Deuda, elecciones y modernización en Grecia

 |  15 de enero de 2015

“Creo que las cosas le irán bien a Grecia, que saldremos de esta –comenta un griego empleado en el Banco Central Europeo–. Pero es que yo soy muy optimista”, aclara. El presente del país hace fruncir el ceño hasta a los griegos más confiados. Tras más de un lustro en recesión y la pérdida de un cuarto de la riqueza del país, Grecia está endeudada hasta las cejas: la deuda pública supone el 177% del PIB. Además, el desempleo es meteórico (un 25% de la población activa) y los problemas estructurales siguen ahí. Como enumera Pavlos Eleftheriadis en Foreign Affairs, “la economía griega permanece como una de las menos abiertas en Europa y consecuentemente una de las menos competitivas, además de una de las más desiguales”.

A finales de febrero vence el plan de rescate y los principales actores del drama griego tendrán que sentarse a negociar. Por un lado, la Comisión Europea, el BCE y el Fondo Monetario Internacional –la célebre troika–; por otro, el nuevo gobierno griego surgido de las elecciones del 25 de enero. Según las encuestas, Syriza encabeza la carrera electoral, seguido por la Nueva Democracia de Andonis Samarás, actual primer ministro. El primer punto del programa del partido liderado por Alexis Tsipras es una renegociación de la ayuda europea. En este caso, el diablo, más que en los detalles, radicará en la opción elegida.

¿Cancelar la deuda, reestructurarla mediante una quita sustancial? ¿O simplemente reorganizarla? Xavier Vidal-Folch apunta que la segunda opción, menos costosa, comparte las ventajas de una quita (suavizar la carga), evitando sus prejuicios (turbulencias, contagio, crisis). Se trataría, entre otras cosas, de alargar los plazos, bajar los tipos de interés y abaratar las tarifas de garantía. “Todas estas ‘iniciativas’ figuran en la Declaración del Eurogrupo de 27 de noviembre de 2012: son precompromisos de la eurozona, bajo Jean-Claude Juncker”, señala Vidal-Folch. No habría que inventar nada, por tanto.

“En determinados aspectos, Tsipras solo aboga por algo que ya defienden una serie de economistas perfectamente razonables –arguye Tony Barber en Financial Times–. Una condonación parcial de la deuda podría atraer inversiones, al permitir a Grecia financiarse en términos más favorables, e insuflar nueva vida en el sector privado”.

 

Y después, ¿qué?

Grecia estuvo al borde del colapso en 2009. Hoy, a pesar del panorama desolador, pueden apreciarse signos de un tímido regreso de los abismos. Un crecimiento del PIB del 0,7% en el tercer trimestre de 2014; un déficit público del 1,6%, cuando en 2009 era del 15%, y un descenso de 2,3 puntos del paro, hasta el actual 25%. “La recuperación tardará lustros”, advierte Jordi Vaquer, que califica el rescate a Grecia como el “peor producto de un nefasto sistema de negociaciones bajo cuerda”, que han convertido el país en banco de pruebas de recetas “fallidas” que daban prioridad a los ajustes, a la austeridad, antes que a los estímulos.

Eleftheriadis va más allá a la hora de señalar los males que han abocado a Grecia a la situación calamitosa de la actualidad. “El problema fundamental que afronta Grecia no es la falta de crecimiento económico, sino la desigualdad política –afirma este profesor de Derecho en Oxford–. Para beneficio de unos pocos, regulaciones engorrosas e instituciones disfuncionales permanecen casi intactas, aún cuando la infraestructura del país se desmorona, la pobreza aumenta y la corrupción persiste”. El subtítulo que acompaña a su artículo en Foreign Affairs no deja lugar a dudas: “Cómo los oligarcas arruinaron Grecia”. Europa no habría hecho más que agravar el problema. Según Eleftheriadis, al rescatar a Grecia sin exigir reformas fundamentales, la troika simplemente ha reforzado el status quo.

Uno status quo que permite que el 90% de los desempleados no reciban ningún tipo de asistencia, que alrededor del 20% de los niños vivan en la extrema pobreza, y que millones de ciudadanos carezcan de un seguro médico. Tras las elecciones, ¿viviremos una nueva vuelta de tuerca en Grecia? ¿O la alborada de una nueva era? ¿Quién podría convertirse en el desoligarquizador que el país necesita con urgencia? ¿Tsipras?

Volviendo a Tony Barber, lo que debería preocupar a los líderes europeos no es la aritmética parlamentaria en Atenas, o los recortes que los acreedores reclaman en el presupuesto de 2015. Lo que debería quitarles el sueño es si los griegos tienen la capacidad y la voluntad de continuar el arduo proceso modernizador iniciado en 2010, o si se resignarán al mantenimiento de las viejas estructuras clientelares, corruptas y oligárquicas bajo una fachada de obediencia a caciques extranjeros.

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