Un seguidor del candidato presidencial de Uruguay por el partido opositor Partido Nacional, Luis Lacalle Pou, muestra una bandera uruguaya (10/11/2019)/GETTY

Coyuntura, alianzas y desafíos políticos en Uruguay

Gonzalo Puig Lombardi
 |  21 de noviembre de 2019

El 24 de noviembre se celebra el cuarto balotaje en la historia de Uruguay. Mientras que el oficialismo, el Frente Amplio (FA), ha participado las cuatro veces, el Partido Nacional (PN) será por tercera vez consecutiva su rival, de nuevo con Lacalle Pou como candidato. Para entender qué hay en juego en esta segunda vuelta hay que analizar los resultados de las elecciones del 27 de octubre, ya que en Uruguay se elige el Parlamento en su integridad de forma simultánea.

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Si bien el FA es por quinta vez consecutiva el partido más votado y el PN es de nuevo segundo, todos los partidos con representación parlamentaria en el último ciclo perdieron votos. El FA estuvo cerca de su peor resultado en 20 años mientras que el PN pierde votos desde 2004. Y el Partido Colorado (PC) no logra repuntar, obteniendo el segundo peor resultado en sus 183 años de historia, a pesar de haber contado con una renovación considerable. Aunque en términos relativos el gran perdedor fue el Partido Independiente, que se desplomó al 0,97%, perdiendo su representación en el Senado además de casi toda su bancada de diputados.

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¿Ganadores? Los debutantes y más radicales. El Partido Ecologista Radical Intransigente (PERI) logró entrar en el Parlamento y Cabildo Abierto (CA) fue el gran ganador, al irrumpir pisándole los talones al PC, obteniendo un 11%, debut electoral solo superado por la creación del FA en 1971 (18%). Se convierte así en un socio ineludible para cualquier mayoría parlamentaria que excluya al FA.

En este pequeño universo de tres balotajes, en dos de tres ha triunfado el candidato líder en la primera vuelta, pero 2019 presenta un escenario muy distinto al de 2014, existiendo más similitudes con el escenario de 1999, ya que la suma de los partidos “tradicionales” superaría al FA.

La diferencia fundamental con respecto a los ciclos anteriores es el aumento de la fragmentación en el sistema de partidos. La nueva legislatura tendrá un récord de siete partidos presentes en el Parlamento. Por tanto, la coalición “tradicional” debería ampliarse y necesariamente incluir a la sorpresa del ciclo: CA. Así, en caso de triunfar el PN, por primera vez en la historia la coalición mínima ganadora deberá tener al menos tres miembros. Tendríamos de ese modo dos sucesos inéditos: una gran coalición o un presidente de izquierda gobernando en minoría, ya que en el FA persiste el problema de no tener socios para una coalición preelectoral. Una victoria de Martínez pondría a prueba al sistema político debido a las declaraciones hechas por los líderes del PC y CA durante la campaña, que dijeron estar dispuestos a negociar antes que darle el gobierno al FA.

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Además, se produjo una considerable renovación del Parlamento. El Senado se renovó en un 70% y contará con senadores debutantes, considerados outsiders del sistema, que han generado polémica durante la campaña. Ahí están los ejemplos de Juan Sartori (PN) y el general Manini Ríos. También habrá cambios en la cámara baja, entrando una gran cantidad de legisladores novatos, señal de alarma respecto a la gobernabilidad. Y una última novedad: por primera vez el país tendrá una vicepresidenta electa.

Concluyendo, el balotaje será más disputado de lo que parece, al sumar los resultados de la primera vuelta. Después, la verdadera dificultad estará en la gobernabilidad, ante el escenario más fragmentado en la historia del país. El bipartidismo de bloques se ha roto, como sucedió durante los años noventa cuando se rompió el bipartidismo tradicional. Sea quien sea el ganador, tendrá que negociar con socios que no le son convencionales: el FA con Talvi e incluso CA, mientras que la “coalición tradicional” no podrá eludir al CA, por lo que no podrán reeditar la coalición entre la “familia ideológica” como lo hicieron en los noventa. El sistema de partidos afrontará una vez más la “difícil combinación” entre presidencialismo y multipartidismo advertida por Mainwaring, pero ahora con niveles inéditos.

Y una última incógnita de interés: ¿qué actitud tomará el sistema frente a CA? Ante un partido de la llamada “nueva derecha radical”, ¿se tomará el camino del cordón sanitario, como en algunos casos de Europa occidental (Francia o Alemania), o su integración en el sistema, esperando moderarlos? No es cuestión menor debido al costo que implicaría aislarlos, ya que en ese caso las fracciones más al centro del FA deberían cooperar con el bloque tradicional, o viceversa, dependiendo quien gané el 24 de noviembre. Hoy día, se sabe que el PN y el PC pretenden el segundo camino, aunque no esté libre de obstáculos. Los miembros de la “coalición por el cambio” ya han tenido varias “fricciones” entre ellos. Sin embargo, el primer camino parece inviable para la unidad del FA como para el PN, que ha articulado un discurso desafiante respecto al gobierno.

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