Wikileaks o la vida en las alcantarillas

 |  29 de noviembre de 2010

En abril de 2010, la ONG Wikileaks difundió un vídeo que recogía un episodio de violencia que tuvo lugar en un suburbio de Bagdad, el 7 de julio de 2007, en el que murieron en torno a 12 civiles, entre ellos Namir Nur-Eldin (22 años), fotógrafo iraquí contratado por la agencia Reuters, por disparos del ejército de EE UU. El vídeo se llama “Asesinato colateral”, fue grabado por las propias tropas estadounidenses y su difusión fue posible gracias a una filtración.

Unos meses después, en julio de 2010, Wikileaks filtró 70.000 documentos sobre la guerra en Afganistán, que confirmaban entre otras cosas que el Servicio de Inteligencia Militar (ISI) pakistaní había estado apoyando a los talibanes con información y logística. Y en octubre del mismo año, veían la luz 400.000 documentos clasificados del ejército de EE UU sobre la guerra de Irak. Estos documentos no revelaban nada que en esencia no se supiera, más allá de poner al descubierto la conducción de las operaciones militares por parte de estadounidenses e iraquíes, con numerosos crímenes de guerra a sus espaldas.

El último golpe de la organización ha sido filtrar 250.000 mensajes del departamento de Estado de EE UU. Destacan por su interés informativo el material relacionado con los Estados árabes y el gran juego en torno a Irán. A los interesados en el tema, en el próximo número de Afkar/Ideas, invierno 2010-11, Graham Fuller, antiguo vicepresidente del consejo de inteligencia nacional de la CIA, habla sobre los movimientos regionales en torno a Irán.

Más allá de la cuestión iraní, explica The Economist, nos encontramos más cerca del cotilleo que de otra cosa. “Este filtración parece marcar otro paso más en el camino cuesta abajo de Wikileaks”, afirma el semanario. “La difusión del vídeo ‘Asesinato colateral’ se hizo de manera escrupulosa, con una investigación cuidadosa del contexto que rodeaba a las imágenes. La divulgación de los cables diplomáticos es algo totalmente diferente, más parecido al chismorreo”.

La posiciones en torno a cuestión tan espinosa son, como era de esperar, encontradas. Los diarios implicados en la difusión del cableado (El País, The New York Times, The Guardian, Le Monde y Der Spiegel) defienden el valor cívico de dichas filtraciones, en un mundo donde “la opacidad, la falta de transparencia, el gusto por el secretismo y la creciente capacidad de manipulación de los datos exhibida por organismos oficiales y entidades privadas”, en palabras de Soledad Gallego-Díaz, dificultan la labor de los periodistas.

Frente a ellos, los preocupados por la pérdida de confianza que puede generar esta filtración, también por el sensacionalismo que la rodea, con los medios pululando en torno a las alusiones más o menos afortunadas de diplomáticos estadounidenses sobre gobernantes del mundo entero. ¿Wikileaks hace periodismo?, se pregunta Lluís Bassets. “Es evidente que no”, responde; “para su buena difusión necesita del periodismo, de un periodismo además atento y de calidad, capaz de ordenar los contenidos de los documentos y de dar forma comprensible a la denuncia”.

Sin duda, una nueva era donde la privacidad será considerada un bien de lujo está llamando a todas puertas, también a las más altas. ¿Está el viejo periodismo preparado para lidiar de manera responsable con las premisas de este nuevo mundo? ¿Lo están los gobernantes? ¿Y los propios ciudadanos? A partir de ahora, antes de hablar y escribir «en privado», habrá que pensárselo no dos, sino tres veces, ya seas George H. Bush o un tal Mark Zuckerberg.

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