Una mujer sostiene a su hijo en una zona quemada de Aldeia da Paz, en la provincia de Cabo Delgado (Mozambique), poco después de un ataque islamista, el 24 de agosto de 2019. GETTY

Mozambique ante la insurgencia islamista

Los ataques en Cabo Delgado se convierten en un problema más, el más grave para el presidente Filipe Nyusi, reelegido el pasado octubre para un segundo mandato con el 73% de los votos.
Antoni Castel
 |  9 de junio de 2020

Los reiterados ataques islamistas en la norteña provincia de Cabo Delgado amenazan la estabilidad de Mozambique y el desarrollo del complejo gasístico, la mayor inversión en el país desde la independencia de Portugal, en 1975. En los últimos meses, las incursiones de los conocidos como shebab, cuyo primer ataque armado se registró el 5 de octubre de 2017, han aumentado en frecuencia y en osadía, al ocupar por unas horas localidades tan importantes como Mocimboa da Praia y Qissanga, y provocado el desplazamiento de unas 100.000 personas en Cabo Delgado, según la Acnur. Una provincia que no se había recuperado de la devastación causada por el paso del ciclón Kenneth en 2019.

Convertido en un problema regional, por la virulencia de los ataques y la atribución de los mismos por parte del Estado Islámico, la Comunidad de Desarrollo del África del Sur (SDAC) expresó su apoyo al presidente mozambiqueño, Filipe Nyusi, en la cumbre celebrada a finales de mayo en Harare (Zimbabue). “Un ataque a uno es un ataque a todos”, proclamó el presidente zimbabuo, Emmerson Mnangagwa. De momento, Nyusi obtuvo el compromiso del presidente tanzano, John Magufuli, que aseguró que desplegaría tropas en la vasta y permeable frontera entre los dos países. Suráfrica descarta la presencia militar, por la impopularidad de tal medida, pero discute una ayuda que podría ser logística, según la ministra surafricana de Asuntos Exteriores, Naledi Pandor.

 

 

La insurgencia en Cabo Delgado se convierte en un problema más, el más grave para Nyusi, reelegido el pasado octubre para un segundo mandato con el 73% de los votos. Nyusi, candidato del Frente de Liberación de Mozambique (Frelimo), derrotó al aspirante de la Resistencia Nacional de Mozambique (Renamo), Ossufo Momade. El Frelimo mantiene el poder desde la independencia de Portugal.

 

Historia de una radicalización

Los shebab no ha surgido de la nada, como destacan investigadores del Instituto de Estudos Sociais e Económicos (IESE), think tank con sede en Maputo. Antes de su primer ataque, hace dos años y medio, los líderes musulmanes de Mocimboa da Praia se habían enfrentado a unos jóvenes radicalizados que vestían turbantes blancos, lucían pobladas barbas y habían dejado de llevar a sus hijos a las escuelas gubernamentales, para educarlos en las escuelas coránicas que habían construido. Acabaron siendo expulsados de las mezquitas por unos líderes religiosos a los que habían insultado, y se congregaron en su propia mezquita, Mussa (Masjid Mussa).

Dichos jóvenes habían estado en contacto con grupúsculos salafistas de Tanzania, Kenia y Somalia y mantenían relaciones con líderes espirituales wahabíes de Arabia Saudí, Libia y Sudán. Gracias a la pasividad del gobierno, que consideró que se trataba de un problema interno de las mezquitas, los jóvenes pudieron organizarse militarmente. En sus inicios, antes del primer ataque, el grupo se hizo llamar Ahlu Sunna Wal Jamaa (adherentes de la tradición profética y la congregación, en árabe), aunque sus integrantes son conocidos por la población local como shebab (joven, en árabe), el nombre que usan los islamistas somalíes. No obstante, los shebab de Cabo Delgado no forman parte de la misma estructura de los somalíes, pero sí que mantienen contactos.

En la radicalización de los jóvenes han influido, sin duda, las prédicas de líderes religiosos y el proselitismo de las redes islamistas, de forma directa o indirecta, mediante vídeos. Unos mensajes que han calado en una juventud sin expectativas, desempleados en gran parte, en una región abandonada por el gobierno hasta el descubrimiento del gas. No se puede olvidar que Maputo se encuentra cerca de Suráfrica y a más de 2.000 kilómetros de Pemba, la capital provincial.

 

Macondes y macuas

Aunque el Frelimo ha ganado todas las elecciones legislativas desde la instauración del pluralismo, en 1994, ha perdido gran parte de la legitimidad obtenida durante la lucha contra la presencia colonial portuguesa. La mala gestión y la corrupción son un pesado lastre para un partido en el que no queda nada del socialismo original. Sin embargo, todavía tiene capacidad de movilización, sobre todo entre la generación más vieja, que sufrió el colonialismo y se ilusionó con el proyecto socialista.

Entre los afectos al Frelimo destaca una etnia, la de los macondes, que viven en el interior de la provincia. Apoyaron al Frelimo desde sus inicios, sufrieron la violencia colonial portuguesa, materializada entre otros sucesos en la matanza de Mueda (1960), y una vez alcanzada la independencia coparon altos cargos de la administración y, en especial, en las Fuerzas Armadas. Nyusi es originario de Mueda.

La cercanía de los macondes al Frelimo es vista con recelo por los macuas, el principal grupo étnico del país, que habitan en las provincias norteñas de Cabo Delgado, Nampula y Zambezia. En la costa, la mayoría son musulmanes. En las elecciones, la Renamo obtiene sus mejores resultados en el territorio de los macuas, principalmente en Nampula, cuya capital provincial gobierna desde el 2018.

 

El precio de la insurgencia

Aunque los ataques se han registrado lejos de los dos proyectos gasísticos, el gobierno ha desplegado a unos 500 soldados para proteger las instalaciones, mientras las empresas han contratado el servicio de firmas de seguridad, entre ellas Control Risks. En el proyecto Mozambique LG, que desarrolla Total, se invertirán 22.000 millones de dólares, mientras que en el denominado Rovuma LNG, de ExxonMobil, con la participación de la estatal italiana ENI, 26.000 millones. Una vez se extraiga el gas, Mozambique se convertirá en el cuarto exportador mundial de dicho combustible, según Le Monde.

En el interior de la provincia de Cabo Delgado, cerca de Montepuez, unidades del Ejército y empresas privadas de seguridad protegen la explotación de rubíes por parte de Montepuez Ruby Mining, en una concesión de 33.600 hectáreas adjudicada por el gobierno en 2011. La firma está participada en el 75% por el gigante minero británico Gemfields y en el 25% restante por el general Raimundo Manichuapa. Para desalojar a los mineros ilegales (garimpeiros), Gemfields recurrió a la fuerza bruta, como puso de manifiesto su aceptación de un acuerdo extrajudicial en Reino Unido por el cual se comprometía a pagar 6,7 millones de euros a los 273 demandantes. Según la propia Gemfields, Montepuez Ruby Mining generó 280 millones de dólares entre junio de 2014 y junio de 2017, los últimos datos facilitados.

Nysu ha asumido la gravedad de Cabo Delgado tras la toma de dos localidades de importancia, en el transcurso de la cual se arrió bandera mozambiqueña. No obstante, otro conflicto, de menor importancia, se enquista en el centro del país, al mantener sus acciones armadas una disidencia de la Renamo, que contesta el acuerdo del pasado agosto entre Nyusi y el presidente de dicha formación, Ossufo Momade. Renamo Junta Militar, encabezado por Mariano Nhongo, también exige para negociar la renuncia de Momade, elegido en la presidencia de la Renamo en enero de 2019, un cargo vacante por la muerte del líder histórico Afonso Dhlakama un año antes. Rechazada por la disidencia la mediación del influyente Consejo Cristiano de Mozambique, el foco rebelde desestabiliza más un país que registrará este año un crecimiento negativo del 3,3% a causa de los efectos del Covid-19, según la previsión gubernamental.

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