Un miembro de las fuerzas armadas tunecinas pasa delante de un cártel con candidatos a las elecciones municipales y regionales del 6 de mayo. GETTY

Norte de África y Oriente Medio: año electoral clave

Investigadores de OPEMAM
 |  26 de abril de 2018

Si bien las noticias sobre el norte de África y Oriente Medio inciden normalmente en sucesos violentos, hay una serie de procesos electorales en marcha que, si bien pasan desapercibidos, pueden cristalizar este año en escenarios de estabilidad o cambio pacífico. A pesar de la elevada conflictividad en la región (guerras en Siria y Yemen, conflicto interno en Libia, escalada de Israel en Palestina, bloqueo impuesto a Catar), las elecciones de 2018 pueden despejar la situación en un buen número de países de la región.

Egipto es la excepción, en la medida en que las elecciones plebiscitarias del 26-28 de marzo, en las que ha salido reelegido el presidente militar Abdelfatah al Sisi, no resuelven sino que ahondan la deriva autoritaria del régimen. En cambio, la situación es de neto avance en el caso de Líbano, Túnez, Irak, Pakistán, Libia y Malí. Aquí las urnas pueden permitir a varios países salir de un impasse peligroso y en algunos casos culminar la transición democrática (Túnez) por la vía de una descentralización efectiva; en otros, reanimar instituciones adormecidas y abrir la puerta a un sistema político menos confesional (Líbano); o consolidar una situación posconflicto (Irak, Libia y Malí), o, al fin, normalizar el control civil sobre el poder militar y legitimar las reformas económicas que necesita el país para convertirse en la nueva economía emergente de 200 millones de habitantes (Pakistán).

 

Legislativas en Líbano

En Líbano, las elecciones legislativas tendrán lugar después de nueve años, habiéndose logrado vencer todo tipo de resistencias y a pesar de una coyuntura regional bastante desfavorable (guerra en la vecina Siria, injerencias de Arabia Saudí, tensiones entre Hezbolá e Israel). La celebración de estas elecciones el 6 de mayo ha despertado un gran interés, ya que los comicios presentan novedades reseñables con respecto a convocatorias pasadas. Por un lado, en junio de 2017 el Parlamento libanés aprobaba una nueva ley electoral que, por primera vez, impone un sistema de elección proporcional. Se abandona, por tanto, el sistema tradicional de elección mayoritario que favorecía claramente a los grandes partidos y a los líderes político-comunitarios. Por otro, gracias a la efervescencia social que ha vivido el país en los últimos años, varios grupos de la sociedad civil se han organizado para concurrir juntos a las elecciones como alternativa a la clase política tradicional. Este hecho ya supone una novedad importante, y unido al cambio en la ley electoral, ha generado muchas expectativas en los sectores reformistas de la población. Por último, y no menos importante, se ha producido un incremento muy considerable de las candidaturas femeninas. De los 976 candidatos registrados, 111 son mujeres, lo cual supone un récord histórico. En las últimas elecciones legislativas solo concurrieron 12 mujeres de un total de 702 candidatos; y cuatro fueron las candidaturas femeninas en 2005.

Así las cosas, estas elecciones se afrontan con gran entusiasmo en algunos sectores. Con todo, siguen existiendo una serie de elementos de peso que debieran hacer rebajar las expectativas de cambio real. Elementos como la reducción del tamaño de las circunscripciones, también recogida en la reforma de la ley electoral, y que acentúa el carácter confesional del sistema, o el enraizado carácter clientelar de las relaciones sociales y políticas en el país, entre otros, llaman a contener la euforia.

 

Municipales y regionales en Túnez

En Túnez, finalmente se han superado los sucesivos aplazamientos a las elecciones municipales y regionales, las primeras elecciones democráticas a este nivel. La transición se está haciendo de arriba abajo, a diferencia del modelo español, empezándose por la reforma constitucional, siguiéndose por las elecciones presidenciales y legislativas y acabándose, ahora, con las elecciones municipales y regionales. Ha habido muchos cambios previos como la remodelación del mapa territorial y administrativo del país y la aprobación de un Código de Colectividades Locales, que fijará los poderes de las nuevas instancias electas. En un país de tan fuerte tradición centralista, lo que está en juego en las elecciones del 6 de mayo es la imprescindible descentralización y el surgimiento de élites locales paralelas a las tradicionales de la costa y la capital que han dominado históricamente la vida del país. No olvidemos que la “revolución del jazmín” empezó precisamente en las ciudades desheredadas del interior.

 

Legislativas en Irak

En Irak, las elecciones legislativas del 18 de mayo servirán para elucidar cuál de los dos grupos que se han escindido de la anterior alianza electoral Estado de Derecho será el que obtenga la mayoría, la que conservó el nombre, liderada por Nuri al Maliki, o la Victoria del actual primer ministro, Haider al Abadi. Otras alianzas electorales como Fatah, que engloba a gran parte de las Fuerzas de movilización popular que combatieron a Dáesh en el norte de Irak, serán fundamentales en estas elecciones. Del mismo modo, y sobre todo tras el fallido referéndum por la independencia de octubre de 2017, el papel de los partidos kurdos que participan en las elecciones nacionales será esencial para equilibrar la balanza en favor del actual primer ministro Abadi o su predecesor Al Maliki. En las elecciones de 2014, el gobierno tardó cinco meses en formarse por la falta de una alianza mayoritaria y la dificultad de acordar un primer ministro. En esta ocasión, la situación se plantea aún más complicada.

 

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Legislativas en Baréin

En Baréin, se verá cuán legítimo es un proceso político marcado por el boicot y posterior disolución de los principales partidos de la oposición, Al Wefaq y Al Wa’ad, que ha originado protestas que no han cesado desde 2011, a pesar de la falta de cobertura mediática internacional. Las elecciones legislativas previstas para octubre o noviembre de 2018 serán una nueva prueba de resistencia para la familia gobernante, Al Khalifa, que sigue desoyendo a la oposición y se enroca en mantener la mayoría de la población chií excluida de los beneficios provistos por el Estado y del proceso de toma de decisiones. Las elecciones no serán relevantes sin la participación de la oposición, y solo la tasa de participación puede indicar el respaldo que tiene el actual régimen, si bien esta participación se ve afectada por la política de nacionalización de extranjeros sunníes que persigue equiparar la población sunní a la mayoría chií del país.

 

Parlamentarias y presidenciales en Libia

En Libia, el conflicto interno ha creado de facto autoridades territorial y jurídicamente enfrentadas después del fracaso de la primera experiencia constitucional (2014). La apuesta electoral de ahora es muy ambiciosa, no carente de riesgos, puesto que se trata de organizar elecciones parlamentarias, presidenciales e incluso un referéndum constitucional antes de finales de 2018 con el fin de unificar todas las instituciones. De momento, el largo registro de votantes (cuatro meses) no ha sido desfavorable pues ha quedado inscrita el 53% de la población en edad de votar. Quedan por resolver muchos otros problemas e incógnitas, como la movilidad y la seguridad, y, en especial, si todas las partes en el conflicto aceptarán las condiciones de la votación y renunciarán a sus cuotas de poder ganadas con las armas. Las presidenciales serán las primeras en la historia del país, por lo que se está estudiando un sistema innovador de escrutinio y ya cuentan entre sus aspirantes con el muy controvertido hijo de Gadafi, Saif al Islam.

 

Presidenciales en Malí

En Malí se celebran elecciones presidenciales en julio y agosto en las que el actual presidente, Ibrahim Bubacar Keita, persigue un segundo mandato, aunque no lo va a tener fácil. Keita llegó a la presidencia en 2013 con una gran victoria sobre su rival en la segunda vuelta de los comicios, respaldado por una participación popular relativamente alta para los estándares del país. Sin embargo, el presidente no ha podido mantener ese entusiasmo de la población sobre su gobierno. Durante los cinco años transcurridos desde su elección, Keita ha tenido dificultades en gestionar los graves desafíos de seguridad y desarrollo que prometió que iba a resolver cuando llegó a la presidencia. El clima de inseguridad ha empeorado bajo su mandato, debido principalmente al aumento de las acciones de una miríada de grupos terroristas, mientras que el acuerdo de paz firmado en 2015 con los grupos tuareg rebeldes avanza muy lentamente, haciendo del país el principal foco de inestabilidad en el Sahel.

La incógnita es quién puede tomar el relevo de Keita en la presidencia, ya que no hay un claro candidato para la alternancia. La desconfianza y el malestar se adueñan de parte de la población maliense, en especial de la juventud urbana, que ha salido a la calle en diversas ocasiones para manifestar su descontento, como por ejemplo ante el intento de modificación de la Constitución del verano pasado.

Por otro lado, Malí se encamina a votar las segundas elecciones presidenciales después del conflicto de 2012 bajo un clima de inseguridad y descontrol territorial en algunas partes del país que podría dificultar la asistencia a las urnas y, por tanto, ensombrecer los resultados. En cualquier caso, el candidato que resulte victorioso tendrá ante sí el desafío descomunal de reconducir la situación postconflicto.

 

Y legislativas en Pakistán

En Pakistán, por segunda vez en su historia y de forma consecutiva, un gobierno civil finalizará su legislatura sin interrupciones. En 2013, el gobierno del Partido del Pueblo de Pakistán (PPP) traspasó por primera vez el poder de forma pacífica a la Liga Musulmana de Nawaz Sharif (LMP-N), ganadora de las elecciones. Pero a pocos meses de los nuevos comicios (15 de julio 2018), no hay que dejarse engañar por las apariencias. Tras la destitución de Sharif como primer ministro y su inhabilitación como candidato, el sistema sigue trabajando para fomentar la debilidad del partido más fuerte. Aunque no haya golpes de Estado, los militares siguen manipulando el escenario en beneficio propio, ya sea fomentando la protesta social, fundamentalmente de corte islamista, ya sea coartando la libertad de expresión. A falta de un candidato favorito y de ideologías dominantes, prevalece el recurso al clientelismo y la agitación de sentimientos religiosos e identitarios. A pesar de todo, existe el elemento sorpresa. Si bien tanto militares como políticos se posicionan para condicionar el proceso electoral, las instituciones implicadas están afianzando las garantías de forma gradual, de manera que cada vez resulta más complicada la manipulación.

 

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En conclusión, los desafíos son importantes en todos estos países y las elecciones no pueden resolverlos de golpe, pero ello no impide atisbar los avances sustanciales que los comicios traslucen: en democratización, descentralización, control civil de los militares, descomunitarización del Estado, reequilibrio étnico y territorial y pacificación posconflicto.

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