo objetivo era “volver a Moldavia contra Europa”. Como tal, esta “batalla geopolítica” fue seguida de cerca en Occidente, que ha calificado la victoria del partido proeuropeo en el poder como un revés para la influencia rusa en la región.
Las amenazas de posibles disturbios tras el resultado de las elecciones han resultado infundadas. Antes de los comicios, los servicios de inteligencia moldavos habían advertido de potenciales protestas violentas supuestamente respaldadas por Rusia, citando informes de manifestantes entrenados en territorio serbio por las fuerzas de inteligencia rusas. A pesar de estas alertas y de las críticas de los partidos de la oposición sobre la imparcialidad de las elecciones, la mayoría se ha abstenido de participar en acciones ilegales. Solo los socialistas del Bloque Patriótico –el mayor grupo opositor, con 26 escaños– llamaron a protestas callejeras y a la intervención diplomática internacional, alegando graves irregularidades electorales. De hecho, la Misión de Observación Electoral de la Oficina de Instituciones Democráticas y Derechos Humanos (OIDDH) de la OSCE evaluó las elecciones como “competitivas”, aunque reconoció interferencias externas vinculadas a Rusia, entre ellas ciberataques, desinformación y corrupción electoral. La misión también señaló deficiencias estructurales en el sistema electoral moldavo, relacionadas con la imparcialidad de la Comisión Electoral Central, la polarización mediática, la desigualdad de recursos entre candidatos y la reubicación de colegios electorales para residentes de Transnistria.
Al igual que en el anterior Parlamento, la mayoría del PAS se enfrenta a graves retos: el estancamiento económico, el bloqueo del diálogo con la autonomía gagauza, favorable a Rusia, y la crisis en la región de Transnistria, donde es probable que se repita este invierno la escasez de gas. Para acercar a Moldavia a su objetivo de adhesión a la UE en 2028, los futuros gobiernos liderados por el PAS deberán lograr mejoras socioeconómicas tangibles que mantengan viva la legitimidad proeuropea entre la población. Al mismo tiempo, la alianza política PAS-Sandu deberá sortear los obstáculos que puedan surgir dentro de los Estados miembros de la UE como consecuencia de la ampliación “en paquete único”, que también incluye a Ucrania.
Aprovechar los anteriores triunfos políticos proeuropeos
Fuertemente influenciado por el dilema geopolítico entre Oriente y Occidente, el PAS obtuvo 792.557 votos, el 50,2 % del total. En gran medida, este resultado positivo se debió al éxito electoral en 2024 de Maia Sandu, líder informal del partido, que fue reelegida presidenta con el 55,3 % de los votos. Los resultados del PAS también se asemejan a los del referéndum constitucional de 2024, en el que el 50,3 % del electorado apoyó la incorporación de la adhesión a la UE en la Constitución.
Aunque la mayoría de los votantes proeuropeos respaldaron al PAS, otros partidos también captaron parte del voto europeísta desencantado. Algunos candidatos del Bloque Alternativo, Nuestro Partido y Democracia en Casa atrajeron a electores proeuropeos cada vez más escépticos ante la crisis socioeconómica. Sin embargo, sus programas –que abogaban por una cooperación selectiva con Rusia en materia energética y comercial, sin adoptar una posición abiertamente prorrusa– no lograron un respaldo amplio. Más significativo fue el plan opositor de normalizar las relaciones con Moscú para obtener gas más barato y promover leyes inspiradas en el modelo georgiano contra los “agentes extranjeros”, lo que generó desconfianza entre el electorado.
El Gobierno del PAS supo capitalizar el sentimiento antirruso durante la campaña, recurriendo a imágenes de la guerra en Ucrania. La postura abiertamente prorrusa del Bloque Patriótico, cuyos líderes visitaron Moscú antes de las elecciones, facilitó estos esfuerzos. Además, el PAS fomentó la sospecha pública de que el Bloque Alternativo, Nuestro Partido y Democracia en Casa podrían convertirse en representantes prorrusos. Estas tensiones se agudizaron cuando Rumanía prohibió la entrada al país al alcalde de Chisináu, Ion Ceban, líder del Bloque Alternativo, alegando razones de seguridad nacional. La restricción debilitó su capacidad para atraer votantes proeuropeos desilusionados con el PAS. Aun así, el discurso y los programas de los partidos que ingresan al Parlamento reflejan un panorama más matizado que una simple división entre proeuropeos y prorrusos. Si bien el PAS es la única fuerza abiertamente proeuropea, el nuevo Parlamento incluye un núcleo euroescéptico relevante compuesto por el Bloque Alternativo, Nuestro Partido y Democracia en Casa.
El hecho de que el PAS siga siendo la única fuerza política proeuropea en el Parlamento quedará claro a medida que avance el proceso legislativo. Aparte del Bloque Patriótico, abiertamente pro-Moscú, los otros tres grupos opositores pueden, según su conveniencia, desafiar o apoyar las aspiraciones europeas del PAS.
La nueva dinámica parlamentaria
Como en la legislatura anterior, el PAS ha asegurado el control político de las instituciones del Estado y no necesita aliados para implementar su agenda. Esto refuerza la posición de Maia Sandu en el ámbito nacional e internacional. Durante el ciclo legislativo anterior, la alineación entre el PAS y Sandu proporcionó estabilidad política, aunque también redujo la transparencia y la inclusividad parlamentaria. La sociedad civil ha criticado al PAS por aprobar leyes con escaso debate, como ocurrió el 10 de julio, cuando el Parlamento saliente adoptó 79 proyectos en menos de siete horas. Con un Parlamento más plural, será más difícil repetir esas mayorías automáticas.
La nueva legislatura reúne a una oposición más diversa. El Bloque Patriótico, integrado por socialistas y comunistas, es la única alianza repetida. Los demás grupos –Nuestro Partido, Democracia en Casa y el Bloque Alternativo– son formaciones más recientes. Nuestro Partido y Democracia en Casa, cada uno con seis escaños, son conocidos por su estilo populista y confrontativo. Es probable que actúen como opositores ruidosos más que como socios de negociación. Por su parte, el Bloque Alternativo, liderado por Ceban, combina liderazgos heterogéneos –Alexandr Stoianoglo, Ion Chicu y Mark Tkachuk–, lo que dificultará su cohesión interna. Si logra mantenerse unido, podría negociar con el PAS desde una posición de influencia. Sin embargo, la diversidad de la oposición podría derivar en divisiones que, en última instancia, beneficien al partido gobernante. Así, la nueva dinámica parlamentaria girará en torno a dos polos de poder principales: el PAS y el Bloque Patriótico, mientras que los grupos menores tenderán a formar alianzas circunstanciales con uno u otro según los temas en debate.
El ‘pivote’ externo
La composición del nuevo Parlamento reduce parcialmente el peso de las diferencias sobre política exterior. Las instituciones europeas seguirán confiando en el PAS y su compromiso con la integración europea, dada su cercanía al Partido Popular Europeo. La presidenta Sandu, su gobierno y la mayoría parlamentaria forman un bloque alineado con los compromisos adquiridos ante la UE.
El Bloque Patriótico, en cambio, intentará mantener un discurso favorable al diálogo con Rusia, aunque cuidadosamente formulado para evitar acusaciones de traición. En 2024, el PAS amplió la definición legal de colaboración con Estados extranjeros hostiles, en consonancia con la estrategia de seguridad nacional de 2023, que califica a Rusia como una “amenaza existencial” para Moldavia. En este contexto, los líderes del Bloque Patriótico enmarcan su defensa de la normalización con Moscú principalmente en términos económicos, subrayando la necesidad de reanudar la importación de gas a precios más bajos.
Los nuevos actores parlamentarios –el Bloque Alternativo, Nuestro Partido y Democracia en Casa– introducirán matices en el debate político, tradicionalmente polarizado entre Oriente y Occidente. Democracia en Casa destaca por su agenda “soberanista”, que rechaza la cesión de competencias a la UE. Este partido ha reforzado su cooperación con la formación rumana de extrema derecha Alianza para la Unión de los Rumanos (AUR) y prioriza el eje Bucarest-Washington en su política exterior. Además, se identifica con el movimiento “Make Europe Great Again”, que agrupa a fuerzas conservadoras europeas y celebró un encuentro en Chisináu antes de las elecciones.
El Bloque Alternativo, liderado por Ceban, enfrenta limitaciones derivadas de la prohibición de entrada a Rumanía y al espacio Schengen, lo que restringe su capacidad de establecer alianzas internacionales. Nuestro Partido, por su parte, mantiene una orientación exterior ambigua y carece de vínculos visibles con actores occidentales. Ambos partidos, con perfiles externos difusos, podrían intentar acercarse a los círculos soberanistas de Washington o Bruselas para reforzar su legitimidad y evitar las acusaciones de connivencia con Moscú.
Convertir los objetivos electorales en ‘realpolitik’
Una prioridad clave para el PAS será armonizar la legislación nacional con el acervo comunitario. El Gobierno pretende acelerar la “europeización” del marco legal moldavo, pero la nueva oposición parlamentaria –el Bloque Alternativo, Nuestro Partido y Democracia en Casa– probablemente invocará la defensa de la soberanía para frenar ese proceso. Tres temas concentran las mayores tensiones: la fecha objetivo de 2028 para la adhesión, el acoplamiento del proceso con el de Ucrania y la persistente influencia rusa.
El plazo de 2028 parece excesivamente optimista. Hasta la fecha, la UE solo ha mencionado públicamente a Montenegro y Albania como posibles nuevos miembros para 2028 y 2029, sin incluir a Moldavia en ese horizonte. El incumplimiento de esa meta autoimpuesta podría alimentar el euroescepticismo en la oposición y entre parte del electorado. Además, el Gobierno del PAS deberá decidir si continúa apostando por la estrategia de “paquete único” de ampliación, que vincula el destino de Moldavia al de Ucrania. Este enfoque conlleva riesgos: un eventual veto de países como Hungría, Eslovaquia o la República Checa a la adhesión ucraniana podría arrastrar también a Moldavia a un limbo político. En ese escenario, la desinformación prorrusa encontraría terreno fértil para cuestionar la viabilidad del proyecto europeo.
Artículo traducido del inglés, publicado originalmente por el Istituto Affari Internazionali (IAI).



