Cuando los medios salen de viaje

Myriam Redondo
 |  16 de enero de 2015

The New York Times ofrecerá este año 29 itinerarios internacionales para “personas intelectualmente curiosas”. Entre los destinos, países con atractivo noticioso y toque de riesgo como Irán, Cuba o China. Este turismo político auspiciado por la cabecera muestra la creciente diversificación en los medios, que buscan vías alternativas de negocio.

El proyecto Times Journeys, en colaboración con varios operadores, nació en 2012 con cruceros y terminó extendiéndose a los trayectos terrestres. En 2015 se visitarán 36 países, siempre en grupos pequeños. Con una marca que habla de excelencia periodística y presencia global, lo que vende el diario es información exclusiva que va más allá de la que aporta una expedición habitual, tratando de captar a un lector viajero y apasionado por la actualidad mundial.

Ya sea en su diseño o viajando con los clientes, en los itinerarios participan periodistas afamados que trabajan o trabajaron para el periódico, como los premios Pulitzer John F. Burns (recibió el galardón dos veces) o Jeffrey Gettleman. Un ejemplo: en marzo se organizó un viaje a China conducido por Richard Bernstein, el periodista que inauguró la oficina del diario en el país asiático en 1980. “No somos guías turísticos –aclara la periodista Elaine Sciolino, actual corresponsal en París, a la revista Travel Weekly–. Lo que tenemos que decir es ‘Aquí es donde dispararon al hotel, y nosotros estábamos allí’”. Sciolino participa en la propuesta viajera de Irán, país desde el que reportó en el pasado.

No todos los viajes que ofrece The New York Times son políticos. Algunos se centran en la gastronomía (Provenza) o la fotografía (Marruecos). También hay un trayecto relacionado con la Primera Guerra mundial y otro con el espionaje –se aclara que «de ayer y de hoy»–, ambos en Europa. Pero son los periplos de línea informativa los que parecen más naturalmente vinculados a los medios.

Nick Wood, excorresponsal de The New York Times en los Balcanes, creó hace años Political Tours, una empresa centrada en trayectos noticiosos. Sus destinos van desde los territorios ocupados de Palestina hasta el Londres de la crisis económica. Chad O’Carroll, fundador del sitio de noticias sobre Corea del Norte NKNews, ha participado en la creación de North Korea Travel, una aplicación informática para explicar el país más cerrado del mundo a un hipotético viajero.

 

Diversificación de los medios

Los medios de comunicación hacen frente a la crisis y a la pérdida del control informativo derivada de las nuevas tecnologías con una estrategia de “diversificarse o morir”. En los últimos años han empezado a idear productos que conviertan a sus lectores en clientes y aumenten la ganancia media por usuario. Hoy día, bajo el paraguas de un medio es frecuente que se ofrezcan, además de los servicios tradicionales en distintas modalidades de suscripción, otros como informes de inteligencia, libros electrónicos, eventos y conferencias, formación virtual y presencial y comercio electrónico.

Si se respaldan con una marca potente e involucran a miembros relevantes de la redacción, el potencial de éxito de alguno de estos segmentos es importante, por ejemplo en el caso de eventos y sobre todo de formación. Este artículo de PBS ofrece pistas para organizar eventos periodísticos que funcionen.

The Guardian organiza eventos relacionados con el periodismo y está involucrado incluso en la búsqueda de empleo periodístico y la búsqueda de pareja (periodista o no). Ofrece además numerosas clases magistrales de temas relacionados con la comunicación, una idea que parece estar calando entre los medios españoles, más allá de sus habituales masters.

 

Turismo político

El turismo político o turismo de realidad genera algunas dudas, especialmente cuando deriva en el turismo de pobrezaturismo de guerra o turismo morboso. Kibera, uno de los mayores suburbios del mundo, se está consolidando como destino en Kenia. Una compañía ofrece rutas enfocadas a “viajeros de negocios, misioneros y ejecutivos” que puede hacerse por 25 dólares, cuenta la periodista Glòria Pallarés en El País. Se llega a casa con tiempo para comer.

Para algunos, se trata de una actividad denigrante; para otros, permite sensibilizar sobre los problemas de zonas depauperadas e impulsa su desarrollo económico. El debate suele enfriarse cuando los conflictos lo hacen con el paso del tiempo. Poco pondrían hoy en duda la conveniencia de visitar Waterloo o el campo de concentración de Auschwitz. Bosnia como zona de guerra, destino polémico hace unos años, empieza a consolidarse dentro de las propuestas existentes.

Es difícil convencer a un viajero curioso de que evite Kibera cuando los medios han difundido paseos por el suburbio de líderes mundiales como Barack Obama o Ban Ki Moon. ¿Y quién pasa por Nueva York sin visitar la Zona Cero?

En este contexto, sorprende que un lugar como Madrid no tenga rutas oficiales organizadas por los emplazamientos de la Guerra Civil Española. Aquella contienda fue símbolo de su época y dejó obras periodísticas y literarias que son grandes clásicos de la cultura universal. Al margen de puntos de interés estrictamente militar, los alrededores de la Gran Vía están llenos de lugares donde los grandes corresponsales del momento trabajaban, comían y vivían. Pero no hay ruta disponible.

 

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