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Un hombre con vestido tradicional Saharaui cruza el campo de refugiados Smara en enero de 2012 en Tinduf, Argelia. GETTY

Savia nueva en los campos de refugiados saharauis

El conflicto congelado del Sáhara Occidental muestra señales de deshielo, gracias a una nueva generación de saharauis.
Hannah Armstrong
 |  30 de abril de 2018

Situados en lo profundo del desierto de Tinduf, Argelia, los campamentos de refugiados saharauis son un remoto pero vivo laboratorio político. Los campamentos albergan a 173.000 refugiados de un conflicto olvidado: una vieja generación que recuerda la guerra contra Marruecos de 1975 a 1991, y una generación más joven nacida en los campos desde el acuerdo de alto el fuego de aquel 1991. Todos están activos en la lucha por retornar al territorio en disputa del Sáhara Occidental, un tramo costero de 100.000 millas cuadradas ahora controlado en su mayoría por Marruecos. Los campamentos se asemejan a otros asentamientos saharauis, con camiones que atraviesan estructuras bajas revestidas de arena y manadas de camellos, cabras y ovejas que pastan en el desierto. Pero su política es única: el Frente Polisario, un movimiento militar y político formado a principios de la década de los años setenta para luchar por la independencia del Sáhara Occidental, los controla.

Las condiciones de vida en los siete campos de Tindouf han mejorado considerablemente desde 1976, cuando los refugiados saharauis se cobijaron aquí de las luchas entre el Polisario y el ejército marroquí. Con los hombres en combate, las mujeres nómadas y sin experiencia en administración, tuvieron que establecer estructuras rudimentarias para el bienestar social. Durante los siguientes 40 años, los campos crecieron y el Frente Polisario apostó con fuerza por la educación y la salud. En los últimos años, han aparecido más escuelas, jardines para niños, una escuela de cine, una academia de arte y clínicas, y seis de los siete campamentos se han conectado a redes eléctricas. Con electricidad, el acceso a Internet –y su galaxia de mundos virtuales– se ha convertido en algo disponible para muchos.

 

«Entre la reducción de la ayuda y la desesperación ambiental, el Frente Polisario corre el riesgo de perder el control de la generación nacida y criada en los campos de refugiados»

 

Pero mientras que algunas puertas se han abierto, otras se están cerrando. La asistencia internacional de la que dependen los campamentos se está reduciendo: Según trabajador del mundo de la cooperación, las donaciones anuales han disminuido de diez a siete millones de dólares en los últimos años. El trabajo en los campamentos es escaso. Un alto funcionario de Defensa del Polisario dijo que un número inusualmente alto de jóvenes, tal vez 500, abandonaron los campamentos a mediados de 2017 en busca de trabajo. En general, sin embargo, las oportunidades para la migración legal a Europa, normalmente a España –la antigua potencia colonial en el Sáhara Occidental–, son pocas. Entre la reducción de la ayuda y la desesperación ambiental, el Frente Polisario corre el riesgo de perder el control de la generación nacida y criada en los campos. «Sin trabajo y sin dinero, los hombres son frágiles. La tentación hacia la migración, el extremismo o el narcotráfico es fuerte», afirma el alto funcionario de Defensa.

Mientras tanto, Internet permite a los jóvenes expresarse fuera de los canales tradicionales. «Hay una sensación de transición de un movimiento de masas a algo menos centralizado», explica un video blogger y activista de 30 años. Las redes sociales están vinculando más a los refugiados con los saharauis que viven en las partes del Sáhara Occidental controladas por Marruecos, con activistas que hacen circular entre sus móviles vídeos sobre la represión marroquí.

La generación más joven es la que más parece dudar que los esfuerzos diplomáticos puedan resolver la crisis con la que han crecido. «Cuando nuestros padres luchaban contra la ocupación marroquí, todo el mundo, y especialmente la ONU, escuchaban al Polisario», afirma Hamdi, un líder juvenil. Pero no ahora, continúa. «O recuperamos nuestra tierra o volvemos a la guerra».

 

Resentimiento con Naciones Unidas

El conflicto del Sáhara Occidental está congelado, pese a las tensiones puntuales, desde el alto el fuego de 1991 a lo largo de una línea que serpentea desde la esquina sureste de la frontera marroquí-argelina hasta el océano Atlántico. Los soldados marroquíes se sientan en el lado occidental de la línea, ahora fortificada por una berma de arena y piedra de dos metros de alto, y los combatientes del Polisario patrullan el lado oriental. En 1991, la ONU creó una misión de mantenimiento de la paz con el mandato adicional de supervisar un referéndum en el Sáhara Occidental sobre la autodeterminación. El referéndum nunca se ha celebrado y el proceso de paz parece estancado. En muchos aspectos, las conclusiones del último informe de Crisis Group sobre el conflicto, publicado en junio de 2007, siguen siendo pertinentes hoy: tendrá que darse una resolución a través de negociaciones directas entre Marruecos y el Polisario, en lugar del proceso liderado por la ONU. Desde 2007, Marruecos ha propuesto la autonomía del Sáhara Occidental bajo soberanía marroquí como base para un arreglo. El Polisario rechaza la idea. Las negociaciones entre 2008 y 2012 no dieron frutos: Marruecos no estaba dispuesto a considerar ninguna alternativa a su propuesta y el Frente Polisario seguía comprometido con la autodeterminación.

 

«Marruecos y el Polisario comparten una queja similar: la ONU está aplicando inadecuadamente el alto el fuego»

 

Mientras tanto, la relación con la ONU se ha agriado ya que ambas partes se han vuelto más agresivas. En noviembre de 2015, Rabat declaró al representante especial del secretario general, el diplomático estadounidense Christopher Ross, persona non grata en el territorio en disputa, después de presionar para reiniciar las negociaciones entre Marruecos y el Polisario. En 2016, expulsó a docenas de funcionarios civiles de la Misión de las Naciones Unidas para el referéndum en el Sáhara Occidental (MINURSO) después de que Ban Ki-moon, el entonces secretario general, usara el término «ocupación», tras su viaje a los campamentos, para referirse a la presencia de Marruecos en el Sáhara Occidental. Rabat permitió que solo parte del personal de la MINURSO regresara después de conversaciones  con funcionarios de la ONU. Para el Polisario, estos incidentes representan una erosión del papel de la ONU, incluso cuando el status quo continúa dejándolo en desventaja, ya que Marruecos controla dos tercios del territorio del Sáhara Occidental.

En agosto de 2017, el actual secretario general de la ONU, António Guterres, nombró a un nuevo enviado, Horst Köhler, un expresidente alemán. Köhler se embarcó en una gira por la región como un preludio para relanzar las negociaciones, pero hasta ahora no ha tenido éxito. El Polisario sigue recelando de los esfuerzos de la ONU. Por su parte, antes de la renovación anual del mandato de la MINURSO a finales de abril –cuando Marruecos y el Polisario intercambian habitualmente acusaciones para movilizar a sus aliados en el Consejo de Seguridad–, Rabat dice que la ONU “no ha sido firme» con respecto a las violaciones del Polisario de la zona neutral. Y amenaza con tomar medidas militares si las supuestas infracciones continúan. En cierto sentido, ambas partes comparten una queja similar: que la ONU está aplicando inadecuadamente el alto el fuego.

 

Sáhara Occidental

 

Los eventos de Guerguerat

El aumento de las tensiones sugiere que la estructura del conflicto está cambiando, aunque lentamente. En el lado del Polisario, un factor importante es que el líder del movimiento durante la mayor parte del conflicto, Mohamed Abdelaziz, murió en mayo de 2016. Ocupaba el cargo de secretario general del Polisario desde 1976 y fue el primer y único presidente del Estado, lo que le permitió declarar la República Árabe Saharaui Democrática (RASD). Su sucesor como secretario general, Brahim Ghali, otro fundador del Polisario, es temperamentalmente diferente: ha mostrado una mayor disposición para enfrentarse a Marruecos y a la ONU, algo que le ha permitido darse crédito entre los saharauis profundamente frustrados.

Después de varias semanas sin recibir respuesta de la ONU, Ghali despachó a los combatientes del Polisario al área, lo que desencadenó un enfrentamiento de meses de duración, con los dos bandos separados por 200 metros. Era lo más cerca que habían estado ambos bandos de la confrontación armada en décadas. El Polisario también aumentó su despliegue de alta visibilidad de combatientes a áreas al este de la berma (que llama territorio liberado) –a pesar de la retirada de fuerzas de Marruecos fuera de la berma en febrero de 2017– para afirmar su reclamo de soberanía. Más recientemente, en diciembre de 2017, se llevó a cabo un ejercicio militar en Guerguerat que Rabat calificó de provocación. Debido a que los principales líderes del Polisario asistieron, probablemente se entendió como algo premeditado. Hace un año, la ONU dijo que enviaría una comisión técnica para investigar las violaciones del alto el fuego en Guerguerat, pero aún no lo ha hecho, según informes debido a la oposición marroquí. El Polisario cita el retraso como prueba del sesgo de la ONU a favor de Marruecos y el status quo.

 

«El Polisario dice que sin referéndum no tiene otra opción que regresar a la guerra, mientras Marruecos defiende su propuesta de autonomía como el único camino viable»

 

Dado que la idea de celebrar un referéndum continúa estructurando el proceso de paz, el Polisario dice que sin un voto no tiene otra opción que regresar a la guerra. Marruecos, por su parte, avanza su propuesta de autonomía como el único camino viable hacia adelante, y descarta el referéndum. Las negociaciones directas nunca han ido más allá de este impasse. «Si el referéndum no va a suceder, la ONU debería declararlo oficialmente, para que podamos decidir nuestro siguiente paso», explica un diplomático del Polisario.

 

Rayos de esperanza saharaui

Mientras que el proceso de la ONU se ha estancado, el Frente Polisario ha seguido rutas alternativas para defender su causa, en particular mediante la presentación de quejas ante el Tribunal Europeo de Justicia (TJCE) sobre la explotación de los recursos naturales de Marruecos en el Sáhara Occidental; y ha conseguido algunos éxitos. El 21 de diciembre de 2016, el TJCE dictaminó que un acuerdo de comercio agrícola entre Marruecos y la Unión Europea no podía aplicarse a productos del Sáhara Occidental. El 27 de febrero de 2018, el TJCE prohibió la inclusión de las aguas frente a la costa del Sáhara Occidental en un acuerdo de pesca UE-Marruecos, confirmando además que no permite a la UE considerar el Sáhara Occidental como parte de Marruecos.

«La estrategia marroquí de utilizar el paso del tiempo para legitimar su ocupación no está funcionando», cuenta un ministro del Frente Polisario. «A medida que pasa el tiempo, estamos viendo más afirmaciones de que la comunidad internacional no respaldará la idea de un Sáhara Occidental marroquí». Los países defensores del Frente también están actuando sobre los precedentes establecidos en el tribunal europeo. En mayo de 2017, funcionarios de aduanas surafricanos del puerto de Port Elizabeth abordaron el NM Cherry Blossom, un buque que transportaba 50.000 toneladas de fosfatos para la Office chérifien des phosphates, administrada por el Estado marroquí, desde el puerto de Laayoune, en el Sáhara Occidental, hasta Nueva Zelanda. Los funcionarios surafricanos se apoderaron de su carga.

Un área donde el Polisario afirma estar avanzando pero donde se enfrenta a una gran incertidumbre es su manejo de la adhesión de Marruecos a la Unión Africana (UA) en enero de 2017. Marruecos comenzó inmediatamente a cabildear por la expulsión de la RASD de la UA y buscó excluir al autodenominado Estado saharaui de la cumbre AU-EU de noviembre de 2017 en Abidjan. Rabat fracasó en estos esfuerzos. En opinión del Polisario, Marruecos calculó mal su capacidad de cambiar las posiciones de los Estados miembros de la UA en una organización multilateral dominada durante mucho tiempo por Estados que simpatizan con las reclamaciones de autodeterminación del grupo, incluidas Argelia, Nigeria y Suráfrica.

Los líderes del Polisario están obsesionados con el acceso de Marruecos a la UA. Afirman que la membresía de la RASD junto a Marruecos, ambos como iguales, puede crear una oportunidad para usar la UA para el diálogo y la diplomacia, a pesar de que Rabat se opone firmemente al uso de la UA como un canal de negociación y, a día de hoy, sigue tratando de expulsar a la RASD. Al mismo tiempo, al Polisario le preocupa que, si bien la UA se ha rebelado con éxito contra Marruecos y sigue comprometida con el reconocimiento de la RASD –miembro fundador de la UA–, la organización regional ya no es el aliado fiable que alguna vez fue. Hoy es un nuevo campo de batalla.

 

El trabajo de la MINURSO

De vuelta en los campamentos alrededor de Tinduf, cabe mencionar que los líderes jóvenes están en conflicto. Por un lado, se sienten agradecidos por los sacrificios hechos por la generación anterior. Aprecian la eficacia de la gestión del Polisario de los campos y las libertades políticas que disfrutan allí, conscientes de que tales libertades son inusuales en una región donde prevalecen los gobiernos autocráticos. «Tenemos libertad aquí. Podemos ir a hospitales y escuelas gratis; podemos viajar (los refugiados saharauis tienen un amplio acceso a programas de capacitación y educación en España, Cuba y Argelia); podemos opinar sobre nuestro líder y su gobierno y enviar nuestro mensaje al mundo. Cuando hablo con Ghali, siento que estamos en el mismo nivel», defiende Hamdi, un líder electo del ala juvenil del Polisario.

Pero por otro lado, están impacientes con el ritmo de la diplomacia. «Si esperamos que el Consejo de Seguridad de la ONU realice el referéndum y nos dé la libertad de regresar a nuestra tierra, estaremos aquí por 300 años», aclara Hamdi. «Creo que la ONU y la MINURSO representan protección internacional para la ocupación marroquí del Sahara Occidental. Si no volvemos a la guerra, nada cambiará. Después de todo este tiempo, no creo en una solución política. La ONU piensa que solo puede darnos algo de comida y elementos esenciales y así no molestaremos».

 

«¿Es el conflicto lo que está congelado o el marco de casi tres décadas para resolverlo?»

 

La generación más mayor teme cómo afectará al movimiento Polisario el ascenso de estos jóvenes más combativos y más militantes. «Estamos haciendo todo lo posible para calmar a nuestros jóvenes, pero ¿cuánto tiempo puede durar esto? Todas las noches en la televisión ven a los marroquíes golpeando a los saharauis y la comunidad internacional no hace nada», comenta un alto diplomático del Polisario.

El aumento en las tensiones plantea preguntas más amplias. ¿Es el conflicto lo que está congelado o es el marco de casi tres décadas para resolverlo? ¿Qué precipitaría el colapso del status quo en un entorno regional que ha cambiado radicalmente desde 1991? Tanto el Magreb como el Sahel –el Sáhara Occidental se extiende a ambos lados–, se enfrentan a trastornos políticos y turbulencias violentas.

Dado que el conflicto congelado muestra señales de descongelación, al menos por parte del Frente Polisario, y al mismo tiempo aparece con nueva urgencia en las agendas de la UE y la UA, se necesita un pensamiento creativo para desbloquear el proceso de paz. Es complaciente imaginar que el status quo puede continuar indefinidamente. Una resolución final del conflicto puede ser esquiva por el momento, pero ¿hay mejores modalidades de gestión de conflictos que valga la pena contemplar? ¿Se puede presionar a las partes para que modifiquen sus posiciones maximalistas y, de ser así, cómo? Estas no son preguntas fáciles de responder, pero es importantes hacerlas: al secretario general y la Secretaría de la ONU, a los miembros del Consejo de Seguridad, a las partes involucradas, y al Magreb y Sahel de manera más amplia. El enviado de la ONU, Köhler, que ha comenzado a hacer algunas de estas preguntas, necesitará el apoyo y la participación de los miembros del Consejo de Seguridad para obtener respuestas, ya que no es probable que ninguna de las partes ceda en su posición sin presión externa.

Mientras tanto, Köhler necesita espacio para desarrollar una nueva estrategia en sus esfuerzos por resolver el conflicto. Para esto también necesitará el apoyo de la MINURSO, que tiene la orden de apoyar sus esfuerzos pero también tiene que cumplir una serie de funciones operativas. La misión debe llevar a cabo la investigación que se prometió sobre Guerguerat y hacer cumplir el alto el fuego. Esto último en particular es crítico para mejorar las perspectivas de Köhler de reanudar las conversaciones, que siguen siendo la mejor opción para resolver la larga crisis y reducir las posibilidades de que se vuelva más violenta.

Este artículo fue publicado originalmente en inglés en la web de Crisis Group.

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