Midiendo el progreso social

 |  21 de abril de 2015

“Lo que medimos afecta a lo que hacemos”, apuntaban los economistas Joseph Stiglitz, Amartya Sen y Jean-Paul Fitoussi en 2009 en este informe sobre cómo medir crecimiento económico y progreso social. “Y si nuestras mediciones son defectuosas –añadían–, nuestras decisiones se pueden distorsionar”. Los tres economistas ponían como ejemplo la elección entre promover el crecimiento del PIB y proteger el medioambiente. Si se incluye la degradación medioambiental en las mediciones de desempeño económico, este dilema no tiene sentido: proteger el medioambiente es proteger el PIB.

¿Y apostar por el crecimiento económico es apostar por el progreso social? Los índices alternativos al PIB, considerado insuficiente para evaluar el desarrollo de un país de forma integral, han proliferado desde que Naciones Unidas adoptase en 1990 el Índice de Desarrollo Humano, piedra angular contra la dictadura del PIB. Uno de los últimos en llegar es el Índice de Progreso Social, lanzado por The Social Progress Imperative, una nueva vuelta de tuerca a la hora de medir el éxito de un país.

Los promotores del índice definen progreso social como la capacidad de una sociedad de satisfacer las necesidades básicas de sus ciudadanos, establecer las bases que permitan a esos ciudadanos y las comunidades a las que pertenecen mejorar y sostener su calidad de vida, y crear las condiciones para que todos los individuos alcancen su máximo potencial. En resumen, que todos tengan la oportunidad de una vida plena.

El índice mide las múltiples dimensiones del progreso social agrupando las variables en tres categorías: necesidades humanas básicas, fundamentos del bienestar y oportunidades. Los indicadores económicos brillan por su ausencia: ni renta per cápita ni tasa de inflación, tampoco balanza comercial. Sí se tienen en cuenta, en cambio, la tasa de suicidio, la emisión de gases de efecto invernadero, la corrupción, la tasa de homicidios o las redes de apoyo en la comunidad.

 

Índice de progreso social

 

Y una de sus claves es que no miden esfuerzos o intenciones, sino logros reales. “No medidos cuánto gasta un país en sanidad, sino la amplitud y calidad de la vida de la gente”, señala uno de sus creadores, Michael Green, en esta excelente TED talk. Tampoco miden el progreso según las leyes promulgadas (contra la discriminación, por ejemplo), sino que preguntan a la gente: ¿es o no la ciudad o el área donde usted vive un buen lugar para que vivan inmigrantes de otros países?

Los resultados no dejan de sorprender. Sobre todo, como indica esta gráfica, al relacionar PIB con progreso social. Por cada dólar que los países más pobres invierten en mejorar su PIB, el progreso social experimenta una subida notable. Pero a medida que se hacen más ricos, cada dólar gastado en mejorar el PIB tiene un menor impacto en el progreso social. Otras políticas –basadas en nuevas maneras de medir el desarrollo– se hacen necesarias.

 

Índice de progreso social vs PIB per cápita

 

Véase el caso de Rusia: con una renta per cápita de 23.564 dólares (34º), ocupa el puesto 71 en eñ índice de progreso social. El país funciona relavivamente bien en acceso a la educación superior, por ejemplo, pero su desempeño en otras áreas como derechos personales, tolerancia e inclusión, salud y bienestar o seguridad personal es malo. En cambio, Costa Rica, con un PIB per cápita casi la mitad que el ruso, 13.431 dólares (59º), ocupa un puesto mucho más elevado elevado en el índice (28º) gracias, entre otros aspectos, a su buen desempeño en derechos personales, vivienda o acceso a la información y las comunicaciones, aunque puntúe mal en acceso a la educación superior.

 

Rusia

Rusia

Costa Rica

Costa Rica

 

Las sucesivas crisis que ha vivido el mundo en los últimos años demuestran, una vez más, que la mejora de los indicadores económicos no necesariamente refleja una mejora en el bienestar de la población. La crisis financiera es solo un ejemplo. Otro: las primaveras árabes, donde países considerados buenos alumnos desde el punto de vista económico (como Túnez) estaban sentados sobre una bomba de relojería social. Por fortuna, cada vez hay menos excusas para decir que no lo vimos venir.

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