Perú: elecciones con y sin sorpresas

Luis Pásara
 |  2 de junio de 2016

Keiko Fujimori y Pedro Pablo Kuczynski se enfrentan el 5 de junio en la segunda vuelta de las presidenciales de Perú. Con el 32,69% de los votos emitidos y el 17,24%, respectivamente, logrados en la primera vuelta, lo único que se disputaba el 10 de abril era quién se enfrentaría en la segunda a Fujimori, quien lleva más de un año encabezando las encuestas con más de 30% de intención de voto.

Los resultados de las elecciones parlamentarias, llevadas a cabo simultáneamente con la primera vuelta de abril, sí destaparon sorpresas. La más importante fue que la lista de candidatos fujimoristas lograse colocar a 73 parlamentarios, esto es, mayoría propia (sobre un total de 130 miembros del congreso), pese a haber obtenido solo el 25% de los votos emitidos. En la oposición, la fuerza más importante es la del izquierdista Frente Amplio, con 20 escaños, seguida de la agrupación de Kuczynski, que obtuvo 18 diputados. Otras tres agrupaciones se dividieron el resto asientos en la cámara.

Aunque no fue sorprendente, sí fue contundente el varapalo político recibido por Alan García, quien intentaba llegar a la presidencia por tercera vez y recibió el 4,78% de los votos emitidos, y por el también expresidente Alejandro Toledo, que apenas llegó al 1,07% de los votos emitidos. En ambos casos, las denuncias y los procesos de investigación en curso sobre casos de corrupción cobraron una fuerza determinante durante la campaña. Con García cayó también Lourdes Flores, una figura tradicional de la derecha que se alió en gesto desesperado con el expresidente.

Los resultados de abril mostraron la reaparición en sociedad de la izquierda, muy venida a menos desde que en las décadas de los años setenta y ochenta pasara, con cierto éxito, de la lucha social a la conquista electoral del Parlamento y los municipios. En 1989 se inició un ocaso izquierdista en las preferencias de los votantes que ha concluido en 2016. Verónika Mendoza –35 años, quechuahablante educada en Francia, sin ligazón previa a ningún grupo izquierdista– logró el tercer puesto como candidata presidencial en la primera vuelta, con el 15,36% de los votos emitidos. Un lenguaje claro –que, sin embargo, pasaba a balbuceo cuando se le preguntaba si Venezuela es una dictadura– y una gran capacidad de comunicación recogieron el descontento de un sector de población que ve pocas ventajas en el proclamado crecimiento económico de Perú. Su liderazgo parece haber superado, cuando menos de momento, la lucha fraccional que históricamente caracterizó a este sector en el país. Como segunda fuerza representada en el Congreso, su futuro se definirá en lo que sea capaz de ofrecer políticamente.

 

¿Legitimidad en cuestión?

El proceso electoral ha estado lleno de episodios que amenazaron la legitimidad de los comicios como no ocurría desde hacía mucho en el país. Unas reformas electorales tardías y mal concebidas; un Jurado Nacional de Elecciones que utilizó criterios variables según los candidatos, y unas decisiones demoradas que mantuvieron entre interrogantes por quiénes se podría votar y por quiénes no han ensombrecido las presidenciales. A esto se sumó una inflación del número de candidatos; de 19 en un principio a los 10 que comparecieron en definitiva ante los electores en la priemera vuelta. Los debates se han perdido en lo anecdótico y los asuntos de fondo no han sido examinados por ninguno de los candidatos.

La segunda vuelta tampoco ha aprovechado la ocasión para entrar en las cuestiones fundamentales del país. No obstante, el jurado limitó el debate entre los dos candidatos en la segunda vuelta a un solo encuentro. Fujimori y Kuczynski se han lanzado, sin embargo, a una campaña de reproches a ratos sangrantes. Ha sido una batalla entre fujimoristas y antifujimoristas. Las encuestas adelantan que, de ese enfrentamiento, Kuczynski podría salir ganador por un par de puntos. Pero Fujimori –que según las encuestas se beneficiaría de un alto “anti-voto”– parece haber construido una suerte de tejido organizativo en las bases sociales, que la ha hecho favorita entre los sectores más pobres.

Al prestigio que en un importante sector tiene el padre de la candidata –a quien se le atribuyen los méritos de haber liquidado la inflación y la amenaza subversiva, además de agradecérsele la distribución clientelística de productos de primera necesidad–, hay que agregar el perfil de Keiko. A sus 40 años no exhibe experiencia política pero sabe comunicar y, aunque quienes la rodean recurren al viejo lenguaje amenazante de la mano dura, Keiko busca tranquilizar a quienes temen que su gobierno sea una reedición del autoritarismo de su padre.

Los opositores de “la dinastía Fujimori” han convertido el triunfo del fujimorismo en las elecciones parlamentarias en un argumento de peso: la experiencia del país desaconseja la concentración de poder en ejecutivo y legislativo; luego, hay que elegir como presidente a quien contrapese al fujimorismo. Pero Kuczynski, como “mal menor”, tiene poca llegada a los sectores populares que lo ven no solo viejo (77 años) sino distante de las demandas que las encuestas recogen: mejores servicios públicos y sociales.

El cuadro es complejo, muy variable y hace imprevisible el resultado definitivo en la recta final de la segunda vuelta. Pero gane una u otro, no será una sorpresa.

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