El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, y el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, hablan durante de la Cumbre de Líderes de América del Norte en el Palacio Nacional el 10 de enero de 2023 en la Ciudad de México, México. (HÉCTOR VIVAS/GETTY)

Los ‘tres amigos’, China y la desglobalización

La X cumbre del USMCA ha estado marcada por la integración de la economía norteamericana como medio para competir con China. Estados Unidos, México y Canadá juntos representan hoy el 30% del PIB mundial y buscan reconfigurar sus cadenas de suministro para reducir su vulnerabilidad.
Luis Esteban G. Manrique
 |  23 de enero de 2023

Andrés Manuel López Obrador subrayó en A la mitad del camino (2021), sus memorias políticas de la primera mitad de su sexenio, la necesidad de llevar adelante un gran proyecto de integración continental que redujera las desigualdades y asimetrías hemisféricas para, entre otras cosas, aliviar las tensiones entre China y Estados Unidos.

Así, no fue extraño que el presidente mexicano aprovechara la reciente X cumbre de los “tres amigos” –formalmente USMCA, por Estados Unidos, México y Canadá– en la capital mexicana para pedir a Joe Biden que impulsara el proceso que, dijo, debía estar abierto a todos “sin distinción alguna”.

La alternativa, advirtió, será la pérdida por EEUU de cada vez más ramas de producción de bienes y servicios por la competencia china. “¿No podríamos producir en América lo que consumimos? Claro que sí”, se preguntó y contestó a sí mismo ante Biden y Justin Trudeau en el patio central del Palacio Nacional.

El acuerdo comercial tripartito incluye una cláusula antichina que especifica que, si uno de los socios se alía con países que no tienen economías de mercado, los demás pueden abandonarlo en seis meses y formar su propio pacto bilateral.

 

Vecinos distantes

Los  puntos prioritarios de la agenda trilateral fueron los que más preocupan a la opinión pública de EEUU: los asuntos migratorios y de seguridad. Ninguna administración –republicana o demócrata– se puede permitir ignorarlos, sobre todo en medio de una crisis migratoria en la frontera.

En 2022, México detuvo a 400.000 migrantes –hondureños, cubanos, haitianos…– que se dirigían a la frontera. Antes de viajar a México, Biden se detuvo, por primera vez como presidente, en la región fronteriza. En El Paso, se reunió con el gobernador republicano de Texas, Greg Abbott, que le ha acusado de incumplir sus obligaciones constitucionales de defender al país de “invasiones” exteriores.

AMLO entendió el mensaje. Tres días antes de que llegara Biden, las fuerzas de seguridad mexicanas capturaron, en una operación que costó la vida a 10 militares, a Ovidio Guzmán, heredero del Chapo, el exjefe del cartel de Sinaloa que hoy cumple cadena perpetua en una prisión federal de Colorado.

 

Mar de fondo

Los asuntos urgentes no distrajeron, sin embargo la atención de los tres amigos del mar de fondo que los convocaba: la integración de la economía norteamericana como medio para competir con China. En 2000, el comercio entre América Latina y China rondó los 12.000 millones de dólares (0,6% del PIB regional). En 2021 superó los 445.000 millones (8,5%). Ese año, China supuso el 18 % del comercio exterior regional, frente al 5% en 2005. Sin México es el 24%.

Entre 2008 y 2019, bancos estatales chinos prestaron a la región 131.000 millones de dólares, lo que pronto convertirá al gigante asiático en su mayor acreedor.

Según el llamado Índice de China del taiwanés Doublethink Lab, que analiza datos en nueve áreas –academia, política, economía, medios, tecnología…– de 82 países, Pekín mantiene una estrategia de penetración política, mediática, académica, militar y económica en los países con los que se relaciona para aumentar su influencia en todos los ámbitos posibles.

Dado que competir con China en ese terreno parece una batalla perdida de antemano, Estados Unidos ha optado por imitar, a su modo, al capitalismo de Estado chino con una política industrial sin precedentes desde el New Deal.

 

«El sucesor del antiguo Nafta, firmado en 1993 y renegociado en 2020, hoy representa el 30% del PIB mundial»

 

Con leyes como la Inflation Reduction Act y la Chips and Science Act, el Congreso ha aprobado ayudas públicas por valor de 465.000 millones de dólares para impulsar las energías verdes y la industria local de semiconductores. El USMCA es otra forma más de nivelar el terreno de juego. El sucesor del antiguo Nafta, firmado en 1993 y renegociado en 2020, hoy representa el 30% del PIB mundial. Sus cadenas productivas y de suministro mueven un comercio trilateral anual de 1,5 billones de dólares.

 

Fisuras geopolíticas

Según escribe Shannon O’Neil en Foreing Affairs, por razones geopolíticas y geoeconómicas, la globalización está dando paso a diversas formas de regionalización, con un bloque orientado hacia China y otro a EEUU. La integración de China en la OMC contribuyó a que el comercio mundial supere hoy los 20 billones de dólares anuales, 10 veces más que en 1980.

En ese mismo lapso, los flujos de capital transfronterizos pasaron de 500.000 millones a 4 billones de dólares. El problema es que ese círculo virtuoso benefició sobre todo al gigante asiático, que se convirtió en la fábrica del mundo con prácticas de competencia poco compatibles con las normas de la OMC.

Al fin y al cabo, la mitad de los bienes que se venden a escala global no viajan más de 4.000 kilómetros, es decir, no lo suficiente para cruzar océanos. Washington hoy considera las baterías de gran capacidad, fármacos, chips y minerales críticos sectores vitales para su seguridad nacional. No es extraño. La taiwanesa TSMC fabrica el 92% de los semiconductores de alta gama. El resto se producen en Corea del Sur.

 

Repliegue general

EEUU quiere reconfigurar sus cadenas de suministro y valor para reducir su escala y vulnerabilidad. Según el Global Trade Alert, desde 2008 las medidas proteccionistas han triplicado a las aperturistas en la mayor parte de países del mundo. Bloques como el RCEP (Regional Comprehensive Economic Partnership), que regula el comercio exterior de 15 países asiáticos, y otros acuerdos regionales ya establecen las normas de más de la mitad del comercio global.

 

«Según el Global Trade Alert, desde 2008 las medidas proteccionistas han triplicado a las aperturistas en la mayor parte de países del mundo»

 

Dos de cada tres dólares de los ingresos de las compañías del Fortune Global 500, provienen de sus mercados regionales. Dos tercios de los intercambios comerciales de la UE se producen entre sus 27 países.  En Asia, el comercio intrarregional ha subido del 45% en 1990 al 60% actual, según el Asian Development Bank.

En las Américas, México es un ejemplo de esa tendencia: entre 1993 y 2007 su economía se duplicó gracias a que el Nafta cuadruplicó su comercio exterior. Uno de cada dos dólares que ha recibido en inversiones desde 1994 han provenido también de sus socios norteamericanos.

 

Alineamiento astral

En esas condiciones –barreras arancelarias, cadenas de suministro insostenibles…– el traslado de plantas de países lejanos para evitar riesgos geopolíticos y reducir costes de transporte y riesgos climáticos –onshoring, nearshoring, friendshoring…– parece inexorable.

En la cumbre las estrellas se alinearon. Biden voló al aeropuerto construido por el actual gobierno e invitó al presidente mexicano a viajar con él en “la bestia”, su limusina, a la capital, un trayecto de casi una hora. En la apertura de la cumbre, López Obrador recordó que la Alianza para el Progreso de John F. Kennedy invirtió en la región el equivalente a lo que ahora serían 82.000 millones de dólares. Esta vez la iniciativa es privada.

En los primeros tres trimestres de 2022, la inversión extranjera directa aumentó en México un 30%, la mayor parte de EEUU y Canadá. Más de un tercio fue al sector manufacturero.

México es el primer eslabón. Un anteproyecto de ley del senador republicano por Luisiana, Bill Cassidy, traza una hoja de ruta para que las democracias hemisféricas que quieran hacerlo se unan al USMCA.

Relocalizar las fábricas en países más cercanos ofrece varias ventajas: menores costes laborales, de insumos, energía y transporte, entre otros factores que  facilitan y abaratan los procesos logísticos y productivos, lo que explica que el 80% de las exportaciones mexicanas tengan como destino final EEUU.

Según el Banco Interamericano de Desarrollo, en los mejores escenarios, América Latina se podría beneficiar del nearshoring con cerca de 78.000 millones de dólares al año. El 45% llegarían a México, que en 2022 recibió 57.000 millones de dólares en remesas procedentes de EEUU.

 

Círculos virtuosos

Según O’Neil, México es la respuesta a muchos problemas de EEUU. Enviar un contenedor de China a EEUU tarda un mes, un lapso que se duplicó y triplicó durante la pandemia. Entre un proveedor mexicano y sus clientes en EEUU esos plazos casi rara vez superan las dos semanas.

En los primeros 10 meses del año pasado, México exportó a EEUU 382.000 millones de dólares en mercancías, 20% más que en 2021. Cada día pasan unos 800 millones de dólares en bienes –ropa, autopartes, aguacates…– por Laredo, la ciudad tejana que es hoy el principal puente entre EEUU y México y en la que algunos sectores están creciendo al 20%-30%.

En 2021, según el McKinsey Global Institute, las compañías de EEUU invirtieron más en México que en China. Según The New York Times, cuando en febrero de 2022 Wallmart necesitó comprar un millón de dólares en uniformes para sus empleados, no recurrió a proveedores chinos sino a Preslow y Botones Loren del parque industrial de Tizayuca, a una hora de la capital mexicana.

La proximidad no es la única ventaja. Los mercados a los que EEUU tiene acceso preferente representan menos del 10% del PIB mundial. Gracias a sus acuerdos con terceros países, Canadá y México lo tienen a 1.500 millones de consumidores de mercados que representan el 60% del PIB global.

Los coches fabricados en México no pagan, por ejemplo, la tarifa del 10% que la UE impone a los procedentes de EEUU. Esa ventaja reduce en 3.000 dólares el precio de un Ford Focus y en 5.000 dólares el de un Audi Q5.

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