Armas y equipamiento militar enviado por Estados Unidos en el aeropuerto de Boryspil cerca de Kiev (Ucrania, 7 de enero de 2022). GETTY

Ucrania, feria mundial del armamento

El equilibrio en el campo de batalla entre rusos y ucranianos no propicia las negociaciones y sí la búsqueda de soluciones militares, lo que explica, entre otras cosas, que Ucrania se haya convertido en la mayor feria mundial de la industria de defensa, con objetivos reales y publicidad gratuita.
Luis Esteban G. Manrique
 |  7 de julio de 2022

La ausencia de despliegue aéreo y la presencia de menos tanques que en anteriores celebraciones en la Plaza Roja el pasado día de la victoria soviética contra la Alemania nazi, el 9 de mayo, además de un discurso contenido de Vladímir Putin –sin amenazas de guerra nuclear ni exigiendo nuevos sacrificios–, fueron las primeras señales de que el Kremlin comenzaba a ser consciente de sus limitaciones estratégicas. Ninguno de los blindados que participaron llevaba la Z, símbolo de la “operación militar especial”. Gleb Pavlovsky, un exasesor de Putin que cayó en desgracia en 2011, comentó a The New York Times que su antiguo jefe tenía entonces un sentido más realista de lo que “es y no es posible”. Por ejemplo, una movilización general, que exigiría a Putin romper su promesa de que no enviaría conscriptos a Ucrania. Los sondeos muestran que el 39% de los rusos presta poca o ninguna atención a la guerra.

Sin embargo, en Rusia es cada vez más difícil vivir con una cierta normalidad, con los mayores combates en Europa desde la Segunda Guerra Mundial a 700 de kilómetros de Moscú. Rusia cree contar con los recursos necesarios para imponerse en una guerra de desgaste que consolide su control del Donbás y de las costas del mar Negro, desde Sochi a Odesa. No será fácil.

El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, ha prometido que la nueva ley de “préstamo y arriendo” –en una referencia a la Lend-Lease Act de Franklin Roosevelt de 1941– va a entregar a Kiev las armas necesarias para su defensa en los “días difíciles que se avecinan”. En el Capitolio, el Senado aprobó por unanimidad y la Cámara de Representantes por 417 votos contra 19 ayudas –militares, humanitarias y económicas– de 33.000 millones de dólares a Kiev. Si se suman cifras anteriores, el total alcanza hoy los 46.600 millones de dólares, dos tercios del presupuesto ruso de defensa.

 

 

Victoria y derrota

La presidenta de la Cámara de Representantes de EEUU, Nancy Pelosi, y la ministra de Relaciones Exteriores de Reino Unido, Liz Truss, creen que el objetivo final de la guerra es expulsar a Rusia de Ucrania, incluida Crimea. Desde marzo, el número de efectivos aliados desde el mar Báltico al Negro se ha multiplicado por diez. En la Cumbre de Madrid, el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, anunció el despliegue de 300.000 efectivos, preparados para reaccionar en 30 días en caso de ataque. Strictu sensu, la Alianza Atlántica ha dejado de ser neutral para convertirse en no beligerante, un papel similar al que mantuvo Washington desde 1937 –cuando comenzó la segunda guerra sino-japonesa– hasta el ataque de Tokio a Pearl Harbor en 1941.

 

«En un mundo de conflictos congelados, sin declaraciones de guerra ni rendiciones formales, definir la victoria –o la derrota– parece una misión casi imposible»

 

El problema es que en un mundo de conflictos congelados, sin declaraciones de guerra ni rendiciones formales, definir la victoria –o la derrota– parece una misión casi imposible. El ministro de Defensa ucraniano, Dmytró Kuleba, dice, por ejemplo, que la victoria es un “concepto en evolución”, mientras que Mathieu Boulègue, investigador de Chatham House, la describe como un “estado mental subjetivo, una narrativa” en la que Ucrania lleva una ventaja decisiva.

Samuel Cranny-Evans, analista del Royal United Services Institute, señala que Ucrania no está perdiendo ni Rusia ganando, sino que se trata de un empate que no propicia las negociaciones y sí la búsqueda de soluciones militares, lo que explica, entre otras cosas, que Ucrania se haya convertido en la mayor feria mundial de la industria de defensa mundial, con objetivos reales y publicidad gratuita.

 

Ataque y defensa

Rusia comenzó la guerra con una gran ventaja: su artillería, el mítico “dios de la guerra” del Ejército Rojo. Los obuses rusos Peony de 203 milímetros tienen un alcance efectivo de 40 kilómetros, frente a los 28 de los Geocent ucranianos. Para equilibrar las cosas, EEUU prometió enviar a Kiev 90 obuses M777, de disparos de gran precisión hasta los 50 kilómetros.

Las leyendas que el ejército soviético forjó desde Stalingrado a Berlín han ocultado que Rusia fue derrotada por franceses, británicos y otomanos en Crimea (1853–56), japoneses (1904–05), afganos (1978–1992) y chechenos (1994–1996). Según el ministro de Defensa británico, Ben Wallace, en los primeros dos meses de la invasión, Rusia había perdido unos 15.000 soldados, el 25% de sus 120 batallones, 2.000 blindados y más de 60 helicópteros y cazas de combate.

Según escribe en Joint Force Quarterly T. X. Hammes, coronel retirado del cuerpo de Marines, la tecnología ha vuelto a dar ventaja a las tácticas defensivas, como sucedió en la guerra de Secesión de EEUU y la Primera Guerra Mundial. En la Segunda, la aviación y los tanques dieron predominio a estrategias ofensivas como la blitzkrieg alemana entre 1939-1941. Ahora, en cambio, los defensores se benefician de tecnologías que les permiten detectar y atacar al enemigo desde muy lejos, haciendo muy peligroso el avance, como pudo comprobar el ejército ruso en su fallido intento de tomar Kiev. Para ganar hegemonía regional, señala Hammes, Rusia y China tienen que cruzar fronteras y capturar territorios. La OTAN, solo defenderse.

 

Arsenales de democracia

El 13 de abril, altos mandos del Pentágono se reunieron con directivos de los ocho mayores contratistas de defensa de EEUU –Lockheed Martin, Boeing, Raytheon, General Dynamics, Boeing, Northrop Grumman…– para pedirles que aumentaran su producción ante las masivas transferencias de armamento a Ucrania, que van a exigir reponer los inventarios de las 25.000 armas antiaéreas y 60.000 antitanque, entre otros equipos defensivos que recibe Kiev.

Cada día, media docena de bases de la OTAN en Polonia y Rumania reciben una decena de vuelos con carga militar. El gobierno checo dice haber transferido a Kiev tanques T-72 y blindados BMP-1, y Eslovaquia el sistema de antimisiles S-300. Estonia se ha comprometido a enviar 220 millones de dólares en armas. Por lo visto, los antiguos miembros del Pacto de Varsovia tienen viejas deudas históricas que saldar con Moscú. No son los únicos.

 

«Cada día, media docena de bases de la OTAN en Polonia y Rumania reciben una decena de vuelos con carga militar»

 

Alemania ha enviado 1.000 armas antitanque, Noruega, 2.000, y Suecia, 5.000. Francia, misiles antitanque Milan y obuses Caesar, y Canadá, obuses de 155 mm. Londres, además de sus ya famosos NLAW, ha prometido los Starstreak, que aceleran a velocidad Mach 4. La mayoría de los tanques soviéticos se fabricaban en Ucrania. Desde 2010, una empresa estatal produce y exporta blindados, aviones y armas antiaéreas que han permitido a Ucrania controlar su espacio aéreo.

Muchos analistas sugieren que los misteriosos incendios y explosiones que se vienen produciendo en depósitos de combustible y municiones en Rusia –incluido un puente ferroviario en Belgorod y un instituto de defensa aeroespacial en Tver– fueron operaciones de sabotaje, una vieja táctica de guerra asimétrica, de agentes encubiertos.

 

Estrellas bélicas

En el escaparate ucraniano, las grandes estrellas están siendo misiles antitanque portátiles como el FGM-148 Javelin, que cuesta unos 176.000 dólares pero que puede destruir tanques de dos millones. El sueco-británico NLAW, que pesa 12,5 kilos, y el sueco Carl Gustaf son imbatibles en emboscadas a corta distancia. En total, la OTAN había enviado a Ucrania a mediados de mayo más de 17.000 misiles antitanque, una tercera parte del inventario del Pentágono.

 

 

Los drones, por su parte, han confirmado que son imprescindibles en los campos de batalla, sobre todo los kamikazes como el Switchblade 600, que lanzado desde un mortero ligero puede volar a 250 kilómetros por hora hasta distancias de 80 kilómetros con una carga explosiva de 40 kilos. El Phoenix Ghost puede volar durante horas antes de lanzarse en picado contra un objetivo. El turco Bayraktar TB2 ha mostrado su capacidad de penetrar densas barreras antiaéreas cargando bombas de 22 kilos.

 

Desastres reputacionales

Ucrania, en cambio, está destrozando la reputación de la industria de defensa rusa, lo que preocupa especialmente a India y China, importantes clientes de Rosoboronexport, la principal agencia estatal rusa de armamento. En abril, DJI, el mayor fabricante chino de drones, suspendió sus operaciones en Rusia y Ucrania.

Según el Pentágono, hasta el 2 de mayo, Rusia había disparado 2.125 misiles crucero y balísticos que no puede reponer por falta de semiconductores. El hundimiento del Moskva (Moscú), un crucero de 186 metros de eslora, es difícil de minimizar: sus sistemas de radar y defensa aérea no le sirvieron de nada ante el ataque de dos R-360 Neptune ucranianos, un misil de crucero de 870 kilos que vuela a cotas bajas para evitar su detección. Para evitar una humillación similar, en 1940 los nazis cambiaron el nombre del crucero Deutschland por el de Lützow.

Los dos principales fabricantes rusos de tanques –Uralvagonzavod Corporation y Chelyabinsk Tractor Plant– están paralizadas por falta de chips. Los T-72, por otra parte, han revelado su vulnerabilidad ante los Javelin y NLAW por la cercanía de sus tripulantes a sus depósitos de munición, lo que hace saltar por los aires sus torretas cuando los alcanza un misil.

 

Bonanza bursátil

Como sucedió en la guerra civil española, que sirvió a las potencias del Eje para probar armamento y refinar tácticas de combate, Ucrania va a permitir probar “robots asesinos”, como drones capaces de elegir sus objetivos –incluidas personas específicas– usando algoritmos de inteligencia artificial. En enero, el director general de Raytheon, Greg Hayes, anticipó a sus accionistas que conflictos a gran escala en Europa del Este impulsarían sus operaciones. Raytheon fabrica el misil antiaéreo Stinger FIM-92, y Raytheon y Lockheed Martin, el Javelin.

En Europa, llevan las de ganar, entre otras grandes compañías, la británica BAE Systems, que ha subido en bolsa un 30% desde enero, las alemanas Rheinmetally Krasuss-Maffei Wegman ,y la italiana Leonardo. Desde enero , el índice MSCI, que rastra el valor de las acciones compañías aeroespaciales y de defensa, ha subido en dólares un 17% más que el resto, algo que solo había ocurrido un par de veces desde 1999.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *