Los archivos del Pentágono, el último film de Spielberg, narra la que fue entonces la mayor revelación de documentos clasificados en la historia del país. FOX MOVIES

The Post no redime a Estados Unidos

Jorge Tamames
 |  31 de enero de 2018

En Estados Unidos gobierna un presidente autoritario, que ha llegado al poder movilizando el resentimiento racial de la América blanca. Un déspota que se presenta como un outsider, sin paciencia por el decoro y las formas que conllevan el ejercicio de su cargo. La prensa se ha convertido en su principal oposición. Sus revelaciones sacan de quicio a Richard Nixon, que amenaza constantemente con amordazarla por filtrar documentos confidenciales.

Hablamos, efectivamente, de 1971 y no de 2018. Pero Los archivos del Pentágono (The Post), el último film de Steven Spielberg, contiene paralelismos suficientes como para presentarse como una película urgente. Sin una prensa libre, sucumbiremos al despotismo y las fake news. Ese gancho, unido al reclamo de un reparto que solo Spielberg puede convocar –los gigantes Meryl Streep y Tom Hanks, juntos por primera vez en la gran pantalla–, han valido a The Post nominaciones a los Oscar por mejor película y mejor actriz.

El film de Spielberg presenta un cuadro recurrente en múltiples dramas políticos estadounidenses. Algo va mal en América, pero –y esto es lo importante– el sistema en su conjunto funciona, pues contiene la posibilidad de redimirse gracias a la acción de unos pocos ciudadanos comprometidos. Los seguidores de Aaron Sorkin reconocerán rápidamente el género; también identificarán en Los archivos recursos que evocan a este director, como el uso de planos secuencia interminables y la presencia de Bradley Whitford (Josh Lyman en El Ala Oeste de la Casa Blanca) en un papel menor. Los amantes del periodismo, por su parte, disfrutarán con la reflexión sobre la libertad de expresión y una bella recreación de las antiguas rotativas. Pese a ello, no estamos ante una obra maestra.

 

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El film narra la publicación de los archivos del Pentágono, que Daniel Ellsberg filtró durante la presidencia de Nixon. Se trató, en aquel momento, de la mayor revelación de documentos clasificados en la historia del país. En ellos se demostraba que las administraciones de Truman, Eisenhower, Kennedy y Johnson habían mentido sistemáticamente: ofuscando el apoyo estadounidense al colonialismo francés en Indochina, sus motivos para intervenir militarmente en la región y la certeza, constante de 1965 en adelante, de que aquel conflicto estaba perdido. Otra serie de filtraciones, las del escándalo de Watergate, acabarían con Nixon, catapultando a The Washington Post como periódico de renombre y apuntalando el papel mítico de la prensa como cuarto poder ante el despotismo de los gobiernos.

El propio Ellsberg es una figura interesante. De analista en la Corporación Rand pasó a convertirse en un disidente, compañero de fatigas de Noam Chomsky. Continua pronunciándose con lucidez. Su trayectoria recuerda a la de filtradores como Edward Snowden y Chelsea Manning, si bien Spielberg no explora este paralelismo y aborda la cuestión de Vietnam con el ombliguismo habitual. Los protagonistas se indignan de que “nuestro gobierno” mintiese para mandar a “nuestros chicos” al sureste asiático; lo que no parece horrorizarles es que, una vez allí, los chicos matasen a dos millones de personas, devastasen regiones enteras de Vietnam y convirtiesen Laos en el país más bombardeado de la historia.

En vez de eso, la película se centra en el Post y los periodistas que se atrevieron a publicar las filtraciones de Ellsberg. Cabe preguntarse el porqué de esta decisión, cuando fue The New York Times quien dio la exclusiva (el Post se sumó posteriormente, cuando Nixon amordazó al Times). La decisión, sospecho, tiene que ver con la figura de Katharine Graham, la legendaria editora del Post, interpretada por Streep.

Un personaje que, todo sea dicho, guarda escaso interés en esta película. Presionada por Ben Bradlee (Hanks), el obstinado director de su periódico, Graham reúne el coraje para publicar las filtraciones. Pero se pasa la mayor parte del film debatiéndose al respecto. Su principal temor es el daño que una Casa Blanca autoritaria y rencorosa puediera hacer a su periódico, en un momento en que acaba de salir a Bolsa y se debe a sus inversores institucionales antes que a los lectores. Otro problema es la amistad que une a Graham con Robert McNamara, secretario de Defensa de Kennedy y Johnson y artífice de la guerra de Vietnam. ¡Cómo pudo Bob mentir así a sus amigos! Se trata, me temo, de vicisitudes un tanto inaccesibles para el común de los mortales, que no acostumbra a confraternizar con criminales de guerra.

Pese a ello, Los archivos se esfuerza en que el espectador desarrolle afecto por Graham. El principal recurso consiste en incidir recurrentemente en que la editora, tras heredar el periódico familiar, se siente insegura como mujer en un mundo de hombres que la menosprecian. El machismo en el entorno laboral es una lacra que mantiene su vigencia, y por eso es loable que Spielberg procure señalarlo. La pena es que lo haga con diálogos y escenas un tanto toscos, por evidentes. También sorprende que, casi cuarenta años después del estreno de Alien, el guiño al feminismo pase por presentar a una mujer acaudalada, acomplejada y sobrepasada por sus circunstancias en vez de a la teniente Ellen Ripley, currante con mala leche y un lanzallamas.

¿Cuál fue el legado de aquellas filtraciones? El film insinúa que acabaron con el presidente, pero entre 1971 y el escándalo de Watergate Nixon no solo fue reelecto, sino que aplastó a George McGovern con más de 20 puntos de ventaja. La capacidad del país para librar guerras secretas no ha hecho más que aumentar. El papel de la prensa como contrapeso ante esta deriva suele brillar por su ausencia.

El Post, por su parte, ya no es propiedad de la familia Graham. En 2013 el periódico fue adquirido por el multimillonario Jeff Bezos, propietario de Amazon. De cara a la galería el Post proclama a los cuatro vientos su oposición a Donald Trump, con un nuevo eslogan dramático y pretencioso (“la democracia muere en la oscuridad”). En un discreto segundo plano –el periódico ni siquiera lo ha cubierto–, Amazon ha obtenido un contrato multimillonario de la CIA para desarrollar infraestructura online. El fichaje más reciente de la sección de opinión es Max Boot, neoconservador y defensor a ultranza de la invasión de Irak.

En esta ocasión, la prensa no redimirá a EEUU.

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