El primer ministro de Reino Unido, Boris Johnson, regresa al interior después de dirigirse a la nación cuando anuncia su renuncia frente al número 10 de Downing Street (7 de julio de 2022 en Londres, Inglaterra). CARL COURT/GETTY

Adiós, Boris: qué pasa ahora con las relaciones entre Reino Unido y la UE

Tras el adiós de Boris Johnson, seguirá sin haber apoyo real entre los británicos para revertir el Brexit, pese a todos los problemas que está causando. Pero quizá sí para volver al mercado único y a la unión aduanera, ‘a la noruega’.
Michael Emerson
 |  8 de julio de 2022

Quizá tengamos que dejar a los historiadores que nos digan si Boris Johnson ha sido el peor primer ministro británico de la historia.

Sin embargo, sí que sabemos que muchas de sus políticas han sido desastrosas. La salida del mercado único de la Unión Europea ha sido sin lugar a dudas negativa para Reino Unido. La idea de que “recuperar el control” liberaría y dinamizaría la economía, sin las ataduras de la burocracia de Bruselas, se ve ahora que fue una ilusión total.

Por el contrario, todos los indicios apuntan a que el Brexit ha transformado la economía de Reino Unido, que ha pasado de tener un rendimiento relativamente favorable en Europa a quedar rezagado. Muchos inmigrantes de la UE que antes se sentían bienvenidos se han ido con tristeza, si no con ira, tras el referéndum del Brexit. El daño a la reputación ha sido enorme para un país y una sociedad que durante mucho tiempo han estado orgullosos de su profunda cultura de “mi palabra es sagrada”, sin ni siquiera un contrato escrito, y mucho menos un tratado internacional.

En Francia, la vieja burla de la “pérfida Albión” ha demostrado ser una realidad, no solo un cliché. El daño causado a muchas de las “joyas de la corona” ha sido increíblemente irresponsable, incluyendo la comunidad académica y científica y la City de Londres, por ejemplo. Por si fuera poco, Johnson ha puesto en grave peligro la integridad constitucional de Reino Unido, haciendo realidad el riesgo de secesión tanto de Escocia como de Irlanda del Norte.

 

Adiós, Boris, pero ¿qué debería venir después?

No hay un apoyo real para revertir totalmente el Brexit y volver a unirse a la UE. Dejando de lado la política británica, los analistas de Bruselas ven que en la propia UE no habría unanimidad para apoyarlo.

El argumento más objetivo es que quienes apoyan tendencias más federalistas para la UE, entre ellos Francia, Alemania e Italia, no querrían que Reino Unido volviera al club como bloqueador permanente.

Y esto no es solo una cuestión hipotética. Basta con mirar el impresionante programa de recuperación de la UE, con sus sustanciales innovaciones de financiación, con préstamos masivos y la perspectiva de nuevos ingresos fiscales de la UE, para recordar que Reino Unido lo habría bloqueado sin rodeos. A varios Estados miembros más pequeños del norte no les gustaba la idea (los cinco frugales), pero sin Reino Unido se sentían incapaces de bloquearla.

Sin embargo, la idea de volver al mercado único y a la unión aduanera es otra cosa. En concreto, entrar en el Espacio Económico Europeo (EEE), como Noruega, supondría la plena participación en el mercado único, sin las políticas agrícola y pesquera de la UE. Además, la reincorporación a la unión aduanera (que es independiente del EEE) permitiría restablecer los flujos comerciales sin fricciones entre Reino Unido y su mayor socio comercial. Esto es especialmente apremiante tras las recientes cifras comerciales de Reino Unido, que mostraron una caída del 14 % en las exportaciones británicas a la UE en 2021, el primer año tras el final del periodo de transición.

 

«Entrar en el Espacio Económico Europeo (EEE) como Noruega supondría la plena participación en el mercado único, sin las políticas agrícola y pesquera de la UE»

 

Para cualquiera que no esté cegado por el Brexit, esto es una obviedad. Resolvería dos grandes problemas de una vez.

En primer lugar, con el tiempo, permitiría que el comercio volviera a fluir libremente hacia la UE sin costes burocráticos, además de restablecer la libre circulación de personas. También desharía el daño que supone quedar excluido de los programas de investigación y educación de la UE, concretamente de Horizonte Europa y del programa Erasmus.

Los británicos reconocerían inmediatamente la diferencia que supondría la reincorporación al EEE y a la unión aduanera, desde la generación más joven, que vería cómo toda Europa se abre de nuevo a sus ambiciones y gustos, hasta los jubilados, que apreciarían más su lugar bajo el sol en el sur de Europa, con la recuperación de los derechos perdidos, incluida la asistencia sanitaria.

En segundo lugar, y de importancia crucial ahora, eliminaría por completo la necesidad del Protocolo de Irlanda del Norte, que es una pesadilla para los negocios y, sobre todo, para la política y la estabilidad de la isla.

Por supuesto, habría quejas de indignación por parte de los brexiters. La reincorporación a la unión aduanera, argumentarían, supondría perder la libertad de hacer acuerdos de libre comercio con países con los que la UE no tenía sus propios acuerdos, como Estados Unidos, India, Australia y Nueva Zelanda.

Sin embargo, este argumento no ha sobrevivido a la realidad. Reino Unido no ha podido avanzar en la materia con EEUU, mientras que la UE está negociando ambiciosos acuerdos de libre comercio con India, Australia y Nueva Zelanda, y ha creado un Consejo de Comercio y Tecnología con EEUU.

La verdadera objeción puede reducirse simplemente a la política sensacionalista, esencialmente gobernada por los escandalosos (y a menudo inexactos) titulares de Daily Express.

El Partido Laborista en la oposición parece haber abandonado la idea del mercado único, para su vergüenza. Pero ahora que el experimento de Johnson ha terminado en la ignominia, es hora de que la clase política británica examine con frialdad y frescura los verdaderos intereses nacionales de Reino Unido.

La inclusión en el mercado único a través del EEE y la unión aduanera está ahí como hecha a medida para Reino Unido. Incluso podría decirse que está “lista para cocinar”.

Ser parte integrante del mercado único fue siempre el modelo ideal de la UE para Reino Unido, diseñado por Lord Cockfield con tanto éxito en la década de los ochenta. Pero siempre existió la persistente preocupación por la “unión cada vez más estrecha” que amenazaría a Reino Unido con poderes federales nacidos en Bruselas.

 

«Reino Unido no ha podido avanzar en materia de acuerdos de libre comercio con Estados Unidos, mientras que la UE está negociando ambiciosos acuerdos con India, Australia y Nueva Zelanda»

 

No hay problema, los Estados del EEE están cubiertos contra este riesgo percibido, ya que excluye específicamente el tener que unirse a la muy federal zona euro, así como a la política fiscal-macroeconómica de la UE, la justicia y los asuntos de interior, y la política exterior y de seguridad. Sigue dejando la puerta abierta a la cooperación ad hoc, como en el caso de la investigación o la cooperación en política exterior y de seguridad (como es el caso actual de las sanciones contra Rusia).

Basta con decir que la lamentable saga de Johnson, como muchos predijeron, se convirtió en una experiencia traumática para Reino Unido, caracterizada por una mezcla tóxica de incompetencia económica, degeneración ética y descrédito internacional.

Pero la profunda cultura de nación sigue ahí: la integridad personal, el sentido común y la noción de juego limpio. Esto se puede volver a construir.

Artículo publicado originalmente en inglés en la web de CEPS.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *