Policías bangladeshíes durante una manifestación. GETTY

Prensa y Democracia (IX): Bangladesh, crisis de la libertad de expresión

Tahmina Rahman
 |  7 de septiembre de 2017

Los medios de comunicación en Bangladesh han dado pasos de gigante en los últimos años hacia la defensa de la libertad de expresión. El crecimiento de la prensa escrita y de los medios de televisión se une a la proliferación de medios de noticias digitales, junto con el auge del sector de telecomunicaciones y el inmenso porcentaje de lectores jóvenes con los que cuenta el país. Históricamente, el gobierno ha mostrado un interés favorable hacia las necesidades de los medios de comunicación independientes, con propuestas legislativas que han sido recibidas de forma positiva.

Sin embargo, el sector también se enfrenta a una presión constante de amenazas y ataques físicos contra periodistas y blogueros, además del uso del arsenal legislativo y regulador. Los medios de comunicación se enfrentan a amenazas e intimidación; incluso los periodistas más convencionales son vulnerables a las amenazas de los grupos de interés particulares. Estos sucesos no son una novedad. En 2016, Article 19 publicó datos alarmantes: 320 ataques contra 141 periodistas, tres activistas digitales y tres empleados de una editorial, incluyendo tres asesinatos.

Al mismo tiempo, el país se enfrenta a un fundamentalismo religioso en aumento y a un discurso público que acepta cada vez más estas ideas y prácticas radicales. Las voces que se oponen a este fenómeno, incluyendo a laicos, académicos, minorías religiosas y activistas del colectivo LGTBI (lesbianas, gais, bisexuales, personas transgénero e intersexuales), son de forma creciente víctimas de ataques a manos de grupos de extremistas islámicos. El país llenó las planas de los periódicos a nivel internacional en 2016 tras una serie de ataques con machetes contra escritores laicos, extranjeros, minorías religiosas y activistas de derechos humanos. El ataque terrorista a una cafetería en la capital, Dhaka, que ocasionó la muerte de 22 personas, la mayoría de ellos extranjeros, el 1 de julio de 2016, atrajo más aún la atención a la grave situación y el peligro que existe en Bangladesh.

Aproximadamente el 52% de la población total del país está compuesta por mujeres y hombres jóvenes, quienes son además los principales usuarios de Internet. Pese a que existe un debate genuino en Internet sobre religión, orientación sexual, armonía comunitaria y derechos de las mujeres, dichos debates suelen generar reacciones extremistas e intolerantes, incluyendo expresiones de odio y también incitación a la violencia. No existe un gran consenso y comprensión general entre los líderes intelectuales y académicos, periodistas, medios de comunicación, expertos en redes sociales y la juventud sobre la libertad de expresión y el discurso de incitación al odio y a la violencia. Artículo 19 ha publicado una guía práctica de cómo combatir el discurso del odio.

 

La violencia tiene sus orígenes en la falta de tolerancia

En los últimos años, Bangladesh ha experimentado un aumento de ataques violentos asociados a una grave intolerancia respecto a las ideas y opiniones contrarias, favorecidos por la total impunidad de la que gozan las campañas en Internet (y fuera de él) contra los blogueros laicos, las minorías religiosas y los activistas LGTBI. El país ha sufrido unos niveles de violencia alarmantes contra figuras públicas digitales, culminando en los asesinatos de Avijit Roy, Washiqur Rahman Babu, Ananta Bijoy Das, Niloy Cahkrabarti y el editor Faisal Arefin Dipan, todo ello en menos de ocho meses, entre 2015 y 2016. Los ataques mortales a periodistas, escritores y al activista de derechos de las personas LGTBI Xulhas Mannan durante este periodo suma un total de 51 víctimas desde el año 1995.

Avijit Roy, un ingeniero de software que vivía en los Estados Unidos, conocido por sus ideas laicas y liberales, a menudo desafiaba el extremismo religioso. También era el creador del popular blog en bengalí Mukto Mona («De mente libre», en español). Roy y su esposa, Rafida Ahmed Bonya, fueron víctimas de unos asaltantes anónimos el 26 de febrero de 2015, y se sospecha que fueron asesinados a machete en el campus de la Universidad de Dhaka tras regresar de la Ekushey Boi Mela, una feria del libro tradicional en el país.

Washiqur Rahman, quien escribía en el popular blog Somewhereinblog bajo el seudónimo «uglyduckblog» (Kutshit Hasher Chhana) sufrió un ataque mortal similar el 30 de marzo de 2015. Al parecer, vivía bajo la amenaza constante de grupos religiosos por sus publicaciones a menudo críticas en Facebook. Washiqur fue declarado muerto a su llegada al hospital de Daca tras un ataque anónimo.

Unos meses más tarde, Ananta Bijoy Das y Niloy Chakrabarti (quien escribía bajo el alias «Niloy Neel»), blogueros conocidos por sus ideas laicas, fueron asesinados el 12 de mayo y el 7 de agosto de 2015, respectivamente, en supuestos ataques con motivaciones religiosas.

Esta oleada de violencia contra blogueros, pensadores laicos y personas críticas de las doctrinas religiosas extremistas, junto con la falta de acción o respuesta pertinente por parte del gobierno, ha colocado de nuevo a Bangladesh en el Índice de Impunidad Global de la ONG Comité para la Protección de los Periodistas. Bangladesh está en el puesto 12 de los catorce «países foco de atención» donde los «asesinos se mueven libremente».

Pese a que los extremistas islámicos locales se han atribuido la autoría de los ataques, la respuesta del gobierno ha sido débil, rayando en la connivencia con la violencia, culpando a los partidos políticos de la oposición, utilizando los ataques como excusa para las detenciones y campañas intimidatorias contra quienes disienten del gobierno, mermando así la democracia.

Bangladesh también ha experimentado un aumento de los ataques violentos contra minorías religiosas y sexuales en el año 2016, incluyendo las revueltas en masa que incitaban a la violencia contra los ahmadis, una minoría musulmana formada por 100.000 personas en el país, que desencadenó ataques en mezquitas, saqueos y desalojos a casas, además de palizas y asesinatos. Las campañas de intimidación lanzadas por grupos extremistas en el pasado contra la minoría ahmadi incluyeron la presión al gobierno para que no se les considerase musulmanes, además de exigir que Bangladesh se convirtiese en una república islámica. También tuvieron lugar ataques contra una comunidad budista minoritaria en el bazar de Ramu Cox y contra la minoría hindú en Nasirnagar Brahmanbaria en 2012 y 2016, respectivamente. Ambos ataques se iniciaron como resultado de las campañas de incitación al odio y a la violencia a través de Facebook contra estas minorías religiosas.

Las oportunidades para buscar medidas no reguladas como el diálogo y educación entre distintas opiniones y creencias religiosas, y la creación de iniciativas para favorecer la tolerancia entre jóvenes y periodistas son prácticamente inexistentes. El marco legal actual es inadecuado, criminalizando la libertad de expresión, y protegiendo a entidades abstractas como la «religión del insulto», contrariamente a los estándares internacionales.

Con el fin de reducir la inestabilidad y el conflicto avivado por las campañas de incitación al odio y la violencia, Bangladesh debe trabajar para promover políticas de tolerancia, respeto e inclusión y favorecer el entendimiento entre distintas opiniones y creencias religiosas. Estas inversiones tendrán resultados favorables a largo plazo a la hora de establecer una mayor confianza entre personas con distintas opiniones y creencias religiosas, promoviendo un cambio de mentalidades. Plantarán la semilla del cambio que promueva la libertad de expresión y una sociedad plural y abierta en Bangladesh.

Por otra parte, el fallo o demora en las investigaciones, así como la ausencia de condenas para los responsables de los ataques contra periodistas y blogueros, no hace sino alentar a los criminales y contribuir a una cultura de impunidad para todo tipo de actos violentos. La responsabilidad se atribuye al gobierno de Bangladesh. Cada asesinato que se comete impide que una historia sea contada y priva a las personas del derecho a la información, debilita la transparencia, la responsabilidad y la ley, y tiene un efecto intimidatorio sobre la libertad de expresión. Bangladesh ha de garantizar que se realicen investigaciones prontas, exhaustivas y transparentes sobre los ataques cometidos para garantizar que los responsables sean llevados ante la justicia.

Política Exterior publica en colaboración con ARTÍCULO 19 la serie “Prensa y Democracia”.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *