¿Y ahora qué? Hay vida más allá del ébola

 |  22 de octubre de 2014

A medida que Teresa Romero se recupera del daño causado por el ébola, se abre el siguiente capítulo en la lucha contra el virus. ¿Qué hacer con los supervivientes? ¿Cómo evitar la estigmatización de quienes han sufrido tanto y logrado sobrevivir? Si el precedente de África sirve como ejemplo, será necesario llevar a cabo campañas de información que conciencien a la sociedad de la situación en que se encuentran muchos supervivientes del ébola.

Constatar que Romero está curada ha requerido emplear técnicas de reacción en cadena de la polimerasa (PCR por sus siglas en inglés), que amplifican un fragmento de ADN con el fin de detectar la presencia de virus o enfermedades. Los análisis se llevaron a cabo con un intervalo de 48 horas (el 20 y 22 de octubre) y ninguna encontró rastros del ébola. Superadas estas pruebas llega la vuelta a la normalidad: como observa José Ramón Arribas, director de la Unidad Infecciosa del complejo La Paz-Carlos III, Romero podrá “llevar una vida completamente normal desde el punto de vista del contacto con otras personas”. El ébola  no produce infecciones crónicas: superada la fiebre hemorrágica, el virus desaparece y el paciente desarrolla inmunidad.

Hasta aquí, todo bien para los supervivientes, que lamentablemente son pocos (la mitad de los 9.000 infectados en el brote actual). Pero sería equivocado concluir que la vida tras el ébola es fácil. En primer lugar, el virus deja secuelas. Los vasos sanguíneos y los tubos digestivos, el hígado, el riñón y los pulmones pueden verse gravemente dañados por la fiebre hemorrágica. La propia Romero se está recuperando de un edema pulmonar.

En segundo lugar, la expulsión del virus no es inmediata. En el caso de los hombres, el virus se expulsa lentamente por el semen. El virus de Marburgo, predecesor del ébola, fue transmitido por un superviviente a su mujer al mantener relaciones sexuales varias semanas después de haberse recuperado. Un estudio de 1999, durante el brote en la República Democrática del Congo, encontró casos de transmisión sexual hasta 82 días después de la supuesta curación. Se desconoce si las secreciones vaginales pueden transmitir el ébola, pero se sabe ya que la leche materna puede hacerlo hasta al menos 15 días después de la recuperación. Los profesionales sanitarios recomiendan esperar como mínimo tres meses hasta tener relaciones sexuales sin protección, y Médicos Sin Fronteras ha incluido la distribución de preservativos entre las medidas para contener el brote actual.

Finalmente, los supervivientes con frecuencia se encuentran marginados socialmente, especialmente los pertenecientes a los países que se encuentran en el epicentro del brote: Sierra Leona, Guinea, y Liberia. En los tres la enfermedad está profundamente estigmatizada. James Gebbeh, superviviente sierraleonés, relata cómo sus vecinos le negaron la entrada en sus casas y apedrearon a su perro cuando regresó, curado, a su pueblo. Senessieh Momoh, también sierraleonés, presentó a los ancianos de su aldea el certificado de su recuperación, pero no logró evitar que le recharazaran «como a un leproso». La Cruz Roja informa de que, en Guinea, enfermos de Malaria aislados por presentar síntomas similares a los del ébola se encuentran con una exclusión similar cuando regresan a sus pueblos.

En Estados Unidos, la comunidad liberiana se ve estigmatizada por sus supuestos –pero inexistentes– vínculos al virus. En la “pequeña Liberia”  de Staten Island, Nueva York, liberianos acatarrados que tosían en el trabajo han sido obligados a permanecer en sus casas. Los liberianos que van al colegio son acusados por sus compañeros de portar el virus. La presentadora televisiva Shoana Clarke Solomon ha realizado una campaña de concienciación bajo el lema “soy un liberiano, no un virus”.

Lo más entristecedor de esta discriminación es que se niega el papel crítico que desempeñan los supervivientes a la hora de luchar contra la enfermedad. Su suero y plasma se está empleando para transfusiones que generen anticuerpos contra el virus en pacientes que lo sufren (Romero ya ha anunciado su voluntad de donar sangre para ayudar a otros infectaos). Al haber desarrollado inmunidad contra el virus, pueden proporcionar asistencia a pacientes –especialmente niños– que se encuentran aislados y necesitados de cariño. Por encima de todo, son los que mejor pueden combatir el estigma que los rodea. Sierra Leona ha dado un importante paso adelante la semana pasada, convocando en Kenema la primera conferencia de supervivientes del virus con el fin de dar utilidad a su testimonio. Evitar la estigmatización requerirá un esfuerzo informativo constante.

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