Propuestas de mejora para España: empleo, vivienda y educación

 |  1 de junio de 2011

Por Pablo Colomer.

Luis Garicano, catedrático de Economía y Estrategia en el departamento de Empresas y Economía de la London School of Economics, escribía en el número 140 de Política Exterior sobre las medidas que podrían propiciar un crecimiento sostenido en España, con un problema, más que de deuda pública, de endeudamiento generalizado con baja productividad y pérdida de competitividad. Ahora Garicano se atreve, desde el interesante blog que edita junto a otros colegas, Nada es gratis, a ofrecer un mínimo programa de demandas al movimiento del 15-M, o la que se ha dado en llamar la #SpanishRevolution: una corriente ecléctica que ha conseguido canalizar la indignación de una sociedad ante un panorama nacional marcado por la crisis económica, una altísima tasa de paro y, según las encuestas del CIS, una preocupante desafección de la ciudadanía con una clase política percibida como parte del problema más que de la solución. Garicano ofrece tres demandas concretas a los indignados del 15-M, relacionadas con el trabajo, la vivienda y la educación.

Para empezar, el empleo. Como explicaba el Real Decreto-ley 10/2010, de medidas urgentes para la reforma del mercado de trabajo, entre las “particularidades estructurales” del mercado laboral español destacan: la alta temporalidad (en torno a un tercio del total de asalariados por cuenta ajena), que constituye una anomalía en el contexto europeo; un escaso desarrollo de las posibilidades de flexibilidad interna en las empresas que ofrece la legislación actual; una insuficiente capacidad de colocación de los servicios públicos de empleo; y la persistencia de elementos de discriminación en el mercado de trabajo en múltiples ámbitos, pero de forma muy señalada en el empleo de mujeres, personas con discapacidad y desempleados de más edad. Según explica Garicano, España tiene un modelo dual de mercado laboral: unos tienen trabajo asegurado a largo plazo, mientras otros no tienen nada, y rotan sin parar de subempleo a paro y de paro a subempleo, sin posibilidad de salida. “Esto es económicamente demencial, y socialmente injusto –afirma Garicano–. Hay que cortar por lo sano, y la reforma es sencilla: acabar con los contratos temporales y sustituirlos por el contrato único”. Su propuesta, aquí.

Segundo, la vivienda. El 65% de los jóvenes españoles con edades comprendidas entre 25 y 29 años viven con sus padres, frente al 20%-22% en Francia, Holanda o Reino Unido. En estos momentos, existen en España más de 700.000 viviendas vacías, según estimaciones del ministerio de Fomento, aunque la cifra pueden pasar del millón. Los precios de las casas siguen siendo “demencialmente altos”, explica Garicano, y la oferta en alquiler, “bajísima”. De acuerdo con el director general del servicio de estudios del Banco de España, José Luis Malo de Molina, “aún queda recorrido en el ajuste de precios” de la vivienda libre. Según la estadística recopilada por el Ministerio de Fomento, la vivienda ha perdido un 15,4% de su valor en términos nominales desde el primer trimestre de 2008 hasta el primer trimestre de 2011. Malo de Molina vaticina que el ajuste se completará en los dos próximos años para situarse en el 25%. ¿Suficiente?

“Es necesario dinamizar el mercado inmobiliario –expone Garicano—. ¿Cómo? Primero, forzar al reconcomiendo de las pérdidas en el sector bancario, de forma que los bancos y cajas dejen de dirigir el crédito a promotores de hecho quebrados, con lo que se pondrán en el mercado cientos de miles de viviendas. Segundo, dar muchísima más seguridad jurídica al contrato de alquiler para asegurar que los propietarios ponen en alquiler los pisos aunque lo que reciban sea una cantidad modesta”. La última reforma llevaba a cabo en ese sentido se produjo en noviembre de 2009, con la Ley 19/2009, que se centró en reforzar la posición procesal de los arrendadores frente a inquilinos morosos, agilizando los procesos de desahucio en caso de impago de arrendamiento, el conocido como “desahucio exprés”. Las propuestas de Garicano, como reducir la duración mínima obligatoria de los contratos de alquiler, que se encuentra entre las más altas de Europa, y fijarla en un año, se pueden ver aquí.

Tercero, la reforma del sistema educativo. Para empezar, el gasto en educación todavía se sitúa por debajo del llevado a cabo en otros países del entorno español: 4,3% frente al 5,3% de media en la UE. España es asimismo uno de los países de la Unión con mayor tasa de fracaso escolar en el bachillerato: un 31% de estudiantes abandonan la educación secundaria post-obligatoria frente a un 15% en la UE. En cuanto a la calidad, se ha producido un deterioro progresivo de los contenidos de los programas educativos, fenómeno plasmado en los “mediocres” resultados que los alumnos españoles obtienen en las comparaciones internacionales, como los estudios PIRLS o PISA. ¿Cómo mejorar el sistema? Las propuestas de reforma pueden verse aquí.

El caso de la educación es un ejemplo ilustrativo de uno de los problemas de fondo que explican el 15-M y que Garicano ha querido dejar de lado, asunto tratado por otros colegas del blog: el desempeño de la clase política y los desequilibrios (perversiones, dirían algunos) de lo que muchos califican como la “partitocracia” española. El actual ministro de Educación, Ángel Gabilondo, asumió su cargo en abril de 2009 con un objetivo muy claro: lograr un pacto de Estado por la educación. Por el momento, el debate educativo se ha centrado en dos asignaturas complementarias como Religión o Educación para la Ciudadanía. Gabilondo, percibido como un gestor competente y relativamente independiente, anunciaba el 6 de mayo de 2010 que no habría pacto de Estado, reconociendo su fracaso al intentar unir a los dos grandes partidos.

“Durante la existencia eterna de la especie humana, con un muy cortito paréntesis de 200 0 300 años, nos hemos muerto de hambre y de asco”, afirma Garicano al final de su propuesta, frase de penetrante aroma hobbesiano que recuerda a aquello de “solitaria, pobre, corta y brutal”. Más allá de la filípica contra los genuinos viejos tiempos (léase al sociólogo Harold Kerbo y sus opiniones sobre los primeros grupos humanos, que no debieron vivir tan mal ni tan solos si al final salieron adelante), lo cierto es que ahora regresa, si no el hambre, al menos cierto asco y palpable indignación ante una organización de las cosas cuanto menos mejorable, en un intento refrescante por superar el secular fatalismo español. Simpatice uno con Hobbes o, por el contrario, con Rousseau, las cosas hoy y mañana pueden, y deben, irnos mejor.

 

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