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¿Hacia dónde va América Latina?

Latinoamérica lleva tiempo secuestrada por la confrontación partidaria. No obstante, parece que el 2020 trae atisbos de respuestas aparentemente institucionales a los problemas suscitados.
Manuel Alcántara
 |  28 de enero de 2020

Si 2019 terminó con la sensación de que el desborde popular se enseñoreaba de las calles de un número relevante de países de América Latina, este 2020 se presenta con atisbos de respuestas aparentemente institucionales a los problemas suscitados. Son réplicas en las que lo electoral tiene un sentido preponderante. Así ha sido en Perú, donde, por primera vez bajo el paraguas de la actual Constitución, el presidente, Martín Vizcarra, disolvió el Congreso, convocando nuevas elecciones. El nuevo escenario es de mayor fragmentación y, por ello, más favorable al gobierno, al disolverse la fortaleza de la oposición fujimorista. En los próximos meses podrían darse realineamientos políticos similares en Chile, Bolivia y República Dominicana, bajo diferentes contextos.

En Chile, un plebiscito fijado para abril dirimirá sobre el procedimiento de la reforma constitucional, que trata de dar respuesta a una crisis que ha hecho que se tambalee la economía del país y la confianza en los logros alcanzados en las tres últimas décadas. En Bolivia se esperan tres meses de confrontación entre el masismo y fuerzas opositoras muy fragmentadas, entre las que la presidenta interina del país, Jeanine Añez, ha hecho valer su ambición y se suma al elenco de candidaturas para los comicios del 3 de mayo. En República Dominicana se vive un ambiente de menos crispación, pero en el que la polarización sigue presente tras la denuncia del expresidente Leonel Fernández de fraude en las primarias del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), donde se medía a Gonzalo Castillo, apoyado por el presidente, Danilo Medina. Este pondrá en marcha todo el aparato gubernamental para revalidar el triunfo electoral el 17 de mayo. Las elecciones municipales que tendrán lugar el 16 de febrero serán un claro anticipo de lo que podría venir luego.

En los cuatro principales países de la región –Brasil, México, Colombia y Argentina– sus dinámicas políticas continuarán con un potencial de generar tensión en el contexto internacional, bien desde la perspectiva económica y comercial como desde la estrictamente política. El rediseño que ha realizado el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, de la política exterior del país, plenamente alineada con Estados Unidos, contrasta con la tibia posición de Andrés Manuel López Obrador en México. Por su parte, el presidente de Colombia, Iván Duque, en el ecuador de su mandato, debe enfrentarse a una sociedad cada vez más movilizada que reacciona no solo a los efectos en su vida cotidiana de los déficits en servicios públicos, sino ante los fracasos clamorosos de la política de paz. En cuanto al presidente de Argentina, Alberto Fernández, este ha dibujado un gobierno en un marco regional muy diferente al que había cuando su vicepresidenta ejerció la presidencia, y afronta una compleja negociación con el FMI.

Finalmente, Venezuela va a seguir centrando la atención por sus niveles de deterioro de la vida cotidiana, tanto en lo relativo al desempeño de su economía –con niveles alarmantes de desabastecimiento y de desatención en ámbitos como el sanitario o el educativo– como en la dura confrontación política interna. Todo ello en un clima de frustración por la ausencia de visos de solución. Mientras la nomenclatura conformada por el chavismo y la cúpula militar tiene el control de la vida pública y de la economía –donde el abuso en la explotación de la minería, el monopolio petrolero y la connivencia con el narcotráfico son los ejes predominantes–, la oposición no logra deshacerse del cerco al que se ve permanentemente sometida.

 

España e Iberoamérica

En este escenario, el nuevo gobierno de España decidía suprimir del organigrama del ministerio de Asuntos Exteriores la secretaría de Estado de Cooperación Internacional y para Iberoamérica. En menos de 24 horas, sin embargo, rectificaba y acordaba la creación de una secretaría de Estado de Relaciones Exteriores y con Iberoamérica y el Caribe. Sin conocer todavía los pormenores administrativo-funcionales del nuevo diseño, la noticia deshace el entuerto en el que se había metido el bisoño gobierno.

Los gestos en política son importantes y la desaparición en el nivel más alto de la estructura del Estado de un término concreto –que en este caso alude a uno de los aspectos más singulares de la identidad española (y de sus intereses)– era preocupante. Huérfanos en la campaña electoral de proyectos para con América Latina por parte de los partidos españoles, la región podía haberse visto diluida hoy, 28 de enero, de manera muy preocupante.

Latinoamérica lleva tiempo secuestrada por la confrontación partidaria, ya que solo aparece en lo relativo al papel desempeñado por los fundadores de Podemos en el marco bolivariano. Los intereses exteriores del gobierno parecen estar en cualquier otra parte, y la oposición solo parece interesada por lo que sucede en la embajada mexicana en La Paz con diplomáticos españoles o en el aeropuerto de Barajas con el ministro de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana a altas horas de la madrugada.

En todo caso, ¿hacia dónde vamos en América latina?

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